– Despues de lo que ocurrio, pensamos que era una buena idea.
A Billie no la sorprendio.
– Doyle, eso paso hace ocho anos. No fue un trago agradable, pero ?no se te ha ocurrido pensar que ya lo he olvidado?
– ?Y si alguien quiere hacerte dano otra vez?
– Yo me ocupare. No puedes protegerme. Ni tu ni nadie – dejo la bota en el suelo-. No quiero que volvais a hacerlo. No os metais en mi vida personal.
Doyle cruzo los brazos delante del pecho.
– ?O que?
Billie lo miro, y recordo que de pequena cuando no paraban de meterse con ella, siempre penso que al hacerse mayor podria con ellos. Pero se habia equivocado. Sus hermanos todavia la consideraban su hermana pequena. Alguien que no era ni bastante grande, ni bastante mayor, ni bastante buena, a pesar de ser capaz de vencerlos en cada combate aereo, incluso a su padre, en menos de tres minutos.
– Si no dejais de tratarme como a una nina, dejare la empresa.
– Es un farol -dijo su hermano-. Te gusta demasiado para dejarlo.
Era cierto, le gustaba demasiado, pero no se quedaria si continuaban interponiendose en su vida.
– Sabes que recibo al menos seis ofertas de trabajo al mes. Lo digo en serio, Doyle. Me ire.
Doyle maldijo en voz baja, y despues alzo la mano en senal de rendicion.
– Bien, hablare con papa y los chicos. A lo mejor nos cuesta un poco, ya sabes.
– Estoy segura de que lo hareis perfectamente.
Doyle murmuro algo en voz baja, probablemente algun insulto. Ninguno de sus hermanos habian sido nunca buenos perdedores.
– Tengo que ir al aeropuerto -dijo ella, con una sonrisa-. Esta tarde tenemos simulacro -y echo a andar hacia la puerta.
– Eh, ?y las cortinas? -grito su hermano.
– Levantate y correlas tu.
Billie volvio a sus habitaciones para recoger a Muffin antes de ir al aeropuerto. En un coche privado y con chofer, penso, sonriendo orgullosa y encantada de estar en su pellejo.
Al doblar una esquina casi se choco contra el principe Jefri. Toda la seguridad en si misma se desvanecio al instante.
– Pareces muy contenta -dijo el, deteniendose delante de ella-. ?Hay algun motivo?
Cielos, que guapo era, penso ella, mirandolo. Traje oscuro, camisa azul celeste y corbata a rayas. Los principes tenian la mejor ropa, y desde luego los mejores sastres.
– Hmm, yo… -?que le habia preguntado? Oh, si-. Acabo de mandar a mi hermano al infierno.
– ?Ha ido bien?
– No ha estado mal. Creo que ha entendido el mensaje.
Jefri esbozo una sonrisa.
– ?Lo has amenazado?
– Claro. ?No es lo que hacen las hermanas?
– No recuerdo a mi hermana amenazandome, pero pasaba muchas temporadas en Estados Unidos. ?Ha habido derramamiento de sangre?
– No, aunque le he tirado una bota.
– Impresionante.
Billie se echo a reir.
– Anoche trabajo hasta la madrugada. Seguro que por eso le he dado, pero no lo pienso reconocer nunca delante de el.
– Claro que no. Yo tambien se guardar un secreto.
Los dos eran muy conscientes el uno del otro. Se habian besado doce horas antes, y ella continuaba experimentando las replicas del terremoto. ?Y el? Como principe estaria acostumbrado a besar a todo tipo de mujeres y quiza el beso compartido no fue mas que uno mas entre muchos.
– ?En que piensas? -pregunto el, de repente.
Los ojos de Billie se abrieron desmesuradamente.
– Nada importante.
– Creo que era muy importante -se acerco a ella-. ?Por que no me lo dices?
– Era solo… -se aclaro la garganta-. Hace un dia precioso. Una lastima que hoy toque simulacro en lugar de vuelo real.
– Eso ha sido un pobre intento de cambiar de conversacion -dijo el, mirandola a la cara.
– No se, pero tienes unos modales tan exquisitos que pense que no dirias nada.
– Y yo que estaba esperando que me dijeras que estabas pensando en anoche -dijo el. Y bajo la voz-. Me gusto mucho la conversacion y tambien el beso.
Madre del amor hermoso. ?Iba a hablar de eso? Ella no estaba acostumbrada, como tampoco a que la besara un principe. Ni casi nadie.
– Yo tambien lo pase bien -dijo ella, un tanto remilgada.
– ?Solo bien? Ya veo que tengo que trabajar en mi tecnica.
Antes de poder responder, Billie sintio algo en los tobillos. Miro al suelo y se aparto de un salto. Era un gato color canela.
– Estos bichos estan por todos lados -murmuro.
Jefri se agacho y sujeto al felino, que en realidad era una diminuta gatita que no tendria mas de dos meses. Apenas mas grande que la palma de su mano, la pequena criatura empezo a ronronear.
– Le gustas -dijo el.
– Quiere que confie en ella para despues atacar.
Jefri acaricio a la gatita, que se acomodo en la palma de su mano.
– No creo que pese ni un kilo -dijo-. Debe de tener ocho o nueve semanas.
La gatita rodo de espaldas y estiro las garras mientras Jefri le frotaba el lomo.
– Venga -dijo a Billie-. Tocala. Te aseguro que no es tan horrible como tu quieres creer.
Billie arrugo la nariz, pero acaricio la piel blanca bajo la barbilla.
– Que suave -dijo, un poco sorprendida, sintiendo el calor corporal y el temblor del ronroneo.
La gatita parpadeo lentamente, como si fuera a adormecerse.
– Parece que confia en ti -comento Billie.
– Soy muy bueno con las hembras.
Como si eso fuera una sorpresa.
Cambio al animal para tenderlo sobre el vientre, y despues se lo ofrecio. Billie dio un paso atras y sacudio negativamente la cabeza.
– No, gracias. Reconozco que es mona, pero no me interesa. Por lo que a mi respecta toda la poblacion felina es responsable de lo que paso.
Jefri dejo al animal en el suelo y sacudio la cabeza.
– Eres una mujer muy dificil.
– Es parte de mi encanto.
Jefri clavo los ojos en el panel de instrumentos. Todo estaba correctamente, pero eso no evito el pitido agudo y estridente que decia que habia sido derribado. Se quito los auriculares, movio el interruptor para cortar el sonido y salio del aparato.
Otra vez. Billie lo habia derribado otra vez. Al menos las dos primeras veces habia durado casi tres minutos. Esta vez lo derribo en menos de cuarenta segundos.
La irritacion se convirtio en rabia contra si mismo. Recorrio la sala con los ojos, y por fin localizo a Billie saliendo de su aparato. Con la falda vaquera corta y camiseta cenida, parecia mas una estudiante universitaria que una instructora de aviones de guerra. La larga melena rubia le caia por la espalda, y llevaba unas sandalias de tacon altisimas. Jefri no sabia si queria estrangularla o empujarla contra la pared y hacerla suya.