esperes que, sencillamente, me mude a vivir aqui de forma permanente -continuo Zara, mientras avanzaba por el corredor-. No se si quiero vivir en el palacio. Ni siquiera se si estoy lista para mudarme a Bahania. Es muy pronto, demasiado. Necesito tiempo.
Rafe hizo un esfuerzo para dejar los celos a un lado y la tomo de un brazo.
– Zara, ten cuidado. El rey cree que eres una nueva ciudadana de su pais. Te considera como a un miembro de su familia y, por lo tanto, cree que tu lugar esta aqui, en el palacio.
– ?Y que pasa si yo no quiero vivir aqui?
– Solo digo que no tomes decisiones apresuradas. Te has pasado la vida buscando a tu familia; ahora que la has encontrado, ?serias capaz de rechazarla?
Ella aminoro el paso y asintio.
– Entiendo lo que dices, pero tengo esta horrible sensacion de estar atrapada.
Zara esperaba que Rafe tuviera alguna palabra de consuelo para ofrecerle; aun asi, no le sorprendio que se quedara en silencio. Jamas habia atravesado una situacion semejante y, encima, era alguien a quien nunca le habia gustado estar atado a nada asi que no podia entender la ambivalencia que sentia.
Se separaron al llegar a la puerta de la suite. En cuanto entro, Zara oyo ruidos que provenian del dormitorio de Cleo.
– ?Has decidido regresar a casa? -pregunto, feliz de tener a alguien de confianza con quien hablar-. Puedo imaginar que has estado haciendo en los ultimos dias.
Zara entro en la habitacion de su hermana pero se detuvo en cuanto cruzo el umbral. En efecto, Cleo habia regresado pero, obviamente, no pensaba quedarse mucho tiempo. Sobre la cama habia varias maletas abiertas y llenas de ropa. Su hermana se movia por la habitacion a toda velocidad, recogiendo cosas y arrojandolas a las maletas.
– ?Que sucede? -pregunto Zara, angustiada.
Cleo la miro con sus enormes ojos azules ensombrecidos de emocion.
– Eres la inteligente de la familia, deberias darte cuenta de lo que sucede.
– Puedo ver que estas haciendo las maletas, ?pero adonde vas?
– A casa.
Zara esperaba oir que su hermana se iba a vivir con uno de los principes. Todos ellos se habian fijado en Cleo, aunque el principe Sadik parecia el mas interesado.
– Cleo, ?que estas haciendo? Crei que te estabas divirtiendo.
– He tenido unas vacaciones geniales -contesto la hermana-, pero quiero volver al mundo real. Tengo un trabajo.
– ?Es que no quieres quedarte mas tiempo?
– La verdad, no. No pertenezco a este lugar – afirmo Cleo, senalando la lujosa habitacion-. Tu eres la princesa; yo solo soy la chica de la plebe que te acompana.
Zara se acerco a su hermana.
– No digas eso. Somos hermanas.
Cleo nego con la cabeza.
– No. Tu hermana es la princesa Sabra de Bahania. Agradezco que me hayas permitido compartir la aventura pero, en lo que a mi respecta, ha llegado a su fin.
A Zara le empezaron a arder los ojos.
– Sabrina no es mi hermana. No en mi corazon. Apenas la conozco. Cleo, te necesito aqui, conmigo.
– No me puedo quedar -aseguro Cleo, sin dejar de meter ropa en las maletas-. Estaras bien. El rey esta feliz de tenerte cerca. Estaras tan ocupada aprendiendo a ser de la realeza que ni siquiera notaras que me he marchado.
Zara no entendia que estaba pasando. Comprendia que Cleo estaba tratando de protegerse, pero no entendia por que.
– ?Alguien ha dicho algo que te ha ofendido? – pregunto.
– No. Todos han sido maravillosos.
– Esta bien, entonces me ire contigo.
Cleo la miro con seriedad.
– No seas loca. Toda tu vida has querido un padre y ahora has encontrado uno que, ademas, es rey. ?Vas a decirme que quieres huir de todo eso? Ambas sabemos que si lo haces te arrepentiras el resto de tu vida.
