en la banera porque se quedo dormida. Mande llamar a Rong y a su joven hijo y visitamos a nuestra madre y a nuestro hermano. Invite a mi madre a mudarse al palacio y vivir conmigo para que pudiera cuidarla, pero ella declino el ofrecimiento; preferia quedarse donde estaba: en una casa tranquila de un pequeno callejon situado detras de la Ciudad Prohibida; asi que no insisti. Si vivia conmigo, tendria que pedir permiso cada vez que quisiese ir a comprar o visitar a sus amigas. Sus actividades se limitarian a sus aposentos y al jardin, y no se le permitiria cocinar sus propios alimentos. Yo deseaba pasar mas tiempo con mi madre, pero tenia que reunirme con Nuharoo para preparar nuestro plan con respecto a Su Shun.
– A menos de que sean buenas noticias, no quiero oirlas -me advirtio Nuharoo-. Las inclemencias del viaje ya han acortado bastante mi vida.
De pie ante la puerta desvencijada de Nuharoo, observe que los extranjeros habian destruido todo lo que habian encontrado. El espejo estaba rayado, habian quitado las tallas de oro y tambien los bordados de las paredes. Los armarios estaban vacios y sobre su cama se marcaban las huellas de pisadas de hombres. Aun habia anicos de cristal en el suelo. Su coleccion de arte habia desaparecido. Los jardines estaban estropeados y todos los peces, pajaros, pavos reales y loros habian muerto.
– El sufrimiento es obra de la mente -sentencio Nuharoo mientras daba un sorbo a su te-. Dominalo y no sentiras mas que felicidad. La belleza de mis unas esta intacta porque se quedaron dentro de los protectores.
La miraba y la recordaba sentada dentro del palanquin con la tunica empapada por la lluvia durante dias. Sabia lo duro que habia resultado porque yo misma lo experimente. Los cojines humedos me hacian sentir como si estuviera sentada sobre orina. No sabia si admirar el esfuerzo de Nuharoo por mantener la dignidad. Durante el viaje habria querido bajar de la silla para caminar, pero Nuharoo me habia detenido. «Los porteadores estan para llevarte», insistio. Le explique que estaba enferma por tener el trasero humedo: «?Tengo que airearlo de algun modo!».
Recorde que se habia quedado en silencio, pero su expresion me decia claramente que desaprobaba mi conducta. Cuando por fin decidi salir y caminar al lado de los porteadores, se horrorizo. Me hizo saber que se sentia insultada, lo cual me obligo a volver al palanquin.
– No me mires como si hubieras descubierto una nueva estrella en el cielo -me dijo atandose el cabello-. Deja que comparta contigo una ensenanza de Buda: Tener algo es no tener nada en absoluto.
Aquello no tenia ningun sentido para mi. Nuharoo movio la cabeza con lastima.
– Buenas noches y que descanses, Nuharoo.
Ella asintio.
– Enviame a Tung Chih, por favor.
Yo queria pasar la noche con mi hijo despues de estar separados durante tanto tiempo, pero conocia a Nuharoo. En lo tocante a Tung Chih, su voluntad era la que mandaba. Me quede alli de pie sin ninguna oportunidad.
– ?Puedo enviartelo despues de su bano?
– Si -respondio, y me di media vuelta para irme.
– No intentes subir muy alto, Yehonala -me aconsejo su voz a mis espaldas-. Abraza el universo y abraza lo que venga a ti. No tiene sentido luchar.
Cuando el principe Kung salio de Pekin para Miyun, dejo que yo terminara la ultima parte del decreto que condenaba a Su Shun. La ciudad estaba a veinticuatro kilometros de la capital y era la ultima parada de la procesion antes de su llegada. Su Shun y el ataud de Hsien Feng debian llegar a Miyun a primera hora del mediodia.
Se ordeno a Yung Lu que regresara con Su Shun y que permaneciera cerca de el. Su Shun supuso que todo estaba saliendo segun lo previsto y que yo, su mayor obstaculo, habia sido eliminada.
Su Shun se encontraba ebrio cuando la procesion llego a Miyun. Estaba tan emocionado ante sus propias perspectivas que ya habia empezado a celebrarlo con su gabinete. Se vio a prostitutas locales que corrian alrededor del feretro imperial y robaban ornamentos. Cuando el general Sheng Pao saludo a Su Shun en las puertas de Miyun, este ultimo anuncio mi muerte con gran jubilo.
