encendidas. Por contraste, solo habia una luz encendida en la casa de soltero, dandole un aspecto fantasmagorico.

A ella le gustaban las historias de fantasmas, se recordo a si misma. Ademas, era demasiado tarde para echarse atras.

Antes de que pudiera salir de la furgoneta se encendieron las luces del porche, de modo que los hermanos debian de estar esperandola, penso.

Mop y Duster saltaron del asiento y galoparon entre las sombras para hacer pis antes de dirigirse corriendo hacia ellos. Phoebe las siguio, mas despacio. Los mismos Lockwood que la habian convencido en el aparcamiento del hospital estaban ahora acariciando a sus perritas, pero se pusieron muy serios en cuanto ella se acerco.

– Voy a pagarte ahora mismo -dijo Harry.

– Anda, callate. Te he dicho que quinientos dolares es una barbaridad. No me gustan los chantajes -replico Phoebe-. Y tampoco se hacer milagros.

– No es eso lo que nos han dicho.

– Bueno, pues os han informado mal. Esto no tiene nada que ver con lo mio. Tu hermano pensara que estais locos por traer aqui una masajista. Y yo tambien.

Encogiendose de hombros, Ben le hizo un gesto para que lo siguiera, con las perritas adelantandose, como si conocieran el camino.

No era su tipo de decoracion, pero la casa le gustaba. La cocina estaba llena de platos y fuentes de comida sin tocar, habia armarios con puertas de cristal y el suelo era de barro. Tenia que identificar las cosas con la luz del pasillo porque, aparentemente, alli nadie creia en los beneficios de la electricidad.

Ademas de la cocina y un par de dormitorios, a la derecha estaba el salon. Phoebe estaba mirando la chimenea de piedra cuando oyo una especie de grunido:

– ?Que demonios…?

Estaba claro que sus perritas se habian presentado ante Fox Lockwood.

El salon estaba apenas iluminado por una lamparita con una bombilla de cuarenta, pero enseguida vio que alli habia mucha testosterona. Nada de estampados alegres en el sofa o las cortinas. Suelos de madera, persianas, muebles de madera oscura: la casa de un hombre. El sofa y los sillones, tapizados en tono granate, una mesa de madera con marcas de vasos… La habitacion olia a polvo y al whisky de la noche anterior.

La soledad de ese cuarto le toco el corazon… y si, tambien la solitaria figura sentada en el sofa.

Si sus hormonas se hubieran despertado a primera vista, habria salido corriendo. Esa era la amenaza, claro. Que le gustara un hombre que pudiera volver a hacerle dano… un hombre que pensara lo que no era de su profesion, que la juzgara por las apariencias.

Pero eso no iba a pasar. No con aquel hombre.

Fox era tan seguro que bajo la guardia. No iba a hacerle dano. Y tampoco iba a fijarse en ella.

Una sola mirada y su corazon se lleno de compasion.

Habia pensado que Fox Lockwood seria guapo porque sus hermanos lo eran. Pero era mas largo que Abraham Lincoln e igual de delgado. Tenia los ojos oscuros, hundidos, un rostro anguloso de mandibula cuadrada y labios delgados. Los hombros anchos, como sus hermanos, pero los vaqueros le quedaban grandes, como si hubiera adelgazado recientemente.

Sus hermanos tenian una sonrisa encantadora. Sin embargo, en los ojos de Fox habia tanto dolor que Phoebe tuvo que contener el aliento.

Solo tuvo un momento para mirarlo y para darse cuenta de que sus dos bolas de pelo estaban encima de el… antes de que el la viera en la puerta.

– Oso, Alce, sacadla de aqui.

No lo grito. Su tono no era ni remotamente grosero. Era simplemente frio y cansado. Los dos hermanos salieron de la cocina.

– Tranquilo. Solo queremos que hables…

Quiza Fox era el mas joven de los dos, y el mas debil, y sin embargo, parecia el jefe de la familia.

