Le dolia la cara. Sintio el calor de la sangre corriendole por la mejilla.
Pero Deefer estaba bien. Se revolvia entre sus brazos, ansioso por escapar y seguir con su importante tarea.
– Holly! -ahora sono mas cerca.
Alguien habia apagado la musica. Holly abrio los ojos, aun con el perro entre los brazos. Se encontro con varios hombres. El que tenia la escopeta en la mano la miraba con horror. Habia dado un paso atras y, por la expresion de su cara, creia que iban a pegarle un tiro tambien a el.
Entonces aparecio Andreas a su lado. Parecia tan asustado que Holly se llevo la mano a la cara de manera instintiva para comprobar si realmente habia sido tan grave. No lo era. Era poco mas que un rasguno y apenas le habian salido unas gotas de sangre.
– Solo es un aranazo -dijo con mas impetu del que pretendia, y todos los que la rodeaban respiraron aliviados.
– Mi amor -susurro Andreas mientras buscaba alguna otra lesion. Despues la estrecho en sus brazos y la apreto contra si, estrujando en medio a Deefer, que protesto, pero nadie le hizo caso.
?Estaba sonando? No le importaba. Holly se abandono en sus brazos, sintiendo los latidos de su corazon, su fuerza y su proteccion.
Su hombre habia vuelto a casa cuando mas lo necesitaba.
– ?Quien ha disparado a mi mujer? -pregunto Andreas con una voz que ella no le habia oido nunca.
Sus palabras estaban impregnadas de furia, pero tambien de miedo, una combinacion que hizo que Holly sintiera un escalofrio.
– ?Y bien?
– Disculpe, senor… -era el mas joven de los jardineros, el que llevaba la escopeta.
Dio un paso al frente y, por la expresion de su cara, creia que seria el ultimo.
– Estaba intentando disparar a Deefer… -consiguio decir Holly. Miro al muchacho y penso que no tenia por que asustarse tanto si no habia pasado nada-. Yo… nosotros a veces tenemos que disparar a los perros salvajes cuando se cuelan entre el ganado.
– Exacto -dijo el muchacho y los otros dos asintieron.
– En el ultimo ano nos han matado a cinco cisnes -explico el mayor de todos. Hay algun animal que se cuela por el cercado. Las ordenes del rey son que disparemos.
– ?Estando mi mujer cerca? -pregunto Andreas, incredulo-. ?Sabiendo que se trataba de su perro?
– No sabia que era su perro y ella salio volando de repente -murmuro el joven-. Ninguna princesa corre asi. Se lanzo sobre el perro…
– Si no lo hubiera hecho, lo habrias matado -respondio Holly, atreviendose a mostrarse desafiante entre los brazos de Andreas.
– ?Esta bien?
La pregunta procedia de algun lugar a la espalda de los jardineros. Una mujer se abria paso entre los empleados, que se apartaron de inmediato al oir su voz. Era Tia, por supuesto. Iba vestida completamente de blanco, con unas perlas que debian costar una fortuna y unos zapatos de tacon muy poco adecuados para caminar por la hierba: claro que ningun zapato se atreveria a hundirse si era Tia la que lo llevaba puesto.
Pero parecia… asustada.
– Esta bien, madre -respondio Andreas.
Tia se mostro aliviada, pero solo durante un instante, luego se puso al mando de la situacion.
– Vi como el perro atacaba a los cisnes. Ya sabes cuales son las ordenes de tu padre. Son sus cisnes y hay que protegerlos a toda costa.
– ?Incluso a costa de la vida de mi mujer? -pregunto Andreas, indignado-. No puedo creerlo.
– Tu padre…
– Mi padre esta muerto -replico el-. Ya no se trata de lo que el piense, sino de lo que pienses tu.
– Por supuesto que no es lo que yo pienso -se volvio hacia los empleados-. Vuelvan al trabajo. No les hago responsables de la herida de la muchacha, solo estaban siguiendo las ordenes del Rey.
– Pero… -dijo el joven, como aturdido.
