mujer. En la cocina habia un grupo de hombres. Tom habia echado barriga. Speed ya tenia dos copas de mas y estaba preparando una jarra de cocteles de ron. Los dos hombres le palmotearon la espalda y empezaron a hablar de los viejos tiempos hasta que las carcajadas fueron estridentes. Compartieron recuerdos de sus vagabundeos por Ravensport Main Street en busca de accion, de cuando subieron a la vieja atalaya de deteccion de incendios y la policia los pillo. Clay contribuyo en los momentos adecuados con las carcajadas adecuadas. La claustrofobia empezo a irritarle. «Callate, Stewart», le reprendio una voz interior. «?Crees que no puedes divertirte porque una princesa de ojos castanos no este cerca de ti?»
Aparecio la esposa de Tom, una pelirroja escultural con muy poco cerebro. Se lanzo sobre Clay para abrazarle.
– ?Clay, que alegria verte!
El le devolvio la sonrisa sintiendo sus grandes pechos contra el torax. Carrie se le habia insinuado anteriormente. Tal vez ya no perteneciera a la banda, pero seguia siendo la esposa de Tom. Ella le deslizo los dedos por las caderas. El se sintio asqueado:
– Bien… -se movio para romper el contacto con ella-. No puedo quedarme aqui eternamente. Me espera una dama en la otra habitacion.
– ?Solo una? Te estas haciendo viejo, Stewart -bromeo Speed.
Estaba de pie en el pasillo preguntandose donde podria encontrar menos ruido, menos humo, menos confusion y pensando: «Lo estas pasando bien, Stewart. Y lo comprenderas en cuanto dejes de pensar en Liz».
El nivel de ruido se duplico cuando unas recien llegadas aparecieron en la puerta. El se recosto en el marco de la puerta y se llevo la cerveza a los labios mientras observaba a las tres mujeres quitarse los abrigos. Las tres habian ido juntas a la misma clase. Sintio un nudo en la garganta al reconocer los ojos castanos y el sedoso movimiento del corto pelo rubio ceniza. Liz no estaba en su ambiente con aquella gente. Su eleccion del sueter caramelo y los pantalones de crespon blanco era elegante y las perlas de sus orejas eran una nota de distincion en una habitacion llena de bisuteria multicolor. Sus mejillas estaban sonrojadas por el viento y no por el maquillaje, y sus labios estaban pintados de un coral apagado. Clay tardo un segundo y medio en desearla con una intensidad que le enfurecia. Una pelirroja le reconocio. Le hizo un guino para ser educado antes de escabullirse. Emergio de la multitud y, por accidente, se encontro detras de Liz. Ella se volvio con los labios en el borde de un vaso de uno de los peligrosos cocteles de ron de Speed y levanto la vista.
– Ten cuidado con eso, preciosa. Son letales.
– ?Clay! -Liz apenas podia hacerse oir por encima del ruido-. ?Dios! ?Menudo jaleo!
Liz parecia feliz. Recibio una mirada furiosa de unos ojos entre cerrados, pero no la vio. Una de sus antiguas condiscipulas con las que habia ido la cogio del brazo y la arrastro hacia la musica. Alguien habia enrollado una alfombra.
Clay la vio quitarse los zapatos de sendos puntapies. Bailo con Frank, con Speed y con un tipo larguirucho que el no conocia. La oyo reir y vio su cara sonrojada.
Liz se encontro sin saber como con el segundo coctel de ron en las manos; tampoco sabia quien le habia dado el primero. Intento localizar a Clay en dos ocasiones. Pero la primera vez el estaba acorralado en un rincon por una hechicera morena. La segunda vez, su brazo rodeaba a una pelirroja bien dotada. Por fin se cruzaron en la entrada del cuarto de bano. Liz salia y Clay entraba.
– ?Verdad que es una fiesta maravillosa? -dijo ella con entusiasmo.
– Maravillosa. Parece que lo estas pasando bien.
– Casi tanto como tu.
Se sonrieron como viejos amigos.
A medianoche, ella habia conseguido escapar a la cocina y estaba hablando con un tipo de gafas con el cuerpo de un corredor y la nariz de un zorro. No sabia de que le estaba hablando aquel tipo. Le dolia la cabeza debido al constante ruido y algo se estaba desmoronando en su interior trocito a trocito. Era la unica mujer de la fiesta que no le habia puesto las manos encima a Clay.