– No se que queriais hacer, pero no va a pasar. Fuera de aqui. Dejadme en paz.

?Quien habria pensado que el flaco y antipatico Fox pudiera expresar tanta autoridad?, se pregunto Phoebe.

Pero esa no era la razon por la que su corazon habia empezado a latir como loco.

El ni siquiera la habia mirado. Ni a sus hermanos. Tenia los ojos cansados y la piel cetrina por la falta de sol.

Pero sus perritas no se separaban de el. Las dos sabian a que humano habia que evitar y cual necesitaba atencion. Las dos respondian instintivamente al dolor.

Ahora entendia por que aquel sitio estaba tan oscuro. La luz, sin duda, le haria dano.

Se dijo a si misma que su pulso latia acelerado por razones obvias: le importaba aquel hombre que estaba sufriendo. Siempre le pasaba igual. No estaba respondiendo porque fuera del genero opuesto. De eso no tenia que preocuparse, estaba segura. Y no podia alejarse de un ser humano que estaba sufriendo.

– Salid un momento -le dijo a los dos hermanos-. Dejad que hable a solas con el. Mop, Duster, tranquilas, ?eh?

Las perritas obedecieron de inmediato, pero los chicos no eran tan faciles de convencer.

– A lo mejor nos hemos equivocado -empezo a decir Harry-. No podemos dejarte a solas con…

– No pasa nada -insistio ella, empujandolos hacia el pasillo.

Por supuesto, no fue tan facil. En cuanto cerro la puerta, la casa se quedo en completo silencio y un escalofrio recorrio su espalda al ver el brillo furioso en los ojos de Fox.

Pero Phoebe solo tenia miedo de una cosa.

Y no era aquella.

Tenia miedo de los seductores. Pero un alma torturada y malhumorada como Fox Lockwood era pan comido. El pobre no sabia a quien habian llevado sus hermanos a cenar.

Capitulo 2

– Fox, me llamo Phoebe Schneider. Tus hermanos me han pedido que viniera.

El oyo la voz y vio la sombra, pero era como intentar procesar informacion a traves de una niebla. Le dolia la cabeza si intentaba concentrarse. Y cuando intentaba hablar. Y cada vez que respiraba sentia como si le clavaran cuchillos en los costados.

– Me da igual quien sea. Vete.

Parecia haber un perro… no, dos, sobre sus piernas. Podia sentir sus hocicos mojados, pero no le importaba. Quiza era la sorpresa, el pelo rizado bajo los dedos. Pero entonces la mujer les ordeno que bajaran al suelo y ellos obedecieron de inmediato.

– Me encantaria marcharme, Fox. La verdad, yo no queria venir aqui para nada. Pero tus hermanos son unos pesados… Se les metio en la cabeza que podia ayudarte y no me dejaron ir hasta que les prometi que, al menos, lo intentaria.

Los dolores de cabeza siempre aparecian con retazos de memoria. El chico de pelo oscuro y preciosos ojos tristes tomando la tableta de chocolate y luego… la explosion.

Los dolores de cabeza repetian siempre el mismo patron. A veces, como en aquel momento, literalmente veia las estrellas. Ironicamente, eran preciosas, con un aura plateada que lo habria hipnotizado si no hubiera un martillo golpeando sus sientes. Y si, oia la voz de la mujer. Su voz era como de terciopelo, suave, sexy, tranquilizadora. Pero no entendia bien sus palabras porque nada se registraba en su cerebro en aquel momento.

Pero seguia alli. Eso lo sabia.

Oyo un ruido, como si soltara sobre el sofa un jersey o una chaqueta. Y entonces, de repente, percibio nuevos olores en la habitacion: camelias, fresas, naranjas. Y le parecio ver una larga melena color canela oscura.

Cuando el dolor de cabeza era tan horrible, nunca estaba seguro de que era realidad y que era alucinacion.

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