Para Spencer es como tener tios y tias en casa continuamente.
El la vio abotonarse el boton superior del abrigo y se agito en el sofa como si hubiera sufrido una descarga electrica. No queria que se fuera. La cabeza daba vueltas desesperadamente para encontrar algun sistema que la hiciera quedarse.
– ?Has ido a la entrevista para ese trabajo?
– Si.
– ?Quieres hablar de como te ha ido?
– No.
No era la primera vez que hablaban de aquello.
– Llevas tu busqueda de trabajo con mucho misterio.
– Porque si te dijera que tengo problemas, me ayudarias. Espero que uno de estos dias te des cuenta de que ya no soy una adolescente y de que soy perfectamente capaz de solucionar mis propios problemas.
Le sonrio y vio que el abria la boca para protestar. Se estiro para besarle. Los hombros de Clay se pusieron rigidos. El calor fluyo por su cuerpo. Sus dedos se clavaron en los hombros de Liz para mantener la distancia. Ella conocia el lenguaje corporal. Los guardianes no besan a sus protegidos. Algun dia tendria que decirle que su boca le traicionaba. Se movia bajo la suya. Las lenguas se encontraron y el bebio aquella intimidad con ansia. Ella se fue retirando mientras la invadia el deseo de quedarse. No podia ser. No era inteligente presionar a Clay.
– Encanto…
– ?Como podria no amarte?.
Y se fue.
Clay probo la nueva receta de lenguado de su chef mientras pensaba donde estaria Liz, que estaria haciendo y con quien estaria.
– Delicioso. Pero sigo pensando que es demasiado exquisito para nuestra clientela.
– Deberian aprender -insistio Ralph.
– Quizas.
Quizas habia ido a nadar otra noche y quizas no estuviera sola. La idea le puso enfermo. Spencer le seguia con una gamba en una mano y una patata rellena en la otra.
Alguna vez tendria que decirle que las personas normales no comen de pie en una cocina del tamano de un almacen y rodeado del personal de cocina empenado en engatusarle para hacerle comer verduras.
– El jamon ahumado esta perfecto esta noche, Ralph.
Ralph rebosaba satisfaccion.
– ?Te vas a casar con Liz? -pregunto Spencer.
– ?Que?
– Te he preguntado si te vas a casar con Liz.
La cucharada de sopa que Clay iba a probar volvio a la cacerola. Los pinches se quedaron inmoviles y Ralph parecia no tener nada que hacer.
– ?Que pregunta es esa? -susurro Clay.
Spencer se encogio de hombros con la boca llena de crema y mantequilla fundida.
– Ya se que siempre dices que no nos vamos a casar con nadie. Pero tampoco solemos ir a jugar al futbol con chicas. Ni salimos con ellas en Halloween.
Ralph sufrio un ataque de risa. Clay le miro furioso. Su hijo sabia escoger el momento.
– Esas cosas se hacen con amigos. Los amigos son personas que entran y salen de nuestra vida, pero siempre nos importan. Ya hemos hablado de eso.
– Entonces… ?Liz es una amiga?
– Exactamente.
– ?Y no vas a casarte con ella?
– No.
– Entonces yo me casare con ella.
Spencer miro dentro de un cazo, reconocio el brocoli e hizo una mueca de desagrado.
– Creo que eres algo joven para casarte -dijo Clay muy serio-. Ademas, yo creia que no eras muy aficionado a las especies femeninas.
– ?Te refieres a las chicas? Odio a las chicas. Pero Liz no es como las mujeres, papa. Liz es Liz.
Spencer lamio la cuchara y su rostro se ilumino al ver la bandeja de los pasteles.
– A ella le gustan los ninos, ya sabes.
– Lo se, colega.
– Asi que si se casa con alguien aparte de tu y yo, podria tener ninos. Ninos que no son yo. No me parece una buena idea.
Clay fruncio el ceno al ver la sonrisa del chef.
– ?Que significa eso de que ‹‹podria tener ninos»?
– Papa, por favor. He visto un programa en la tele. Ya lo se todo.
– Espera un momento.
La cara de Spencer estaba manchada de chocolate. Clay cogio una servilleta.
– ?Cuando viste ese programa?
– Aquel dia que volvi de la escuela con dolor de estomago. ?No lo recuerdas? Bueno… -Spencer se lamio los dedos sin hacer caso de la servilleta que sostenia su padre-. Tal como yo lo veo, uno de nosotros tiene que casarse con ella. Y si no vas a ser tu, tengo que ser yo.
– ?Eh!
Clay impidio que cinco dedos avidos se hicieran con un pastel.
– Volvamos a la habitacion.
– ?Por que?
Porque su hijo se habia contagiado de aquella obsesion que residia en los genes de los Stewart de proteger a Liz, el panico ante la idea de su relacion con otros hombres, de que tuviera hijos con otros hombres, de que le gustara a otros hombres.
Clay tenia que dejar de pensar en ella. Y su hijo no le estaba ayudando.
Capitulo Ocho
Clay apenas tuvo tiempo de quitarse la chaqueta antes de que una morena con un corpino de lentejuelas rojas le pasara los brazos por el cuello y le besara ruidosamente en la boca. Otra criatura exuberante le dio una cerveza. Un disco sonaba a todo volumen en alguna parte y el humo le ataco en oleadas antes de que pudiera abrirse camino por el cuarto de estar. Habia olvidado que las fiestas en casa de Speed Matthews solian salirse de madre. Hacia anos que no pasaba un rato con su vieja pandilla: Tom, Frank, Speed…, y le iria bien un poco de descontrol. Aunque los tres estaban casados y pagando hipotecas, sabian como divertirse. Sus hijos estaban a buen recaudo en alguna parte. El alcohol fluia libremente.
– ?Que pasa contigo? ?Estas por encima del resto de los mortales? -le habia preguntado Matthews al verle a punto de rechazar otra invitacion.
Una morena que llevaba una blusa plateada se detuvo a su lado y le paso un brazo por la cintura.
– Te dejas ver muy raramente, Clay.
La conocia de alguna parte. Su primer impulso fue rechazar el contacto y el empalagoso perfume, pero no lo hizo. Conocia el juego de la morena. Una noche con alguien era mejor que una noche mas de silencio. Ni compromisos, ni ilusiones, ni decisiones. Clay conocia las reglas. La morena era el tipo de mujer que comprendia a un hombre como el. Mental, emocional y fisicamente Clay era muy consciente de que habia sido celibe desde que una rubia menuda habia vuelto a casa. Un asunto peligroso el celibato. Clay penso que una noche con otra mujer podria ser la unica cura posible para su obsesion con Elizabeth Brady. Charlo unos minutos con la morena y luego murmuro: -Volvere. Voy a por otra cerveza.
Se abrio paso lentamente hasta la cocina. Su cerveza estaba llena y sentia alivio al haber perdido de vista a la