– La esposa de mi hijo se pondra bien -aseguro Tia-. Solo ha sido un rasguno… y no creo que vaya a denunciarnos -anadio, permitiendose una sonrisa-. Vayanse. Ahora mismo.
Todos obedecieron. Andreas seguia sentado en el suelo con Holly y Deefer entre los brazos y la reina los miraba desde arriba.
No comprendo por que los cisnes no salieron volando -comento Holly, tratando de buscar algo que borrara la expresion de furia de los rostros de madre e hijo.
– No pueden hacerlo -respondio la Reina -. tienen las alas cortadas.
– Ya sabes que los cisnes siempre vuelven a su lago -intervino Andreas-. Pero mis padres les cortan las alas de todos modos para asegurarse.
– Por el amor de Dios, Andreas… Son ordenes de tu padre -insistio Tia, pero su voz no parecia segura como antes-. Ya lo sabes, asi son las cosas. Ya le dije a Holly que dejara al perro en los establos.
– El perro vive con Holly y esta es su casa, madre.
– No es mi casa -intervino Holly tratando de ponerse en pie. Andreas la ayudo y fue una suerte que no se encontraba nada bien. Le temblaban piernas y, aunque estaba deseado alejarse de ellos dos miembros de la realeza, necesitaba el apoyo de Andreas. Pero antes debia decir algo-. Mi casa esta en Australia y es alli donde me voy.
– No puedes irte todavia -dijo Tia, sorprendida ver el gesto de disgusto de Andreas.
– Puedo irme cuando quiera. ?No es cierto, Andreas?
El la apreto contra si, lo que permitio que percibiera su tension, parte de la cual no tenia nada que ver con ella.
– Asi es -respondio tajantemente-. Holly se ha casado conmigo para ayudarnos y ha cumplido su parte del trato. Ya le hemos dicho a la prensa que hara frecuentes visitas a la propiedad que tiene en Australia. Es libre de marcharse cuando quiera.
– Sebastian opina que es mejor que se quede -insistio Tia con la misma dureza.
– Sebastian no controla mi vida privada -replico Andreas-. Del mismo modo que mi padre ya no controla la tuya. Creo que ambos deberiamos darnos cuenta de eso. Entretanto, mi esposa es cosa mia y tiene total libertad.
– Muchas gracias -dijo Holly y se habria apartado si Andreas no hubiera seguido sujetandola.
Sobre la camisa de Andreas cayo una gota de sangre.
– Tengo que llevarte dentro a que te vean esa herida.
– Tendra que quedarse -afirmo Tia con una voz que parecia casi de desesperacion.
·-?Como piensa cortarme las alas? -le pregunto Holly, temblando. Empezaba a darse cuenta de lo cerca que habia estado de la tragedia-. Soy libre. Andreas… Andreas es mi marido, pero eso no es suficiente para retenerme. Me voy a casa.
Andreas hizo caso omiso de sus protestas y la llevo a una habitacion junto a las cocinas que hacia las veces de sala de primeros auxilios. No le quedo mas remedio que recostarse en sus brazos y dejar que la llevara donde quisiera. Quiza habia parecido desafiante frente a la Reina, pero lo cierto era que por dentro estaba destrozada y a punto de llorar.
– ?Cuando has vuelto? -consiguio decir mientras el abria la puerta de la sala con el pie.
– Hace diez minutos. He venido directamente a buscarte.
– Podrias haber llegado antes -claro que quiza entonces ella habria estado distraida y no habria podido salvar a Deefer, penso con un escalofrio.
– Dios, Holly, pense que estarias bien aqui.
– Si, bueno, pero tienes muchos matones armados.
– No los tengo yo.
– No, pero tu familia si y tu eres parte de la familia, Andreas.
– Si -admitio con tristeza.
Entonces aparecio una mujer vestida de blanco y no pudieron seguir hablando.
Tal y como habia dicho Holly, no era mas que un rasguno; la bala apenas la habia rozado. La enfermera le