– Pero no quiero estar aqui sin ti…
– Lo haras bien. Tienes a esos tipos interesados en ti y hasta es probable que antes de fin de mes estes comprometida con alguno.
– No con el duque -murmuro Zara.
– Entonces con el otro.
– Lo veo dificil. Ya sabes la suerte que tengo con los hombres.
Cleo se acerco y la abrazo.
– Diria que tu suerte esta a punto de cambiar -aseguro-. Sabes que te deseo lo mejor, Zara. Sin embargo, no puedo quedarme aqui. No pertenezco a este lugar. Sencillamente, no.
Zara sabia que Cleo estaba pensando en su pasado, en su infancia en la calle y en los orfanatos.
– Nada de eso importa.
– Para mi si -afirmo Cleo-. Puedo cuidarme sola. Tengo un buen trabajo. He trabajado duro para salir adelante y me siento muy orgullosa de lo que he hecho. Asi que deja que regrese a mi vida y al lugar al que pertenezco. Tu quedate aqui y aprende las reglas del protocolo real.
Zara asintio. No podia hablar porque tenia los ojos llenos de lagrimas. Sentia que estaba a punto de perder algo precioso y que no podia hacer nada para que Cleo cambiara de opinion.
La hermana sonrio con ternura y la abrazo.
– No olvides que existe el telefono y que puedes llamarme cuantas veces quieras para mantenerme al tanto de tus andanzas.
– Lo prometo -dijo Zara, y se aferro a ella con todas sus fuerzas.
Zara apenas podia mantenerse despierta. Entre el cansancio y la aburrida conversacion estaba a punto de dormirse sobre la ensalada. Parpadeo un par de veces y bebio un sorbo de agua helada para reanimarse. Por suerte, Jean Paul no parecia haber notado su falta de interes.
– Las flores pequenas son tan hermosas -estaba diciendo el hombre.
Ella suponia que seguia hablando de los vinedos. Salvo por algunos comentarios sobre el castillo familiar, ese habia sido el tema favorito de conversacion de Jean Paul desde que habia ido a buscarla al palacio.
– Suena adorable -murmuro Zara, por decir algo.
Justo en aquel momento, llego el camarero con los postres. Zara tomo una porcion de tarta de chocolate con la esperanza de que el azucar le aportaria un poco de energia.
Estaba segura de que Jean Paul no podia ser tan aburrido como parecia y que probablemente solo era que ella estaba exhausta. Habia pasado las ultimas dos noches caminando por el enorme dormitorio, escuchando el silencio y lamentando que Cleo se hubiera marchado. Jamas se habia sentido tan sola ni tan fuera de lugar.
Trato de aclarar su mente; no era el momento de pensar en la repentina partida de Cleo. Habia salido con un frances muy guapo, adinerado y experto en vinos y vinedos. Tenia que tratar de disfrutar de la velada que, por lo menos, era mucho mas intima que el paseo con Byron. Esta vez solo estaba custodiada por Rafe que, sentado a una mesa cercana, trataba de no escuchar la conversacion.
– Tienes que venir a Francia -dijo Jean Paul-. En otono, asi te librarias de los turistas.
– Haces que todo suene muy magico -afirmo ella.
– Recuerdo los otonos de mi infancia -comento el-. Me encantaba correr descalzo sobre las hojas de los arboles que cubrian el suelo. La esencia de aquellos dias me acompana hasta el dia de hoy. Solia ir con mi pequeno perro al arroyo que habia detras de la casa…
Jean Paul habia iniciado otra de sus largas peroratas y Zara no pudo evitar la tentacion de echar un vistazo a su reloj. Hacia mas de dos horas que estaban cenando y el habia pasado la mayor parte del tiempo hablando de si mismo. Lo unico que le habia preguntado era si estaba de acuerdo en que su casa parecia el paraiso. Zara se preguntaba si la veia como una persona o solo como una mujer soltera supuestamente emparentada con un rey.