Desde luego no a ella, penso Billie. Estaba mas que dispuesta a perderse en sus brazos. Y a juzgar por los besos, seguro que acostarse con el seria espectacular e inolvidable.

– No me preocupa tanto que te fuerce como que te rompa el corazon. Perteneceis a mundos diferentes.

– Me niego a aceptar lecciones romanticas de un hombre que nunca ha tenido una relacion seria con ninguna mujer.

Doyle sonrio.

– Corro demasiado para que me pillen.

– Me imagino que la razon es mas profunda, pero estoy demasiado cansada para pensarlo ahora. Este es el trato: seguire viendo a Jefri mientras los dos estemos interesados, y si continuas espiandome dejare la empresa y buscare trabajo en otro sitio.

Los ojos azules de Doyle, del mismo color que los de su hermana, la estudiaron brevemente.

– No hablas en broma, ?verdad?

– No. Ya es bastante horrible ser la unica chica de la familia, pero no permitire que me trates como a una idiota.

– Esta bien -dijo su hermano, hundiendo los hombros-. Tu ganas. No volvere a seguirte. Te lo prometo.

Doyle era un hombre que siempre cumplia sus promesas, y Billie decidio creerlo.

– Bien, asi no tendre que matarte.

Su hermano sonrio, y despues sus ojos se dirigieron hacia la mesa de cafe.

– Que buena pinta. ?Me invitas?

– ?No has cenado en el restaurante?

– Si, pero ya sabes que siempre tengo sitio para mas.

– A la izquierda -dijo Billie, al microfono-. Despues gira. Asi, asi. Ya te tengo, mutante cabezota.

Oyo la risa a traves del auricular.

– Me temo que tanta intensidad tiene que ver con vengarte de tu hermano por lo de hace dos noches.

Como siempre, la agradable voz de Jefri le produjo un suave cosquilleo.

– En parte, si -reconocio ella, sin apartar la vista del panel de instrumentos donde se marcaba la ruta de los cuatro aviones-. Lo tenemos. Esta en las dos miras. Se va a quedar a cuadros.

– Cuando quieras -dijo Jefri.

Segundos mas tarde, oyo la maldicion de Doyle.

– ?Billie, maldita seas! ?Lo has hecho a proposito!

– A Doyle le ha ganado una chica -recito ella, como una cancioncita infantil -. A Doyle le ha ganado una chica.

El avion desaparecio al instante del radar. Segundos mas tarde, la puerta del simulador se abrio y la cabeza de su hermano se asomo.

– ?No vuelvas a decirme eso! -le dijo, esforzandose por parecer furioso.

A Billie no lo impresiono. Al reves, le saco la lengua.

– Te he derribado en veintisiete segundos. Ridiculo, ?a que si?

Doyle mascullo algo entre dientes y salio.

– Tendre que tener mucho cuidado de no enfadarte mucho -le dijo Jefri a Billie, desde la puer¬ta-. Lo tuyo no es perdonar a tus enemigos.

– A mis hermanos desde luego que no. Me lo van a pagar con creces, por cretinos y entrometidos -respondio ella-. Bueno, esta manana nos ha ido muy bien.

– Cierto -dijo el-, y he comprobado que prefiero volar contigo que contra ti.

– Muy inteligente por tu parte -sonrio ella.

– He pensado que podemos volver a cenar esta noche. ?Estas libre?

Estaba tan libre y tan dispuesta que se lo hubiera suplicado de rodillas.

– Puedo intentarlo -dijo, con un guino.

– Bien. Tengo un plan para evitar a la prensa.

– ?Que es?

– Una cena en otro pais.

Aquella tarde sobrevolaron el desierto en un lujoso avion privado, aunque ninguno de los dos estaba a los mandos. Billie tomo la copa de champan que Jefri le ofrecia.

– Oh, por esto no pilotamos nosotros -dijo ella.

– ?Por que si no?

Billie bebio un sorbo de champan, tratando de ignorar la intensa mirada de Jefri, asi como las llamaradas de pasion que recoman su cuerpo.

Todo era exquisito, penso ella, mirando la lujosa decoracion del interior del avion. Demasiado lujo, demasiado hombre y demasiada clase. Jefri estaba increible con un traje negro a medida, pero ella, tras el ultimo desastre, habia decidido ponerse un sencillo vestido negro de coctel.

– ?Adonde vamos? -pregunto, mas por distraerse que por autentico interes en su destino.

– A El Bahar.

– Oh. No esta muy lejos.

– Cierto, pero alli nadie nos molestara.

– No he estado nunca, pero me han dicho que es precioso. Aunque es una lastima que sea de noche, nos estamos perdiendo el desierto.

– Puedes sobrevolarlo siempre que quieras.

– No todo -dijo ella con una sonrisa-. Hay algunos espacios aereos restringidos.

En mitad del desierto. Lo comprobo la primera vez que volo sobre Bahania.

– ?Que demonios escondeis en mitad del desierto?

– Es un secreto.

– ?De que tipo? ?Un secreto militar?

Jefri sacudio la cabeza.

– Mas bien lo consideramos un tesoro.

Billie bebio un sorbo de champan y recordo lo que habia leido sobre la legendaria Ciudad de los Ladrones, una ciudad aparentemente inexistente pero que aparecia en muchos libros y documentos antiguos.

?Una ciudad secreta?

– ?Es mas grande que una panera? -pregunto ella.

– Mucho mas -respondio el sonriendo.

– Si fuera en coche en lugar de en avion, ?la veria?

– ?Que te gustaria ver?

– No estoy segura.

– Cuando lo decidas, hablaremos sobre ello.

– No eres exactamente lo que esperaba -dijo Billie-. Pensaba que un principe seria diferente.

– ?En que sentido?

– No estoy segura.

– Soy un hombre sencillo, como cualquier otro.

– En absoluto -le aseguro ella-. Pero no importa.

Se inclino hacia el y le rozo los labios con los suyos.

– Me alegro.

A Billie no la sorprendio encontrar una limusina esperandolos en el aeropuerto. Habian aterrizado en una pista privada junto al aeropuerto internacional de la capital de El Bahar, y aunque Jefri le dijo que llevara el pasaporte, el paso de aduanas se limito a unos saludos por parte de los guardias de seguridad.

La limusina los llevo al centro de la ciudad, donde se detuvo delante de un pequeno restaurante.

– Ni camaras ni mis hermanos -dijo ella, apeandose-. Esto me gusta mucho mas.

– A muchas mujeres les gusta ser el centro de atencion -dijo el.

– A mi no. Me pone nerviosa.

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