– ?Maravilloso! Entra. Aunque debo confesar que esto esta hecho un desastre. Estoy empaquetandolo todo, Clay. Pasa por aqui. Estaba haciendo cafe.

– Estupendo.

Si ella le preguntaba para que habia ido a Milwaukee, no sabria que decirle. Por el momento no queria decirle nada.

Queria hundir las manos en su pelo rubio y borrar aquella sonrisa con su boca.

– Mudarse es tremendo. Solo he estado aqui un ano y no puedo creer la cantidad de bobadas que he acumulado.

El la siguio hasta la estrecha cocina, donde ella se puso de puntillas para coger dos tazas. El movimiento puso en tension sus muslos y su trasero. La mandibula de Clay se nego a funcionar hasta que ella se volvio con una sonrisa y una taza humeante.

– Me han dicho que te vas a casar -dijo el alegremente, pero podria haberse liado a patadas con un armario.

– Si. ?Te lo ha dicho Andy?

– Lo menciono, si.

El tomo un sorbo de cafe y dejo la taza en la barra.

Liz solto una carcajada..

– Clay, me temo que no voy a acabar nunca si no sigo con esto.

– Muy bien, muy bien. Sigue haciendo lo que estes haciendo. ?Como es el?

– ?Quien?

– El hombre con el que te vas a casar.

– ?Oh!

Ella saco un cajon, ese que existe en todas las cocinas para guardar un poco de todo. Se movio entre las cajas hasta encontrar la que estaba buscando y entonces empezo a echar dentro abrelatas, martillos, destornilladores, lapices, llaves y un saca corchos.

– Es un hombre maravilloso, Clay. Te gustara mucho.

– Solo llevas aqui once dias.

«Doce horas y treinta y siete minutos», anadio Clay mentalmente.

– Pero hace mucho tiempo que le conocia -dijo ella.

– ?Cuanto?

– Anos.

– Eso esta bien. Eso esta muy bien -dijo Clay en tono razonable-. ?Y a que demonios se dedica?

– ?Te refieres a su trabajo? Trabaja con la gente. Es maravilloso tratando a la gente; es muy sensible y carinoso. La clase de hombre que se hace querer y respetar.

Ella desaparecio. El la siguio rodeando las cajas y bultos del cuarto de estar. Su dormitorio era pequeno. La unica cosa que contenia todavia era una cama de bronce. El miro fijamente las sabanas revueltas.

– ?Como esta Char? -pregunto ella despreocupadamente.

– ?Char que?

Ella se habia inclinado otra vez para sacar cosas de los cajones. Cositas amarillas y rosas, y el miraba su trasero, su espalda, el pelo que rozaba las mejillas.

– ?No crees…?

Clay noto su tono agresivo y carraspeo. Luego lo intento otra vez.

– ?No crees que has decidido casarte un poco deprisa?

– No creo, Clay. Como te he dicho, hace mucho que le conozco. Creo que siempre lo he sabido.

Ella se balanceo sobre los talones y en sus ojos aparecio una expresion sonadora.

– Siempre he sabido que era el hombre adecuado para envejecer juntos, para tener hijos. Es tan bueno, Clay… El mejor de los hombres. El tipo de hombre al que puedes confiarle tu vida.

– Magnifico.

– Y me necesita -ella le miro con una sonrisa extrana-. Es la clase de hombre con el que se puede contar cuando las cosas van mal, pero hay algo mas importante que eso… Supongo que una mujer como yo necesita sentirse necesitada tambien.

– Me alegro de que te sientas necesitada.

– Sabia que te alegrarias.

– No podria alegrarme mas por ti.

– ?Sabes una cosa? -pregunto ella con suavidad-. Sabia que reaccionarias asi. No dejabas de decirme que algun dia encontraria al hombre adecuado y el es maravilloso, Clay

Algo estallo en Clay: su cabeza, su corazon, sus huesos, todo. No tuvo tiempo para pensar que podia hacerle dano a Liz. De pronto sus manos estaban en los brazos de ella para atraerla hacia si. Una mano se poso en la nuca de ella y la otra la rodeo mientras su boca se cerraba sobre la de Liz.

Aquel contacto fisico causo una explosion. Los labios de ella se amoldaban a los suyos como si le pertenecieran. Absorbio su aroma, su sabor, su suavidad. La cabeza le daba vueltas. Sabia que la abrazaba con tanta fuerza que debia estar haciendole dano, pero no podia soltarla. El dolor que sentia en su interior era mayor que el cielo, aterrador en su desesperada e implacable intensidad. Como si un rayo de sol se introdujera en un mundo totalmente negro, sintio los dedos de ella en su pelo, sus pequenos pechos contra su torax, el calor y el deseo fluyendo en ella. Liz estaba respondiendo. Hizo un esfuerzo para alzar la cabeza. Su voz no fue mas que un aspero susurro.

– ?Crees que ese hombre tuyo te hace sentir este fuego?

– Siempre…

Ella estaba sin aliento.

– Siempre que me toca.

– No.

– Siempre -repitio ella-. Y tu deberias saberlo, Clay

– ?Que?

– He dicho que deberias saberlo. El cielo sabe que nunca he sido capaz de estar mas de dos minutos sin tocarte, desde la primera vez que te vi.

El parecia confuso, tenso, desesperado. Tenia el pelo revuelto. Su corbata parecia la de un adolescente de catorce anos que se la hubiera puesto por primera vez. Fue a colocarsela, pero luego deshizo el nudo y se la quito.

– Encanto…

– ?No me llames encanto!

Si no le quisiera tanto, habria sentido la tentacion de utilizar la corbata para estrangularle. Habia ido a verla, y era todo lo que necesitaba saber sobre lo que Clay Stewart sentia por Elizabeth Brady. Su corazon estaba estallando de dicha, pero le temblaban las manos. No porque tuviera miedo o se sintiera insegura, sino porque estaba furiosa.

– Durante mucho tiempo has estado dominado por esa estupida ilusion de que yo no conozco mi propia mente, Clay. Que necesito que alguien me proteja para no cometer locuras. Que soy incapaz de actuar con sensatez -le golpeo en el pecho con un dedo-. Dejame decirte algo, tio. Tengo un criterio excelente, especialmente con los hombres. Si, en una ocasion meti la pata. No soy perfecta, pero conozco a un hombre bueno cuando lo veo. Tu no -volvio a aguijonearle con el dedo-. No me gustan los perdedores, Clay. La vida es condenadamente corta y no tengo tiempo que perder. Ya no. Solo voy a aceptar a un hombre, al mejor, y ya es hora de que lo creas… ?No discutas conmigo!

– Liz…

?Cielo santo! ?Quien habria dicho que aquel angel de ojos castanos podria convertirse en una arpia? Estaba totalmente descontrolada. Las lagrimas brotaban de sus ojos. Agitaba las manos violentamente. Estaba chillando.

– ?Y otra cosa…!

Clay no tenia tiempo para «otra cosa». Habia estado a punto de perder a la unica mujer que habia creido en el. Comprendio que habia ido alli a arrebatarsela al hombre con el que ella pensaba casarse y no era un comportamiento honorable… no si ella habia encontrado al hombre adecuado, a un buen hombre. Daba igual. El

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