– No me vengas con tonterias. No habrias hecho la compra aunque te hubiera avisado con cuatro anos de antelacion.
Milagrosamente encontro dos paquetes de filetes detras del helado y los platos precocinados.
Las sonrisas de Andy eran tan indolentes como el.
– No he dicho que habria hecho la compra. He dicho que no he tenido tiempo.
Anadio en tono indiferente:
– Casi vuelves a parecer humana.
– Gracias.
El tono de Liz fue ironico y aliviado a la vez. Discutir con Andy era tan reconfortante como un buen fuego en una fria noche de invierno.
– Cuando entraste por esa puerta anoche…
– Lo se. Parecia la novia de Frankestein. No me lo restriegues. Cuarenta y ocho horas sin dormir y un viaje de cuatro bajo la lluvia.
Giro el mando del microondas a «descongelado» y le dirigio a Andy una sonrisa tranquilizadora. No habia tenido intencion de preocuparle la noche anterior. Sabia que el la apoyaria en cualquier crisis, pero tambien era un hombre al que le daba panico hablar de emociones.
– ?Estas segura de que ahora te encuentras bien? Porque Clay pensaba que…
– Desde luego que estoy bien, aparte de sentirme como una nina malcriada por haber dormido todo el dia. Y en cuanto a Clay…
Ella no habia empezado a beber aquellas letales limonadas hasta que Andy se fue a la cama, convencido de que Clay y ella querian hablar de los viejos tiempos. Entonces…
– Que mas da lo que piense Clay.
El microondas emitio un zumbido. Los dos filetes estaban pidiendo a gritos un buen aderezo.
– Escucha, hermano, como te dije por telefono, estoy considerando la posibilidad de mudarme aqui. Pero no significa que tenga que ser exactamente a esta casa. Quiero que seas sincero conmigo porque si me interpongo en tus planes…
– No seas mas idiota de lo que ya eres, ?quieres? Que yo sepa, esta casa es tan tuya como mia.
– Tienes treinta y un anos y llevas mucho tiempo viviendo solo. Quizas haya alguien en tu vida.
– Miles de mujeres aporrean mi puerta todas las noches -admitio Andy ironicamente-Pero aun asi, creo que podemos llegar a un acuerdo. A ver si te metes en la cabeza que eres bienvenida, ?quieres, hermanita? Aunque si eso te preocupa, podrias encargarte de la cocina y de la lavanderia y de…
– ?Has dicho que querias tu filete carbonizado?
– ?Eh! Estaba bromeando. ?Estas mal de dinero?
– No. ?Y tu?
– Siempre -empujo los papeles a un lado de la mesa-. Ese asunto del divorcio, ?esta acabando ya?
– Firmado y sellado. Hace dos dias.
El tono alegre de Liz habria ganado un premio de interpretacion.
– ?Maldita sea!
– ?Que pasa?
– Me habia olvidado que Michigan juega con Notre Dame esta tarde. Me he perdido los dos primeros cuartos.
– ?Oh, no! -Liz se dio una palmada en la frente-. El mundo ha llegado a su fin. La vida ha terminado. El dia esta echado a perder. ?Como sobreviviremos?
– Por motivos que no puedo imaginar -dijo Andy desde la puerta-, te he echado de menos.
Liz tambien le habia echado de menos. Con nadie mas estaba tan comoda como con su hermano. Fue como si no hubieran pasado diez anos: pasaron la cena hablando, luego pelearon por ver quien fregaba y despues se instalaron en sofas opuestos para ver la pelicula del sabado por la noche.
Cuando Andy se fue a la cama, ella se encontro dando vueltas por las habitaciones, dejando que el silencio, la soledad y la sensacion de estar de nuevo en casa la invadieran. No habia cambiado casi nada. El carillon del vestibulo seguia atrasando cuatro minutos. El cuarto escalon de la escalera seguia crujiendo. La leonera seguia atestada de periodicos, libros a medio leer y mantas de estambre.
Cuarenta y ocho horas antes, el instinto de volver a casa habia sido fuerte, rapido e imparable. La llegada del decreto de divorcio habia sido el catalizador. Un extrano podria pensar que era irracional, puesto que el matrimonio habia terminado un ano antes de que el sistema legal asi lo reconociera. Un extrano habria considerado irracional tambien que hiciera el equipaje, cerrara con llave su apartamento de Milwaukee y se fuera de vacaciones sin avisar en el trabajo seguro y agradable que habia tenido durante mas de cinco anos.
