emperadores de la dinastia Ming, que amaban la belleza natural, construyeron la residencia imperial junto al lago. En 1750 el abuelo de Hsien Feng, Chien Lung, decidio reproducir el paisaje que admiraba alrededor del lago Oeste en Hangchow y en Soochow, en el sur. Tardo quince anos en construir lo que denominaba una «ciudad de poetico encanto». Copiaron fielmente la arquitectura del estilo del sur, y cuando estuvo terminado, el palacio se convirtio en un cuadro de belleza sin igual.

Me encantaba transitar por el Gran Paseo, un corredor cubierto de setecientos cincuenta metros de largo dividido en doscientas secciones. Empezaba en la puerta Invita-a-la-luna en el este y acababa en el pabellon de la Piedra de los Diez Pies. Un dia me detuve a descansar en la puerta de las Nubes Disipadas y me pare a pensar en la dama Yun y en su hija, la princesa Jung. La dama Yun me habia prohibido hablar con su hija cuando vivia. Habia visto a la nina solo en celebraciones y fiestas de cumpleanos. La recordaba a sus diez anos, con una nariz delgada, una boca fina y una barbilla un poco afilada. Su expresion era ausente y sonadora. Me pregunte si estaria bien y si le habian dicho que su padre habia muerto.

Trajeron a la nina ante mi presencia. No habia heredado la belleza de su madre, vestia una tunica de saten gris y parecia desgraciada. Sus rasgos no habian cambiado y su cuerpo estaba delgado como un palillo. Me recodaba a una berenjena helada que se hubiera detenido en mitad de su crecimiento. No se atrevio a sentarse cuando le invite a hacerlo. La muerte de su madre debio de imprimir a su caracter una sombra permanente. Era una princesa, la unica hija del emperador Hsien Feng, pero parecia una hija de la desgracia.

Queria adoptar a la princesa Jung. No porque llevara la sangre de Hsien Feng ni porque sintiera culpa alguna por el funesto destino de su madre, sino porque deseaba dar a la chica una oportunidad. Ya habia caido en la cuenta de que Tung Chih resultaria ser una decepcion y queria criar a un nino yo sola para ver la diferencia. De algun modo, la princesa Jung me ofrecia una salvacion ante la perdida de Tung Chih.

Aunque la princesa Jung era hermanastra de Tung Chih, la corte no le permitia vivir conmigo a menos que la adoptara oficialmente, y eso hice. Merecio la pena; al principio estaba asustada y era muy timida, pero gradualmente se fue sanando. La alimente tanto como pude. En mi palacio era libre de correr por donde quisiera, aunque apenas se aprovechaba de su libertad. Era lo contrario de Tung Chih, al que le encantaba la aventura. No obstante se llevaba bien con mi hijo y le proporcionaba cierta estabilidad. La unica disciplina que le exigia era que asistiera a la escuela. A diferencia de Tung Chih, le encantaba aprender y era una excelente estudiante. Los tutores no dejaban de halagarla. Era una adolescente y queria ampliar sus horizontes. No solo la alente a hacerlo sino que tambien le brinde las oportunidades.

La princesa Jung se convirtio en una serena belleza al cumplir los quince anos. Uno de mis ministros sugirio que dispusiera su matrimonio con un jefe tribal tibetano, «tal como era el deseo de su padre, el emperador Hsien Feng».

Descarte la proposicion; aunque la dama Yun y yo nunca habiamos sido amigas, queria hacerle justicia. Me habia hablado de su temor a que casaran a su hija con un «salvaje». Le comunique a la corte que la princesa Jung era mi hija y era asunto mio decidir su futuro. En lugar de casarla en el Tibet, la envie con el principe Kung. Queria que Jung recibiera una educacion particular y aprendiera ingles. Cuando lo hizo, quise que fuera mi secretaria y traductora. Al fin y al cabo, llegaria el dia en que tendria que hablar personalmente con la reina de Inglaterra.

Capitulo 24

Los preparativos para el entierro de mi marido concluyeron al fin. Fueron necesarios tres meses y nueve mil obreros que construyesen un camino especial para llevar el feretro hasta la tumba imperial. Los porteadores, todos de la misma altura y peso, practicaban dia y noche para perfeccionar sus pasos. La tumba estaba situada en la provincia de Hopeh, no lejos de Pekin. Cada manana se colocaba una mesa y una silla encima de una gruesa plancha que pesaba lo mismo que el ataud. Se ponia un cuenco de agua sobre la mesa y un funcionario se subia a hombros de los porteadores para sentarse en la silla. Su deber era vigilar el agua del cuenco. Los porteadores debian practicar su marcha hasta que el agua no se derramara del recipiente.