– ?… venir a mi casa?
– ?Mmmm?
Levanto la vista, sonrio distraidamente a Nariz de Zorro y siguio con sus reflexiones. Solo podia pensar en las veces que ella y Clay habian estado a punto de hacer el amor. Y todas aquellas mujeres seguras de si mismas no dejaban de tocarle. El no habia opuesto demasiada resistencia, desde luego.
– Creo que eres preciosa.
– Fascinante -murmuro Liz.
Clay entro a la cocina a tiempo de ver a John Greely estirar el brazo para rodear el cuello de Liz. La distancia era de metro y medio. La cubrio en tres cuartos de segundo.
– ?Estas cansada de la fiesta?
– ?Perdon?
– Nancy y Jane se han ido, Liz. Les he dicho que yo te llevaria a casa. ?Estas lista?
Fuera hacia frio. Una nevada reciente habia despejado la noche. Liz se acurruco en su abrigo temblando mientras Clay giraba la llave de contacto. El descongelador solto una bocanada de aire frio que hacia juego con el ambiente general del coche. A Liz no le importaba haber dejado la fiesta, pero Clay la habia arrastrado hasta la puerta.
– ?Hace mucho que le conoces? -pregunto el en tono indiferente.
– ?A quien?
– A John Greely.
Ella se armo de paciencia.
– Clay, ?quien es John Greely?
El la miro de reojo.
– No me importa que te corras una juerga, encanto. No te estaba criticando. Pero no con el, ?maldita sea!
– ?De que demonios estas hablando?
Llegaron delante de casa de Liz en un tiempo record. Si la policia de Ravensport no estuviera durmiendo a aquella hora de la noche, sin la menor duda hubieran multado a Clay por exceso de velocidad. Ella dedujo que estaba disgustado porque habia tenido que dejar la fiesta para llevada a casa. Pero no vio irritacion cuando el se volvio hacia ella. Apago el motor y acaricio la mejilla de Liz con los nudillos de la mano.
– Eres la mejor mujer que conozco, Elizabeth Brady -dijo Clay en voz baja-. Y estaba hablando de encontrar un hombre lo bastante bueno para ti. Volviste a casa porque necesitabas entregarte a alguien, porque eres la clase de mujer que eres, una mujer hermosa y muy especial. Pero todo el mundo se descentra cuando esta pasando una mala epoca. Cuando la superes, encontraras al hombre adecuado. Un hombre que sea lo bastante bueno para una dama, un hombre que pueda darte lo que realmente necesitas y deseas.
Liz observo a Clay largamente, intento decir algo; en cambio, tiro de la manilla de la puerta y salio del coche. La luz de Andy estaba apagada y en el fregadero habia tantos platos que Liz supuso que estaba pasando la velada con su profesora de arte. Sin quitarse el abrigo, empezo a llenar el fregadero con agua y detergente. Metio dos vasos, dos platos, dos juegos de cubiertos. Segundos despues se encontraba mirando el exterior por la ventana panoramica del cuarto de estar, las manos goteando y los platos sin tocar.
Habia salido del coche de Clay sintiendose confundida y vagamente consciente de que el debia estar refiriendose al hombre con nariz de zorro de la fiesta. En su cerebro empezaron a girar unas ruedecitas y no tenian nada que ver con el desconocido con el que habia pasado cinco minutos en una cocina. Siempre habia creido que Clay estaba rechazando una relacion adulta entre ambos porque no sentia lo mismo que ella, porque la veia como una hermanita honoraria. No porque la hubiera puesto en un estupido pedestal con el cartel de «dama».
No porque no se considerara lo bastante bueno para ella.
A las dos de la manana, Clay seguia tomando descafeinado y hojeando un catalogo de ordenadores que Spencer habia dejado estrategicamente en su sillon. Mecanismo impulsor de discos, ROM, RAM, octetos… Si Spencer queria el maldito trasto, lo tendria, siempre y cuando fuera capaz de descifrar aquella jerga. Clay no lo era. Dejo a un lado el catalogo y se levanto del sillon.
?Habria conseguido hacerse comprender por ella? Apago la luz y fue a ver a Spencer. Su hijo estaba dormido