grises. La mujer de pelo blanco recogido en mono seguia llevando gafas y una sonrisa mas eficiente que acogedora.
– ?Puedo ayudarla?
– Si. Soy Liz Brady y quisiera saber si el senor Graham esta libre.
– ?Tiene usted una cita?
– Me temo que no.
Las mecanografas tecleaban a fondo. Sonaba un telefono como la ultima vez. La ultima vez, el senor Graham no habia tardado ni diez minutos en comprender que ella no tenia la titulacion de relaciones publicas requerida. Ella habia tardado menos de diez minutos en cruzar la puerta rapidamente, avergonzada por no disponer de las credenciales precisas y terriblemente consciente de que lo que ella tenia que ofrecer tampoco era bastante bueno.
– Bien, voy a ver -dijo la mujer canosa y pulso un boton del telefono-. Senor Graham… -un momento despues dijo-: Puede entrar, senorita Brady. Debo decirle que esta muy ocupado esta tarde, pero si no va a tardar mas de quince minutos…
– No lo hare -prometio Liz.
Llamo suavemente a la cerrada puerta gris y entro. Cuando la puerta se cerro tras ella, los ruidos de la oficina se amortiguaron.
El senor Graham estaba sentado tras un escritorio de pulida madera de nogal.
Estaba en la cincuentena, arrugas de expresion marcaban su boca y su pelo era una pelusilla castana con una calva clerical en la coronilla. A su corpulenta figura le sobraban unos diez kilos. La primera vez no habia sido grosero, sino firme simplemente.
– Siento molestarle por segunda vez, senor Graham. Para ser sincera, no estaba segura de que quisiera verme otra vez -confeso Liz cuando el se levanto y extendio una mano sobre la mesa.
– Tonterias, senorita Brady: Espero que no sienta resentimientos por aquella entrevista. Digame que puedo hacer por usted.
– ?Ha cubierto ya ese puesto?
– Todavia no, pero creo que ya le dije a usted que no teniamos prisa. No es que Ravensport no necesite un buen estimulo, pero podemos dedicar varios meses a encontrar a la persona adecuada. Sientese, sientese.
– Gracias.
Ella se quito el abrigo, pero no pudo relajarse lo suficiente para sentarse en el borde del sillon. Sabia que su nerviosismo se notaba.
– Queria hablarle de ese trabajo, senor Graham.
– ?Oh! Bueno…
El parecia incomodo. Ella podia ver que estaba pensando en algun metodo de librarse de ella.
– Si, ya se que usted me rechazo y para mi es muy incomodo volver aqui, senor Graham… -tomo aliento-. Creo que lo hice muy mal el otro dia y comprendo que no desee escucharme, pero se lo agradeceria. Le prometo que no le entretendre ni siquiera diez minutos.
– La escuchare. Pero…
– No tengo la titulacion requerida. Tambien es cierto que he estado diez anos fuera del pueblo y si esta buscando a alguien rapido y atrevido… -ella sonrio-. Confieso que nunca servire para algo asi. La verdadera naturaleza de una buena bibliotecaria es todo lo que puedo ofrecerle, senor Graham. Estamos hablando de no conformarse nunca con la superficie de las cosas. Estamos hablando de comprometerse a investigar todos los rincones, todas las opciones, todos los hechos, y de personas perfeccionistas con las que puede ser terrible trabajar. Quizas estos datos no le parezcan los adecuados…
Quince minutos despues, el senor Graham descolgaba el telefono con una sonrisa para cancelar su cita de las tres. Para entonces Liz no estaba hablando del trabajo. Estaba hablando de su pueblo, Ravensport, del pleno sabor de la comunidad, de su situacion privilegiada, de su personalidad y su capacidad de trabajo. La secretaria canosa les sirvio cafe a las cuatro menos cuarto. El senor Graham cancelo la cita de las cuatro. Para entonces estaban discutiendo de la clase de negocios que Ravensport necesitaba realmente y de cuales no. Estaban hablando del agua. El Lago Michigan tenia mucha y en verano se llenaba de preciosos barcos de los que Ravensport nunca habia obtenido ningun beneficio real. Hablaron de algun lugar en donde atracar aquellos barcos durante el invierno, un pequeno puerto, con un astillero tal vez.
