– Yo creo que podria venirle muy bien mi presencia – sonrio Daphne.
– Entonces, lo de ser reina no te plantea ningun problema. Eso quiere decir que los problemas los tienes con Murat y eso lo vas a tener que solucionar tu sola -intervino Billie.
– Si, tienes razon -contesto Daphne bajando la cabeza.
Billie se sento en el borde del sofa y se inclino para aproximarse a Daphne.
– Te voy a decir una cosa que no deberia decirte, pero lo voy a hacer porque me siento en la obligacion moral. Cleo, no se lo digas a nadie. Ni a Zara ni a Sadik ni a nadie, ?de acuerdo?
Cleo asintio.
– Si quieres irte, no tienes mas que decirmelo -le dijo Billie a Daphne-. Te puedo llevar a Estados Unidos en cinco horas.
– ?Como es posible? Se tarda mucho mas normalmente.
Billie sonrio.
– Iriamos en un caza, sin equipaje. Esos aviones son increiblemente rapidos. Conque me avises con una hora de antelacion, es suficiente. Si lo estas pasando muy mal y quieres volver a tu casa, dimelo.
Daphne sintio lagrimas en los ojos. Aquellas mujeres apenas la conocian pero estaban dispuestas a ayudarla en lo que fuera necesario.
– Muchas gracias por la oferta. No creo que las cosas se pongan tan feas, pero, si me quiero ir, se donde encontrarte.
Sus cunadas se fueron despues de comer y Daphne salio a los jardines a pasear. Al cabo de un rato caminando, se sento en un banco al sol.
Ahora que estaba sola, podia admitir la verdad. Echaba de menos a Murat. A pesar de que era un hombre imperioso y de que la volvia loca, lo echaba de menos. Se moria por oir su voz y su risa, por verlo trabajar y saber que sus fuerzas serian un dia heredadas por sus hijos.
Y, sobre todo, se moria por sentir sus manos sobre su cuerpo.
?Cuando habia dejado de odiarlo y habia empezado a sentir afecto por el? ?O acaso jamas lo habia odiado? ?Y ahora que debia hacer? ?Debia olvidarse de lo que habia sucedido y seguir adelante como si tal cosa?
Su corazon le decia que no, que aceptar lo que habia sucedido significaria que pasaria toda su vida siendo un objeto en la vida de Murat y ella queria mas, queria que Murat la mimara, la tuviera en cuenta y la amara.
Daphne se dio cuenta de que queria que la amara tanto que fuera a buscarla, que no la dejara irse tan facilmente. En definitiva, lo que queria era saber si estaba a salvo enamorandose de el.
?Y como convencer a un hombre que se creia invencible de que no pasaba nada por mostrarse vulnerable de vez en cuando? ?Como conseguir que se abriera a ella y le entregara su corazon?
Daphne se toco la tripa. Si estaba embarazada, tendria toda la vida para dilucidar las respuestas a sus preguntas. De no estarlo, le quedaba muy poco tiempo.
?Y que queria en realidad? Si tuviera que elegir, ?que elegiria? ?Estar embarazada o no?
Murat no recordaba la ultima vez que se habia emborrachado porque, normalmente, no se emborrachaba nunca.
Era el principe heredero y debia estar siempre alerta, pero aquella noche le importaba todo muy poco.
Llevaba todo el dia esperando a que Daphne volviera, pero no habia vuelto. Mientras avanzaba por el desierto con su gente, habia ido pendiente por si aparecia un helicoptero, pero no habia sido asi.
Murat se daba cuenta ahora de que no deberia haberselo puesto tan facil. Si hubiera ignorado la explosion de colera de Daphne, ella no se habria ido, seguiria a su lado.
El hecho de que Daphne no aceptara su matrimonio como algo irrevocable lo ponia furioso. ?Como se atrevia a cuestionar su autoridad? El, que le habia hecho el honor de casarse con ella.
