– Que Deefer tiene que dormir en los establos.
– Veo que en eso no le has hecho mucho caso -Andreas agarro al perro, le dio la vuelta y le rasco la tripa.
– No trates de congraciarte con mi perro -espeto Holly, y Andreas sonrio.
Fue a sentarse en la cama, frente a ella. Era enorme, asi que no habia motivo para que a Holly se le encogiera el corazon solo porque se sentara Andreas.
«Sigue enfadada», se dijo a si misma, pues era la unica defensa con la que contaba.
– Tu madre dice que necesito unas clases de protocolo.
– Te vendrian muy bien -dijo el.
– ?Por que?
Andreas dejo al perro en el suelo, consiguio que se entretuviera con la alfombra y volvio a mirarla a ella.
– Holly, quiza podriamos tener un matrimonio de verdad -sugirio con cautela.
– Un matrimonio de verdad -repitio ella, como atontada y sin aire en los pulmones.
– Parece ser que el plan de casarnos esta funcionando mucho mejor de lo que esperabamos. La gente te ve como una especie de Cenicienta y te tienen mucho carino. Sebastian cree que podria funcionar.
Sebastian.
– ?Eso cree? -replico, tratando de mantener la calma-. Deberias saber que…
– Y a mi me gustaria mucho.
Ahi estaba otra vez. El hormigueo que habia sentido a los diecisiete anos cuando los habia presentado su padre. Pero multiplicado por un millon.
– Entonces no se trata de Sebastian -dijo suavemente, casi para si misma-. No se trata del pais. Sino de nosotros dos.
– Es cierto -admitio el un segundo antes de retirar las sabanas y tirar de ella para poder estrecharla en sus brazos y besarla suavemente-. Se trata de nosotros.
– Pero manana…
– Soy principe, Holly -le recordo con voz triste-. Tengo obligaciones que debo cumplir. No voy a permitir que mi pais acabe en la ruina, pero ahora… ahora solo existes tu, mi amor.
Hasta el amanecer, penso Holly, pero fue un pensamiento fugaz porque Andreas estaba abrazandola, besandola y pidiendole que respondiera del mismo modo. ?Que otra cosa podia hacer?
Tenia razon. Solo existian ellos dos.
Hasta el amanecer.
Cuando desperto, el ya se habia ido. Se dio media vuelta en la enorme cama y se dio cuenta de que estaba sola.
Ni siquiera estaba Deefer, pero a este lo encontro junto a la puerta, como si esperara que volviera a entrar su amo.
– Vuelve a la cama, Deef -dijo, pero el cachorro se limito a llorar, apoyando la nariz en la rendija entre la puerta y el suelo. Holly se levanto a buscarlo y lo llevo de nuevo a la cama.
Una matrimonio de verdad. ?Ja!
– Ya veras como te gusta Australia -susurro-. Alli podras comportarte como un perro y yo… bueno, yo volvere a ser la de siempre.
La solitaria, la que lloraba la muerte de su hijo y la perdida de su gran amor.
De pronto llamaron a la puerta y aparecio una doncella, disculpandose.
– Senora, Su Majestad la reina Tia ha fijado una leccion de protocolo a las diez y ha pedido que la informe de que le serviran el desayuno a las ocho en el gran comedor, donde la espera un maestro de etiqueta.
Y volvio a cerrar la puerta.
– Etiqueta…, eso es lo que hay para desayunar -murmuro Holly, de nuevo a solas con Deefer-. Nada de cafe y huevos -solo con pensarlo sintio un escalofrio-. Deefer, creo que quiero irme a casa.
Pero…
– Dije que iba a darle una oportunidad a todo esto. Andreas dice que tenemos que seguir casados y yo le creo.
Pero…
– Pero nada -se dijo a si misma-. No pienses en la granja ni en nada…, solo en el protocolo.
Andreas estuvo fuera once interminables dias. Un tiempo en el que Holly ni siquiera pudo salir del palacio.
– La gente cree que siguen de luna de miel -le explico el jefe de relaciones publicas de la Casa Real -. Nadie sabe que Andreas esta en Grecia, y la luna de miel es la tapadera perfecta.
La tapadera perfecta. Por supuesto. Cuando todo el mundo creia que estaban disfrutando de su amor, Andreas estaba en Grecia y ella… ?en un infierno de protocolos!
– Siempre ira tres pasos por detras de su esposo. Fijese en sus pies; en el momento que se detenga, usted se detiene tambien. Si se da la vuelta para hablar con usted, tiene que acercarse a un paso, escuchar, sonreir y responder brevemente, pero nunca debe dar la impresion de no estar de acuerdo con el. Su marido es miembro directo de la familia real y usted no, lo que quiere decir que siempre tiene precedencia.
Si, pero ahora no esta aqui para disfrutar de esa precedencia -le dijo a Deefer el undecimo dia.
Habia salido a pasear al perro por los jardines,en la zona sur, donde no habia posibilidad de que la descubriera las camaras. Y ni siquiera alli se sentia comoda. De uno de los balcones de palacio salia musica; debian de ser las princesas. Apenas las habia visto, sin duda estaban demasiado ocupadas con sus cosas. No le gusto la musica que escuchaban.
Y tampoco le gustaba aquel lugar.
– Sera mejor cuando vuelva a casa -le habia asegurado Andreas en las breves llamadas que le habia hecho.
Lo habia oido cansado y estresado, por eso no le habia gritado, pero acabaria haciendolo. Con mucha deferencia, por supuesto. Si volvia alguna vez.
Estaba tan inmersa en sus pensamientos que no se dio cuenta de que Deefer se habia alejado de ella, habia salido corriendo hacia el lago, otra vez. Habia descubierto aquel lugar la semana anterior y habia estado a punto de causar problemas Con los cisnes…
– Vuelve aqui -le grito, pero el perro no hizo el menor caso.
El pobre cachorro estaba aburrido. Ella se habia pasado la manana asistiendo a interminables lecciones y Deefer habia tenido que esperar en el apartamento que Andreas tenia dentro de las dependencias del palacio. Parecia que alli a nadie le gustaban los animales.
El perro fue directo a los cisnes, lo que causo un gran revuelo entre las aves, que extendieron las alas mientras Deefer los perseguia sin dejarse intimidar.
Muy pronto no fue solo Holly la asustada. Llegaron gritos procedentes de los balcones del palacio y acudieron corriendo el jardinero principal con otros dos hombres mas jovenes. Holly miro atras mientras corria hacia Deefer… y de pronto creyo que se le paraba el corazon al darse cuenta de que uno de los hombres llevaba un arma. Una escopeta. Y estaba apuntando…
– ? No! -grito ella-. ?No!
Pero el tipo no bajo el arma, ni siquiera miro hacia donde se encontraba Holly. La musica sonaba mas alta donde estaba el. ?No la oia?
– ?No! -grito de nuevo-. Es mio.
El hombre no reacciono y sus dos acompanantes le habian dejado espacio para que disparara comodamente.
Holly estaba muy cerca. Rodeo el ultimo arbusto y se tiro en plancha sobre Deefer. ?Habia llegado tarde? Oyo el disparo y despues un grito.
Pero lo habia conseguido. Habia agarrado a Deefer y rodaba con el por el suelo, abrazandolo y llorando. Habia cisnes revoloteando por todas partes. No le importaba, Deefer estaba bien. Cerro los ojos…
– Holly…
Fue un milagro que lo oyera. El grito llego a sus oidos desde muy lejos, pero aun asi pudo percibir el horror de quien lo habia lanzado.
Andreas.