Y supo que habia perdido.
Victoria penso que no le quedaba nada, pero se nego a llorar delante de el.
Kateb salio al pasillo. Ella lo siguio y vio que se detenia delante de Dean.
– Tu hija ha accedido a ser mi amante durante seis meses. Voy a llevarmela al desierto durante ese tiempo. Luego, podra volver. Tu te marcharas de El Deharia en el primer vuelo de manana. Y no volveras jamas a este pais. Si lo haces, hare que te maten. ?Ha quedado claro?
Por segunda vez aquella noche, a Victoria volvio a costarle trabajo mantener el equilibrio. ?Habia aceptado? ?Su padre no iba a ir a la carcel?
El alivio momentaneo pronto se vio convertido en miedo al darse cuenta de que se habia vendido a un hombre al que no conocia, y que tampoco la conocia a ella.
El guardia solto a su padre. Dean le dio la mano a Kateb.
– Por supuesto. Por supuesto. Menos mal que se ha dado cuenta de que ha sido todo un malentendido -se volvio hacia Victoria y le sonrio-. Supongo que debo irme. Esta bien, porque tengo cosas que hacer en casa. Lugares a los que ir. Gente a la que ver.
A Victoria ni siquiera le sorprendieron sus palabras. En realidad, era como si solo hubiese oido que podia marcharse. Todo lo demas, le daba igual.
Kateb lo miro.
– ?No me has oido? Voy a llevarme a tu hija.
Dean se encogio de hombros.
– Es una chica guapa.
Victoria sintio la ira del principe. Los hombres del desierto protegian a sus familias por encima de todo. No podia entender que un padre entregase a su hija para salvarse el.
Decidio ponerse entre ambos. Le dio la espalda a su padre y miro al Kateb a los ojos.
– No merece la pena -susurro-. Haga que los guardias se lo lleven.
– ?No os vais a despedir? -pregunto el con cinismo.
– ?Que le diria si fuese yo?
Kateb asintio.
– Esta bien. Llevaoslo. Acompanad al senor McCallan a su habitacion. Que haga las maletas y llevadlo al aeropuerto.
Victoria se giro y vio como su padre se alejaba, al llegar a la esquina, el se volvio y se despidio con la mano.
– Estoy seguro de que vas a estar bien. Vi. Llamame cuando hayas vuelto a casa. Ella lo ignoro.
Entonces, se quedo a solas con el principe del desierto.
– Nosotros tambien nos marcharemos manana por la manana -le informo este-. Tienes que estar preparada a las diez.
Ella noto un sabor extrano en la boca. Una mezcla de miedo y aprension.
– ?Que debo llevar? -pregunto.
– Lo que quieras. Seras mia durante seis meses. Ya puedes volver a tu habitacion.
Victoria asintio y fue en direccion contraria a los guardias y su padre. El camino era mas largo, pero asi no se encontraria con ellos.
Iba por la mitad del pasillo cuando Kateb la llamo.
Ella miro por encima del hombro.
– ?Crees que tu padre se merecia la promesa que hiciste?
– Para mi, no -admitio Victoria-. Pero para ella, si.
A Victoria le habia preocupado estar lista a la hora, pero resulto no ser un problema. La ayudo el haber pasado la noche en vela. Si el estres tambien le quitaba el apetito, por fin podria perder algo de peso.
No tenia ni idea de que llevarse para pasar seis meses en el desierto. Ni sabia que seria de ella despues de ese tiempo. Si sabia que, cuando volviese, ya no tendria trabajo. Nadim la reemplazaria enseguida y se olvidaria de ella.
Volveria a Estados Unidos y empezaria de cero. Tenia dinero ahorrado. Abriria un negocio. Tenia recursos.
A las nueve y cincuenta y ocho exactamente oyo gente en el pasillo. Ya habia sacado su equipaje. En las maletas estaba todo lo que llevaria al desierto y en las cajas, lo demas. Ambas eran numerosas. Habia acumulado muchas cosas en los ultimos dos anos.
Llamaron a la puerta y Kateb entro en la habitacion.
Se movio con rapidez y confianza, con la gracia masculina de un hombre que se sentia comodo en cualquier situacion. No iba vestido de manera tradicional, tal y como ella habia esperado, sino con vaqueros, bolas y una camisa de manga larga. Si no hubiese sido por aquella arrogancia imperial, habria pasado por un hombre normal y guapo, con una cicatriz y unos penetrantes ojos oscuros.
– ?Estas preparada? -le pregunto.
Ella senalo su equipaje con un movimiento de cabeza.
– No, solo he sacado todo esto para que la gente lo vea.
El arqueo una ceja y Victoria se dijo que tal vez no tuviese mucho sentido del humor.
– Lo siento -murmuro-. Estoy nerviosa. Si, estoy preparada.
– No has intentado escaparte durante la noche.
– Di mi palabra -contesto ella levantando una mano-. No diga nada, por favor. Mi palabra tiene valor. No espero que me crea, pero es cierto.
El arqueo la otra ceja y Victoria se dijo que ni tenia sentido del humor, ni le gustaba que otro pusiese las reglas.
Kateb dijo algo que ella no pudo oir y varios hombres tomaron las maletas y las cajas.
– Estas las voy a llevar conmigo -explico ella senalando las maletas-. Las cajas pueden guardarlas.
Kateb asintio, como si hiciese falta su permiso para que se hiciese lo que ella habia dicho.
– ?Hay electricidad a donde vamos? -pregunto Victoria-. Llevo unas tenacillas para el pelo.
Por no mencionar el secador, el iPod y el cargador del telefono movil.
– Tendras todo lo que necesites -contesto el.
Lo que no era exactamente un si.
– Supongo que nuestros conceptos de lo que necesito seran diferentes. No creo que sepa lo importantes que son para mi esas tenacillas.
El miro su pelo, que llevaba recogido en una coleta para el viaje.
– Nos vamos -dijo.
Victoria lo siguio fuera de la habitacion y por el pasillo. No habia nadie para despedirla. Su amiga, Maggie, estaba de viaje con su prometido, el principe Qadtr, el hermano de Kateb. Victoria le habia dejado una nota en la que le decia que estaria fuera una temporada. Despues de dos anos en El Deharia, ya no tenia demasiados amigos en Estados Unidos que fuesen a darse cuenta de que habia desaparecido unos meses, y tampoco iba a estar en contacto con su padre, eso era evidente. Aunque tambien era muy triste.
Atravesaron el palacio, dirigiendose a la parte trasera. Cuando salieron, Victoria vio varios camiones en el jardin.
– No tengo tanto equipaje -comento, preguntandose para que serian.
– Vamos a llevarnos provisiones -le explico Kateb-. En el desierto uno intercambia cosas para conseguir lo que quiere. Tu viajaras conmigo -anadio, senalando un Land Rover aparcado a un lado.
– El todoterreno de los reyes -murmuro ella.
A pesar del sol y del calor estaba destemplada.
Cuanto mas cerca estaba del vehiculo, mas le costaba moverse. Tenia miedo.
No podia hacer aquello. No podia marcharse al desierto con un hombre al que no conocia. ?Que iba a pasar? ?Como iba a ser de horrible? Su padre no se merecia aquel sacrificio.
Pero no lo habia hecho por su padre. Tomo aire y subio al asiento de cuero. La puerta del coche se cerro tras de ella con fuerza. El ruido hizo que se sintiese como si estuviese aislada de todo lo seguro y bueno.
Su equipaje ya estaba en uno de los camiones. Era la unica mujer entre el enorme grupo de trabajadores,