Escoltadas por Yung Lu, Nuharoo y yo hicimos un viaje para inspeccionar la tumba. Oficialmente se llamaba el Terreno Bendito de la Eternidad. La tierra era una roca dura cubierta de hielo. Despues de un largo viaje, baje del palanquin con los brazos tiesos y las piernas heladas. No habia sol. Nuharoo y yo vestiamos las habituales ropas de luto, con el cuello expuesto al aire frio. El viento nos lanzaba tierra a la piel y Nuharoo se moria de ganas de regresar.

La vision me conmovio. Hsien Feng descansaria con sus antepasados. Su tumba estaba en uno de los dos complejos funebres -uno al este y el otro al oeste de Pekin-, anidado en las montanas y rodeado de altos pinos. El anchuroso camino ceremonial estaba pavimentado con marmol y flanqueado por enormes elefantes, camellos, grifos, caballos y guerreros tallados en piedra. Tras avanzar unos cien metros por el camino de marmol, Nuharoo y yo nos acercamos a un pabellon en el que se guardaban los tronos de saten dorado de Hsien Feng y sus tunicas del dragon amarillas, que se exhibirian el dia de la celebracion anual del sacrificio. Al igual que el mausoleo de sus antepasados, Hsien Feng tambien tendria sus ayudantes y guardianes. Se habia decretado que el gobernador de Hopeh se hiciera cargo del lugar santo y conservara su aislamiento restringiendo el acceso.

Entramos en la tumba. La parte superior, en forma de cupula, se llamaba la Ciudad de los Tesoros y estaba hecha de una roca maciza. La parte inferior era la propia tumba y los dos niveles estaban conectados mediante escaleras.

Con la ayuda de una antorcha, pudimos ver el interior. Era una gran esfera de casi veinte metros de diametro, toda de marmol. En medio se levantaba un lecho de piedra contra una tabla tallada de cinco metros y medio de anchura. El dia de la ceremonia funebre, el ataud del emperador Hsien Feng se colocaria sobre este lecho.

A cada lado del lecho de piedra del emperador Hsien Feng, habia seis feretros mas pequenos, de color rosa con fenix labrados. Nuharoo y yo nos miramos al percatarnos de que dos de ellos eran para nosotras. Nuestros nombres y titulos estaban labrados en los paneles:

AQUI YACE SU MATERNAL Y AUSPICIOSA

EMPERATRIZ YEHONALA

AQUI YACE SU MATERNAL Y APACIBLE

EMPERATRIZ NUHAROO

El aire frio me calaba los huesos y tenia los pulmones llenos del olor de la tierra profunda. Yung Lu trajo al arquitecto jefe. Era un hombre cercano a la sesentena, delgado y pequeno, casi del tamano de un nino. Sus ojos revelaban inteligencia y sus kowtows solo eran equiparables al del eunuco jefe Shim. Me volvi hacia Nuharoo para ver si tenia algo que decir, pero ella nego con la cabeza. Le dije al hombre que se levantara y luego le pregunte que le habia llevado a elegir aquel lugar.

– He elegido el lugar basandome en el feng shui y los calculos de las veinticuatro direcciones de las montanas -respondio con voz clara y un leve acento sureno.

– ?Que herramientas has utilizado?

– Una brujula, majestad.

– ?Y que es lo que hace unico este lugar?

– Bueno, segun mis calculos y los de otros, entre los que figuran los astrologos de la corte, aqui es donde ha viajado el aliento de la tierra. El punto central reune la vitalidad del universo. Se supone que es el lugar adecuado para excavar el Pozo de Oro. Justo aqui en medio…

– ?Que acompanara a su majestad? -le interrumpio Nuharoo.

– Ademas de los sutras de oro y plata preferidos de su majestad, libros y manuscritos, estan las linternas luminarias.

El arquitecto senalo dos vasijas gigantes que se alzaban a cada lado del lecho.

– ?Que contienen? -pregunte.

– Aceite de plantas con hebra de algodon.

– ?Alumbraran? -pregunto Nuharoo acercandose para echar una mirada a las vasijas.

– Si, claro.

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