– No quiero que desperdicies tu energia hablando, pero me gustaria saber el porque de estos dolores de cabeza. Tus hermanos me han dicho que estas recuperandote de una explosion. ?Donde recibiste el impacto, en la cabeza o en el cuello?

El intento contestar sin mover los labios.

– Tengo trozos de metralla por todo el cuerpo. Pero no en el cuello ni en la cabeza… Demonios -entonces cerro los ojos y apreto los dientes-. Vete de aqui.

– Lo hare -prometio ella-. Entonces, ?son migranas?

Fox no contesto.

– Si son migranas -siguio Phoebe -supongo que el medico te habra dado unas pastillas…

No funcionaba.

– Yo antes tomaba montones de pastillas: codeina, ergotamina, pastillas de calcio… pero he dejado de tomarlas. Vomito cuando tomo pastillas…

Alarmado, el noto que se acercaba. Y si, definitivamente, tenia el pelo largo, color canela oscura. Otras impresiones lo bombardeaban: el olor a fresas, a camelias. Una boca sensual, de labios generosos. Los ojos claros. Azules. Muy azules.

– Vete -repitio.

Si tenia que echarla a empujones, lo haria. Acabaria agotado, pero lo haria.

Por fin, ella parecio entenderlo porque se dio la vuelta. Fox oyo sus pasos, oyo el ruido de la puerta, las voces de sus hermanos y luego la puerta cerrandose de nuevo.

El repentino silencio deberia haberlo hecho sentirse en paz, pero no era tan facil. Fox se concentro en cerrar los ojos, sin moverse, sin pensar, sin respirar mas de lo necesario. Pero el rostro del nino volvia a aparecer en su mente. Un nino pequeno, como los ninos a los que solia dar clase de historia…

Y el golpeteo que sonaba en su cabeza era como el mazo de un juez, como si lo estuviera acusando de un terrible crimen, como si lo hubiesen declarado culpable sin darle la oportunidad de defenderse.

Entonces volvio a oir su voz otra vez… su voz, su presencia y si, sus perros. Uno se sento en su estomago e intento chupar su mano.

– Abajo, Mop -dijo ella y, de nuevo, el animal obedecio-. Normalmente trabajo en casa, asi que mis perritas estan acostumbradas a mis pacientes. Y cuando no estoy en casa, dejo abierta una puertecita que da al jardin. Pero no les gusta que me vaya por las noches, asi que suelo llevarlas conmigo.

– No… -murmuro Fox.

Aquello habia ido demasiado lejos. El proposito de la charla era distraerlo y estaba harto. Entonces oyo que encendia una cerilla. La chica apago la lampara y encendio una vela. Aquella desconocida habia apagado la lampara y encendido una vela… Aunque la oscuridad era mucho mas agradable para sus ojos, para su cabeza.

– Cierra los ojos.

– Por Dios bendito… ?tengo que echarte de mi casa a empujones?

– Cierra los ojos y relajate. No tienes que preocuparte por mi, no voy a molestarte. Calla y relajate.

Aquello era tan ridiculo que Fox se quedo momentaneamente estupefacto. Incluso desaparecieron los recuerdos. Imaginaba que debia de ser enfermera o algo parecido, pero le daba igual.

– No se que demonios estas… yo, ?que…?

Lo habia tocado.

Estaba detras de el y habia puesto las manos en sus sienes. Unos dedos largos, suaves, acariciaban sus sienes y su frente. Le estaba poniendo una sustancia, una crema. Ella empezo a masajear su frente, el puente de la nariz, el cuero cabelludo…

Fox abrio la boca para decirle que se fuera, incluso pudo emitir la «J» de la palabra que iba a decir, pero no lo hizo.

Queria decir un taco, pero no le salia nada.

Exasperado, intento hablar, pero ella seguia masajeando su cabeza con aquella crema…

– No puedo eliminar una migrana, pero si podemos conseguir que te relajes, al menos podras dormir un rato. Estas tan tenso por el dolor que no puedes relajarte. Si pudieras moverte un poco, el brazo del sofa no me molestaria tanto…

El habia dejado de escucharla. No podia escucharla. Estaba demasiado ocupado… sintiendo.

Aquella chica seguia masajeando sus sienes, sus orejas, su cuello. Frotando, calmando, acariciando.

Cuanto mas lo masajeaba, mas sentia el una profunda excitacion sexual. Aunque no le estaba haciendo nada sexual, no lo tocaba por debajo del cuello.

El dolor de cabeza no desaparecio inmediatamente, pero las sensaciones que invocaba eran mas grandes que el dolor, tanto como para distraerlo.

Ella empezo a canturrear por lo bajo la cancion Summertime. Esa cancion sobre lo facil que era la vida cuando el algodon florece. Cantaba fatal. No tenia oido y deberia ponerlo de los nervios, pero no era si.

Las yemas de sus dedos acariciaban sus ojos cerrados, tan suavemente como si fueran de seda. Rozaba sus pomulos, su mandibula, volvian a subir…

De repente se puso duro, lo cual era tan imposible como el resurgimiento del ave fenix. Ningun hombre podia tener una ereccion con tal dolor de cabeza. La idea era absurda.

Pero ninguna mujer lo habia tocado asi. Nunca habia sentido esa conexion. Como si hubiera alguien al otro lado del oscuro abismo y ya no estuviera solo, como si supiera cosas intimas de el, cosas sobre sus sentimientos que no sabia nadie mas.

Era aterrador.

El no dejaba a nadie entrar en su vida. O no lo hacia desde que volvio de Oriente Medio. Desde entonces, su vida habia cambiado irrevocablemente. Queria que lo dejaran solo y en paz. Tampoco la queria a ella a su lado, pero… demonios.

Se veia tragado poco a poco por una especie de hechizo.

Aquella chica podia decir lo que quisiera, hacer lo que quisiera mientras siguiera dandole ese masaje. Toda la rehabilitacion en el hospital no habia servido de nada.

Hasta que ella aparecio.

Tenia los ojos cerrados y podia sentir que llegaba. El sueno. El sueno de verdad, no ese en el que despertaria sobresaltado, cubierto de sudor, con el corazon acelerado, viendo gritos y explosiones y la cara de aquel nino.

No, ese no. El otro sueno. El sueno reparador, el sueno en el que uno se hunde en la oscuridad y puede… dejarse… ir.

Mop y Duster levantaron la cabeza cuando apago las velas. Phoebe espero para comprobar el ritmo de la respiracion de su paciente y luego tomo sus cosas y salio del salon intentando no hacer ruido.

Ben y Harry estaban esperando en la puerta.

– Se ha dormido.

Los dos hermanos se miraron.

– No puede ser. Ya no duerme. De hecho, eso es parte del problema, que no puede descansar.

– Pues ahora esta profundamente dormido -dijo Phoebe.

No sabia cuanto tiempo habia estado dentro de la casa, pero ahora el cielo estaba negro como el carbon.

Era normal que le temblasen un poco las manos despues de un masaje. Pero aquella noche habia otra razon para ese temblor, una razon que la turbaba. Y, encima los hermanos Lockwood la miraban como si fuera una santa.

– No he hecho nada especial. No puedo curar las migranas. Pero lo mejor para la gente con dolores de cabeza es que duerman. Podria haberlo hecho cualquiera…

– Pero nadie lo ha conseguido. Y no sabes cuanta gente ha pasado por aqui.

Phoebe no pensaba discutir. Ademas, le dolian las rodillas de estar inclinada en el sofa y sus manos… seguian sintiendolo.

– Estara mejor cuando despierte… ?vive solo aqui?

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