Habia sentido la desesperada necesidad de volver a casa inmediatamente. No podia esperar. Le daba igual que el mundo entero considerara irracionales sus acciones. Liz sabia que volver a casa era la mejor decision que habia tomado en diez anos.
Se detuvo delante de la ventana panoramica del cuarto de estar. Podia ver el vecindario en el que habia crecido, los patios con arboles.; los columpios de los ninos y los porches en donde la gente se sentaba durante las noches de verano.
Era curioso, pero Ravensport tenia un olor caracteristico. Olia a familia, a algo perdurable, a personas a las que encantaba cotillear y escandalizarse de la subida de la gasolina, pero para quienes los problemas de Oriente Medio quedaban muy lejanos. Alli lo importante era tener para comer, permitirse un coche nuevo, y el corrector dental de los ninos. Ravensport olia a la vida real.
Cuando el reloj del pasillo dio las doce, Liz seguia dando vueltas, tocando cosas. Los recuerdos de sus anos de crecimiento llenaban todas las habitaciones. Era tranquilizador. Pero no habia vuelto a casa porque creyera que iba a resultar facil.
La ultima vez que habia vivido alli tenia diecisiete anos. Era. ingenua, testaruda, segura de si misma y estaba terriblemente enfurecida por dentro. Andy habia sido su guardian durante su ultimo curso en el instituto. Despues de su divorcio, sus padres habian dado por sentado que ella viviria con uno de ellos. Los dos se habian equivocado por completo y nadie se habia molestado en aligerar el polvorin emocional de la adolescente en la que se habia transformado repentinamente.
Excepto Clay Stewart, claro.
Liz casi sonrio al surgir en su cabeza antiguos recuerdos.
Todavia podia ver el largo brazo de Clay impidiendole salir del cuarto de bano que habia junto a la cocina. «Si crees que vas a salir con ese tio cursi de vaqueros cenidos, estas equivocada».
Recordo otra escena en el comedor. Ella llevaba sus mejores galas para el baile de graduacion; contrastaban con los vaqueros raidos y la camisa deshilachada de el.
– Clay, toda la clase va a estar alli.
– Entonces, toda la clase puede acompanarte de vuelta a casa -le habia dicho el.
Y, despues del divorcio de sus padres, se recordaba sentada en el porche con el. En realidad, no habia estado sentada. Estaba tumbada de espaldas, en pantalones cortos, los pies descalzos apoyados en la barandilla del porche. Las luciernagas revoloteaban en la noche de verano. El no habia interrumpido su muy maduro monologo sobre lo estupido que era el matrimonio, lo estupido que era el amor y que, por lo que decian las demas chicas, deducia que el sexo tampoco valia la pena. El no habia dicho nada hasta que ella hubo acabado y luego la habia estrechado entre sus brazos y habia murmurado:
– Lo creas o no, algun dia perdonaras a tus padres. Tambien dejaras de sentir que es culpa tuya. No puedes hacer nada, Liz. Si quieres estar furiosa, adelante. Yo estoy aqui contigo.
A los diecisiete anos, Liz habia estado tan enamorada de Clay que no podia pensar con claridad. El siempre estaba alli cuando necesitaba a alguien. Siempre comprendia. Superficialmente, Clay Stewart era el ultimo hombre de la tierra digno de confianza, a pesar de ser amigo de su hermano desde hacia mucho tiempo. Nadie en Ravensport se habia metido en mas problemas que el. Su madre bebia y nadie sabia quien era su padre. Le habian detenido dos veces por conduccion temeraria. Cuando la hija del alcalde se quedo embarazada, acuso a Clay y se armo un buen escandalo cuando el se nego a casarse con ella. Siempre estaba metido en lios.
Liz sabia todo aquello, pero no le importaba. Desde nino, Clay habia usado una chaqueta de cuero, habia andado con gesto fanfarron y un brillo peligrosamente sexy en los ojos. Todo el pueblo pensaba que era arrogante, agresivo y pendenciero. Ella le veia como un hombre solitario que necesitaba desesperadamente