Al recibir una fria respuesta por parte de Sheng Pao, Su Shun miro a su alrededor y vio al principe Kung, que no estaba lejos del general. Su Shun ordeno a Sheng Pao que echara al principe Kung, pero Sheng Pao no se inmuto.
Su Shun se volvio hacia Yung Lu, que estaba detras de el, y este tampoco se movio.
– ?Guardias! -grito Su Shun-. ?Llevaos al traidor!
– ?Teneis un decreto para hacerlo? -pregunto el principe Kung.
– Mi palabra es el decreto -fue la respuesta de Su Shun.
El principe Kung dio un paso atras y el general Sheng Pao y Yung Lu avanzaron. Su Shun imagino lo que se le avecinaba.
– No os atrevais. Me ha nombrado su majestad. ?Soy la voluntad del emperador Hsien Feng!
Los guardias imperiales rodearon a Su Shun y a sus hombres. Su Shun se puso a gritar:
– ?Os colgare a todos por esto!
A una senal del principe Kung, Sheng Pao y Yung Lu prendieron a Su Shun por los brazos. Su Shun se debatio y pidio ayuda al principe Yee. El principe Yee llego corriendo con sus guardias, pero los hombres de Yung Lu los interceptaron. El principe Kung saco un decreto amarillo de una de sus mangas.
– Aquel que se atreva a contrariar una orden del emperador Tung Chih sera ejecutado.
Mientras Yung Lu desarmaba a los hombres de Su Shun, el principe Kung leyo lo que yo habia escrito:
– El emperador Tung Chih ordena que Su Shun sea arrestado de inmediato. Su Shun ha sido hallado culpable de organizar un golpe de Estado.
Encerrado en una jaula sobre ruedas, Su Shun parecia una bestia de circo cuando el desfile de la pena reanudo su viaje desde Miyun hasta Pekin. En nombre de mi hijo, informe a los gobernadores de todos los Estados y provincias del arresto de Su Shun y su expulsion del cargo. Le notifique al principe Kung que consideraba crucial ganar tambien en el campo moral. Necesitaba conocer la opinion de mis gobernadores para poder recuperar la estabilidad. Si reinaba la confusion, queria ocuparme de ello en aquel mismo instante. An-te-hai me ayudo en la empresa, incluso aunque habia sido liberado del excusado de la prision imperial solo pocos dias antes. Estaba lleno de vendajes pero feliz.
De toda China llegaron comentarios sobre el arresto de Su Shun. Me alivio mucho saber que la mayoria de gobernadores estaban de mi lado. A quienes tenian dudas les elogie por su sinceridad. Deje bien claro que querian que se dirigieran a mi con toda sinceridad, por mucho que contradijeran mi vision personal de Su Shun. Queria que los gobernadores supieran que estaba preparada para escuchar y mas que dispuesta a tomar una decision sobre el castigo de Su Shun siguiendo sus recomendaciones.
Poco despues, los dos secretarios, que representaban la justicia civil y en un principio estaban del lado de Su Shun, lo denunciaron. Fue entonces cuando el general Tseng Koufan y los ministros y gobernadores chinos me expresaron su apoyo. Los llamaba «los veletas» porque habian observado detenidamente de que lado soplaba el viento antes de comprometerse. Tseng Kou-fan critico la «grave falta historica» de Su Shun. Imitando a Tseng, siguieron a los gobernadores de las provincias del norte. Expresaron su desacuerdo sobre el hecho de que Su Shun hubiera excluido al principe Kung y propusieron que el poder recayera sobre la emperatriz Nuharoo y sobre mi.
En cuanto Su Shun llego a Pekin, empezo el juicio, presidido por el principe Kung. Su Shun y la banda de los ocho fueron hallados culpables de subversion contra el Estado, que era una de las diez abominaciones de la ley Qing, superada solo por la rebelion. Su Shun tambien fue hallado culpable de crimenes contra la familia y la virtud de la sociedad. En el decreto que habia redactado, lo calificaba de «abominable, imperdonable e irredimible».
Al principe Yee se le «concedio» una cuerda y se le «permitio» ahorcarse. Fue escoltado hasta un cuarto especial donde le aguardaban una viga y un taburete. En la habitacion un criado ayudaria a Yee a subir al taburete, por si le fallaban las piernas. Tambien se esperaba que el criado diera una patada al taburete una vez el principe Yee hubiera metido la cabeza por el lazo. Me ponia enferma ordenar esta sentencia, pero sabia que no me quedaba otra alternativa.
Los hijos de Su Shun fueron decapitados, pero perdone a su hija, forzando un poco la ley en su caso. Era una