todo.

– No, eso es cosa tuya. Kayleen es una mujer maravillosa. Te adora y habria hecho cualquier cosa por hacerte feliz… pero descuida, encontrara a otra persona. Tu me preocupas mucho mas.

Asad deseo gritar. Deseo alcanzar alguna de las antiguedades de la mesa de su tia y tirarla por la ventana.

– Esto es inaceptable -gruno.

– Siento que te lo tomes asi, pero es lo mejor. Kayleen merece un hombre que la ame. ?O es que no estas de acuerdo?

– Intentas confundirme con tu palabreria.

– No, solo quiero que entiendas que no mereces a una mujer como Kayleen.

Sus palabras le hicieron mucho dano. Asad miro a Lina durante unos segundos y supo la verdad. Era cierto. No merecia a Kayleen. Hasta ese momento, siempre habia pensado que le estaba haciendo un favor a ella; y sin embargo, habia sido exactamente al reves.

Salio del despacho de su tia y se encerro en el suyo tras ordenar a Neil que nadie le molestara.

Despues, se detuvo en mitad de la sala y se pregunto cual habia sido el problema.

Dos dias mas tarde, Asad habia descubierto el significado de la expresion vivir un infierno. Salvo que el no tenia mas vida que el recuerdo de lo que habia perdido.

Siempre habia disfrutado de su existencia en Palacio. Ahora, en cambio, cada pasillo y cada recodo le recordaba a las ninas y a Kayleen. Deseaba abrazarlas besarlas, pero no habia nadie. Se habian marchado y no iban a volver.

Habia pasado la noche en sus habitaciones, paseando, llorando su mala suerte, esperando, recordando. Habia planeado un viaje a Paris con intencion de olvidarla pero cancelo los planes. El, el hombre que nunca habia creido en el amor, tenia el corazon partido. El principe Asad de El Deharia estaba hundido porque una mujer lo habia abandonado.

Se odiaba por eso. Odiaba ser debil. Odiaba necesitar.

Corrio a ver a su padre y entro sin llamar a la puerta. El rey levanto la mirada del periodico y dijo:

– ?Que ocurre, Asad? Tienes mala cara.

– Estoy bien. Pero Kayleen se ha marchado.

– Si, ya lo se.

– No le des permiso para marcharse del pais ni para llevarse a las ninas. Son mis hijas. La ley esta claramente de mi parte.

– Kayleen dijo que no las quieres, que estarian mejor con ella. ?Es que se equivocaba? ?Que es lo que deseas, Asad? -pregunto su padre, frunciendo el ceno.

En ese momento, Asad supo lo que queria. Amor.

– Quiero que ella vuelva. Quiero que las ninas se queden a mi lado. Quiero que…

Asad necesitaba ver la sonrisa de Kayleen, sentir que llevaba un hijo suyo en su interior y animarla cuando se sintiera enferma por culpa del embarazo. Queria ver crecer a las ninas, pagarles los estudios y ser su padrino si alguna vez se casaban. Pero sobre todo, queria estar con su prometida. La simple idea de imaginarla con otro hombre bastaba para sacarlo de quicio.

No lo permitiria. Bajo ningun concepto.

– No. Es mia. No permitire que se vaya.

Su padre suspiro.

– Hemos dejado atras las viejas tradiciones. No puedes reclamar a una mujer que no quiere casarse contigo.

– La convencere.

– ?Como?

– Dandole lo unico que quiere.

– ?Y sabes que es?

– Si-respondio-. ?Donde se ha metido?

Mujtar dudo.

– No estoy seguro.

– ?Donde esta? Se que no ha salido del pais. Lina me lo ha dicho. ?Donde se esconde?

Su padre se mantuvo en silencio.

– No importa, la encontrare.

Kayleen tuvo que hacer un esfuerzo para no reir. El cachorro era adorable y Pepper estaba preciosa a su lado, tumbada en la alfombra, delante del fuego de la chimenea. Dana y Nadine se habian marchado a jugar con unas amigas. La vida en el desierto les estaba sentando bien; se habian acostumbrado rapidamente y la encontraban divertida.

Desgraciadamente, ella no compartia su opinion. Aunque agradecia la hospitalidad de Zarina y de Sharif, extranaba el palacio. Vivir bajo las estrellas era muy romantico, pero no sin Asad.

No hacia otra cosa que pensar en el. Zarina no le hizo ninguna pregunta cuando se presento en el poblado en compania de las ninas. Se limito a ofrecerle una tienda y la amistad de su gente. Pero era una solucion temporal. La tribu se marcharia pronto al interior del desierto y ellas tendrian que buscar otro domicilio antes de poder marcharse de El Deharia.

Sin embargo, habia tenido suerte. Como Asad no habia demostrado interes alguno por acelerar el proceso de adopcion, tampoco podia impedir que se las llevara. En caso contrario, no habria podido salir con ellas del pais sin su permiso.

Se llevo una mano al estomago y penso en la ultima vez que habian hecho el amor. Si estaba embarazada, la situacion se iba a complicar bastante.

– No pienses en eso -se dijo-. Pase lo que pase, sere fuerte.

No sabia lo que el futuro le iba a deparar, pero sabia que ahora podia afrontar cualquier cosa. Habia rechazado la vida que Asad le habia ofrecido y habia sabido estar a la altura de sus principios. Por primera vez en mucho tiempo, se sentia en paz.

Se levanto, se acerco a la tetera que habia dejado junto al fuego y se sirvio una taza. Luego, miro el cielo y penso que solo quedaban dos dias para navidades. Lo celebrarian alli, en el desierto, y despues se marcharia a la ciudad y alquilaria una casa para vivir con las ninas.

Justo entonces se armo un pequeno revuelo. Varios hombres empezaron a hablar en voz alta, pero lo hacian tan deprisa que no pudo entenderlos. Y de repente, lo vio. Era Asad, aunque no se parecia nada al Asad que conocia. No era un principe vestido con un traje elegante, sino un jeque montado a caballo y decidido a todo.

Kayleen se planto con fuerza y se recordo que no tenia nada que temer.

Asad llego a su altura, se detuvo y la miro a los ojos.

A pesar de todo lo que habia sucedido, ella se alegro de verlo. Deseo besarlo, tocarlo, entregarse una vez mas a el.

– He venido a reclamarte -dijo con voz seca-. No puedes huir de mi.

– Y tu no puedes mantenerme a tu lado contra mi voluntad. No soy tu prisionera.

Asad desmonto y dejo su caballo a un chico que se acerco corriendo.

– Eso es cierto, carino. Soy yo quien soy tuyo.

Ella parpadeo, atonita.

– Te he echado mucho de menos -continuo-. Cada segundo, cada minuto desde que te marchaste. Sin ti, mi vida es un pozo profundo y oscuro.

– No te entiendo…

– Ni yo. Lo tenia todo planeado. Me casaria, tendria hijos, serviria a mis compatriotas y viviria mi vida. Era mi destino. Pero un dia, conoci a una mujer que me robo el corazon. Una mujer valiente que me hechizo.

Kayleen contuvo el aliento. Sus palabras le habian devuelto la esperanza.

– Kayleen, yo estaba equivocado. Me equivoque al pensar que tenia el control… te he extranado con toda mi alma, a ti y a las ninas. Necesito ver vuestras sonrisas cada dia. Necesito oir vuestras voces. No puedes robarmelas ni alejarte de mi.

Вы читаете El amor del jeque
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×