– ?Puedes hacerlo? -le pregunto Liz-. No se si voy a poder resistirlo durante diez dias mas. ?Que van a intentar?
– No podemos saberlo -respondio David-. Pero tu no tendras que preocuparte. Voy a ocuparme de todo. Lo primero que haremos sera sacarte del hotel. Mientras yo me ocupo de eso, Ainsley, quiero que comiences a seguirle la pista a esa gente.
Ella asintio.
– Hablare con mis contactos y reunire toda la informacion que pueda.
El sabia lo que estaba pensando. Si conseguian averiguar por que era tan especial aquella nina, entonces podrian saber quien la queria.
– Te lo agradezco -le dijo a Ainsley.
– Es mi trabajo -respondio ella.
David fijo su atencion en Liz, que lo estaba mirando con una mezcla de esperanza y desesperacion.
– Vamos -le dijo con suavidad-.Volveremos al hotel para que recojas tus cosas y despues iremos a mi casa.
– ?Alli no me encontraran?
– No deberian -respondio David. Al menos, durante los primeros dias-. A causa de mi trabajo, mi direccion es secreta. Si empiezan a buscarla, encontraran direcciones falsas que los llevaran por toda la ciudad.
– Esta bien -dijo Liz. Se puso en pie y trago saliva-. Estas siendo maravilloso conmigo.
El estuvo a punto de repetir lo que habia dicho Ainsley sobre su trabajo, cuando se dio cuenta de que era mucho mas. Le importaban Liz y Natasha. Queria que estuvieran a salvo porque era lo correcto y porque lo que les ocurriera le concernia.
Si hubiera podido elegir, habria preferido que Natasha y Liz se hubieran marchado en el vuelo de aquella noche, para que llegaran a casa a salvo. Sin embargo, una parte de el no podia lamentar que se quedaran mas tiempo en Moscu.
Mientras Liz y David recogian las cosas en la habitacion del hotel, Maggie fue a verlos.
– ?Que tal estas? -le pregunto a Liz.
Liz no supo como contestar a aquella pregunta y se encogio de hombros. Maggie sonrio.
– Se que todo esto parece abrumador, Liz, pero algunas veces, el juez insiste en que se observe el periodo de espera. No podemos hacer otra cosa que cumplir el requisito. No quiero que te preocupes. Yo me quedare contigo hasta que llegue el momento de volver a casa.
– No tienes por que hacerlo.
– En realidad, si. Tengo que estar en el orfanato cuando tu te presentes alli cada dia -respondio Maggie y miro la maleta vacia que habia sobre la cama-. Despues de lo que paso anoche, estaba pensando que quiza deberiamos cambiar de hotel, pero ya veo que te has adelantado.
– Yo me ocupare del alojamiento de Natasha y Liz durante los proximos diez dias -dijo David-. ?Hay alguna norma en especial para las visitas al orfanato? Preferiria evitar una hora fija.
Maggie fruncio el ceno ligeramente. Liz penso que quiza fuera a protestar, pero en vez de eso, la asistenta social dijo:
– Supongo que podeis ir cuando sea mas conveniente para vosotros. Yo estare alli la mayor parte del dia.
– Bien. No quiero seguir unas pautas regulares.
?Pautas regulares? Liz tuvo la sensacion de que se encontraba en una mala pelicula de espias. Todo aquello era demasiado. Tenia ganas de dejarse caer en la cama y taparse la cabeza con la manta. En vez de eso, se obligo a continuar recogiendo sus cosas.
Cuando termino, Maggie se acerco a ella y le dio un abrazo.
– Estare aqui si me necesitas -dijo-. He hecho mas copias del expediente de Natasha. Tengo una en mi caja fuerte y he llevado otra a la embajada. Por favor, intenta no preocuparte. Esto va a salir bien.
– Lo se. Gracias.
Liz dijo aquellas palabras porque era lo que se esperaba que dijera, no porque las creyera.
Despues de que Maggie se marchara, David puso a Natasha en su cuna. Despues tomo a Liz de las manos y la miro a los ojos.
– Dime lo que estas pensando -le pidio.
– No querras saberlo.
– Si, quiero.
– No te preocupes. Estoy bien.
– No se te da muy bien mentir.
Ella suspiro.
– Normalmente, eso es una buena cosa.
– Y lo es. Necesito que aguantes durante un par de horas mas y despues podras derrumbarte.
Liz tenia la sensacion de que seria mejor derrumbarse que aguantar, pero asintio.
– Aqui esta el plan -le dijo el-.Vamos a llevar a Natasha a mi apartamento, pero no vamos a ir directamente, por si acaso alguien nos esta vigilando. Mientras, uno de mis empleados vendra aqui y recogera tu equipaje. Lo llevara a la embajada y yo ire a buscarlo mas tarde.
Buenas precauciones, penso Liz, deseando que no fueran necesarias.
– ?Y la comida de la nina? -le pregunto.
– La llevaran con el equipaje. No te preocupes por la cuna. Mi casera tiene nietos y ya me ha ofrecido una de las que usa ella. Estara en mi casa cuando lleguemos.
– Bien. Entonces, ?podemos irnos ya?
– Si.
Las dos horas siguientes pasaron de una forma borrosa. Tomaron un taxi en la puerta del hotel y cuando llegaron a los alrededores del Kremlin, dejaron el primero y tomaron otro que los llevo a una estacion de metro limpia y brillante. Durante el viaje en metro, hicieron dos transbordos y finalmente emergieron en una calle tranquila, flanqueada de arboles, donde los esperaba un coche negro. Subieron al vehiculo, que los condujo hasta un aparcamiento subterraneo. Dos tramos de escaleras, un largo pasillo y un viaje en ascensor despues y estaban frente al apartamento de David.
Liz miro a su alrededor, confusa.
– No entiendo nada. ?Como hemos llegado aqui? Tu apartamento no tiene aparcamiento subterraneo.
– No.
El abrio la puerta y le cedio el paso. Despues cerro con llave, abrio un panel y tecleo el codigo que activaba el sistema de seguridad. Liz tuvo la sensacion de que habia muchas cosas que no eran lo que le habian parecido en un principio.
– ?Como hemos llegado aqui? -repitio.
– Hay un pasadizo subterraneo desde el aparcamiento que esta al otro lado del edificio. Lo usaremos mientras estes aqui, para que nadie nos vea entrar ni salir del edificio.
Ella se sintio al mismo tiempo aliviada y exhausta.
– No se que pensar.
– No pienses nada.
El la condujo hasta el dormitorio y abrio una puerta. En vez de ver un armario o el bano, Liz se encontro en un pequeno despacho. Habia una preciosa cuna en medio de la estancia.
– Con los saludos de la senora P. -dijo el.
– ?De quien?
– De mi casera. Ella vigila el edificio. Su madre era norteamericana y ahora la senora R trabaja para la embajada -le explico David, sonriendo-. Tiene un apellido de verdad, pero yo no se pronunciarlo. Me dijo que tambien dejaria un parque infantil para la nina en el salon.
Con Natasha en brazos, David se acerco a Liz.
– Estas agotada. Se que no has dormido. Voy a llamar a la senora P. y le dire que cuide de Natasha durante la tarde, para que puedas descansar.