– Buenos barcos, buenas materias, trabajo artesanal de calidad -murmuro el senor Graham-. Eso es exactamente lo que necesitamos.
A las cuatro y media seguian hablando de carpinteros y capital. A las cinco, la secretaria de pelo blanco asomo la cabeza por la puerta y anuncio que se iba a casa. Por su expresion quedaba claro que Liz habia destruido su bien organizada jornada de citas del senor Graham.
Cuando se fue, el senor Graham se volvio hacia Liz con un suspiro.
– Es un dragon. Tendra que encontrar la manera de hacer las paces con ella cuando empiece a trabajar aqui. A mi nunca se me ha dado muy bien.
– Me pregunto si habra algun libro -musito Andy una hora despues.
Los espaguetis que tenia delante estaban frios, la tostada con ajo quemada y habia olvidado alinar la ensalada. Casi habia olvidado lo que era hacerse la cena, pero no era culpa suya que Liz le hubiera malcriado durante un mes.
– ?Un libro sobre que?
– Sobre como hacer que las hermanas se queden quietas un rato. ?Para que te has levantado ahora?
– Servilletas.
– Ya que estas de pie, podrias quitarte el abrigo.
– Voy a casa de Clay despues de la cena.
– ?Piensas flotar hasta alli o vas a ir en coche como los mortales normales?
Andy acepto con paciencia el tenedor que ella le tendia y el beso en la frente. Luego se levanto para coger las servilletas el mismo.
– No se a que vienen esos nervios. Me has dicho que no empezabas a trabajar hasta dentro de un mes.
Ella asintio.
– Necesito un par de semanas para volver a Milwaukee, recoger mis cosas, cerrar el apartamento y encontrar a alguien que lo alquile.
– Es la primera cosa sensata que has dicho desde que has entrado -comento Andy-. ?No piensas dormir? Esta manana has vuelto cuando me estaba levantando.
– Volvi bastante tarde -murmuro Liz.
– Al amanecer, mas o menos. Conozco a Clay desde hace un monton de tiempo. Os he visto juntos desde que llevabas trenzas. Nunca lo entendi y no voy a intentar entenderlo ahora -se alarmo cuando Liz abrio la boca-. No quiero saberlo. Un hombre suele ponerse nervioso cuando ve a su hermana ahogandose en arenas movedizas.
– ?Andy!
Liz estaba atonita. Su hermano se estaba internando en el territorio de las emociones. Algo totalmente inusual en el.
– Quiero a ese hombre como a un hermano -dijo Andy en voz baja-, pero Clay ha sido una especie de arenas movedizas para las mujeres desde el dia en que nacio. Y es todo lo que voy a decir. Excepto que espero que sepas lo que estas haciendo.
– Lo se -dijo ella sencillamente.
No tenia la menor duda. Habia sido un dia durante el cual las dudas se habian alejado kilometros de ella y nada podia hacer mella en su entusiasmo. El trabajo era importante. Era importante porque deseaba desesperadamente trabajar con otras personas, comprometerse, y era algo a lo que le podia hincar el diente. En menor grado, el trabajo era importante debido a Clay. Clay siempre habia tenido el impulso de proteger a los desvalidos, a los indefensos, a los imprudentes. Llevaria tiempo curar a Clay de sus tendencias protectoras. Ahora podia demostrarle que no era una mujer que necesitara proteccion, sino su igual. Una mujer capaz de cometer errores, pero tambien capaz de librar sus propias batallas, que se conocia a fondo y valoraba sus sentimientos e instintos y a si misma. Dejo que su hermano fregara los platos y fue en coche hasta el motel a velocidad de