En lugar de mostrarse logica y agradecida, no paraba de pelearse con el y le hacia la vida dificil mirandolo siempre con ojos acusadores.
Mientras se tomaba otra copa de conac, Murat se dijo que Daphne necesitaba tiempo y, si estaba embarazada, lo tendria. De no ser asi, volveria a irse. No queria ni pensar en ello. No queria que Daphne se fuera. No lo iba a permitir.
El sonido de unos pasos que se acercaban lo saco de sus pensamientos y, al levantar la mirada, se encontro con varios ancianos, jefes de las tribus, que se inclinaban ante el junto a la chimenea.
Murat los invito a sentarse y, tras las conversaciones sin importancia de costumbre, como la carrera de camellos que iba a tener lugar al dia siguiente, uno de los ancianos se atrevio a ir directamente al grano.
– Alteza, nos hemos dado cuenta de que nuestra querida princesa Daphne se ha ido.
– Asi es.
– ?Se ha puesto enferma?
– No, Daphne tiene una salud excelente – contesto Murat.
– Menos mal.
Entonces, se hizo el silencio.
– Es estadounidense -comento otro al cabo de un rato.
– De eso ya me he dado cuenta -contesto Murat.
– Las mujeres occidentales pueden resultar de lo mas testarudas y dificiles. A veces, no entienden las sutilezas de nuestras costumbres. Claro que la princesa Daphne es un angel.
– Si, un angel -afirmaron los demas.
– Yo no diria tanto -murmuro Murat.
Mas bien, el habria dicho que era un diablo, un diablo que lo sacaba de quicio y que, si no tenia cuidado, pronto lo tendria atrapado.
– ?Ha probado a pegarle? -le pregunto uno de los ancianos.
Murat se irguio y lo miro con furia. El anciano dio un paso atras.
– Mil perdones, Alteza.
Murat se puso en pie y senalo la oscuridad.
– Fuera de aqui -le ordeno al anciano-. Vete y que no vuelva a verte en mi vida.
El hombre exclamo sorprendido pues no era normal que un principe tratara asi a un anciano. El sabio, temblando, se puso en pie y se perdio en la noche.
Murat volvio a sentarse y miro a los seis hombres que tenia ante si.
– ?Alguien mas me sugiere que pegue a mi mujer?
Nadie contesto.
– Se que habeis venido a ofrecerme ayuda y consejo y os lo agradezco, pero quiero que tengais muy claro que la princesa Daphne es mi esposa, la mujer que yo he elegido para ser la madre de mis hijos y para compartir mi vida. Tenedlo en cuenta cuando hableis de ella.
Los ancianos asintieron.
Murat se quedo mirando las llamas. Aunque era cierto que Daphne lo sacaba de quicio, jamas habia pensado en pegarle. ?De que servia pegar a una mujer? ?Acaso para demostrar que uno era mas fuerte fisicamente? Murat creia que lo unico que se demostraba pegando a la companera de vida era que se era un cobarde y que no se sabia arreglar las cosas dialogando.
– ?Y usted sabe por que se ha ido la princesa? -pregunto uno de los sabios timidamente.
«Interesante pregunta», penso Murat.
– Me ha hecho enfadar y he hablado apresuradamente -admitio.
– Podria ordenarle que volviera -sugirio otro.
Si, Murat era consciente de que podia ordenarle a Daphne que volviera, pero ?para que? ?Para tenerla alli mirandolo con ira? No, no era eso lo que Murat queria. Claro que no tenerla a su lado lo estaba matando.
– El principe quiere que la princesa vuelva por voluntad propia -opino otro de los hombres.
Murat lo miro.
– Efectivamente -contesto -. Quiero que vuelva porque a ella le apetezca hacerlo.
– Pero no lo va a hacer. Las mujeres son como el jazmin, ofrecen su dulzura por la noche, cuando el mundo duerme. Otras flores dan su aroma durante el dia, cuando todos estan despiertos para disfrutar de ellas, pero el jazmin es una flor muy testaruda.