– Si nos lo dice, no es sorpresa-senalo una chica.
Lewis sonrio.
– Uy.
Se acerco al chico que habia dado la respuesta correcta. Estaba guardando sus cuadernos en la mochila, tan atiborrada de papeles que el cierre no podia cerrarse. Llevaba el pelo largo, y en la camiseta, estampada una imagen de la cara de Einstein.
– Buen trabajo hoy-le dijo Lewis.
– Gracias.-El chico pasaba el peso de un pie al otro; Lewis estaba seguro de que no sabia que decir a continuacion. Finalmente tendio la mano-: Ejem, encantado de conocerle. Quiero decir, ya lo conocemos todos, pero no asi, personalmente.
– Exacto. Recuerdame cual es tu nombre.
– Peter. Peter Granford.
Lewis abrio la boca para decir algo, pero luego solo sacudio la cabeza.
– ?Que?-El chico bajo la cabeza-. Parecia que estuviera a punto de decir algo importante.
Lewis miro al homonimo de su hijo, su modo de meter los hombros hacia adentro, como si no mereciera mucho espacio en este mundo. Sintio aquel dolor familiar, que se siente como un martillazo en el esternon, que sentia cuando pensaba en Peter; una vida que se perderia en la prision. Deseo haber dedicado mas tiempo a mirar a Peter cuando lo tenia frente a los ojos, porque ahora se veia forzado a compensarlo con recuerdos imperfectos-como en ese momento-, y encontrar a su hijo en las caras de los extranos.
Lewis hizo un esfuerzo y esbozo la sonrisa que guardaba para momentos como aquel, cuando no habia absolutamente nada por lo que estar contento.
– Era importante-dijo-. Me recuerdas a alguien que conozco.
A Lacy le llevo tres semanas reunir el coraje para entrar en la habitacion de Peter. Ahora que se habia pronunciado la sentencia-ahora que sabian que Peter nunca regresaria a casa de nuevo-, no habia razon para mantenerla como la habia mantenido durante los ultimos cinco meses: un sepulcro, un refugio para el optimismo.
Se sento en la cama de Peter y se llevo su almohada a la cara. Todavia olia a el y ella se pregunto cuanto tiempo tardaria el olor en disiparse. Echo un vistazo a los libros apilados en sus estantes; aquellos que la policia no se habia llevado. Abrio el cajon de su mesilla y paso el dedo por la borla de seda de un punto de libro, el diente de metal de una grapadora. La panza vacia de un control remoto sin pilas. Una lupa. Un viejo mazo de cartas de Pokemon, un truco de magia, una pequena linterna unida a un llavero.
Lacy agarro la caja que habia subido del sotano y lo metio todo dentro. Aquella era la escena del crimen: mirar lo que habia dejado atras para intentar reconstruir al chico.
Doblo su colcha, luego las sabanas y luego libero la almohada de su funda. De repente, recordo una conversacion durante una cena, en la que Lewis le habia dicho que, por diez mil dolares, se podia derribar una casa. «Imagina cuanto menos cuesta destruir algo que construirlo», habia dicho. En menos de una hora, aquella habitacion se veria como si Peter nunca hubiera vivido alli.
Cuando todo era una pulcra pila, Lacy se sento en la cama y miro alrededor, las paredes austeras, la pintura un poco mas brillante en los lugares en los que habian estado colgados los posters. Toco las costuras elevadas del colchon de Peter, y se pregunto cuanto tiempo continuaria pensando en el como de Peter.
Se supone que el amor mueve montanas, que hace girar el mundo, que es lo unico que necesitas, pero eso deja de lado los detalles. El amor no podia salvar a un solo nino; no a los que habian ido al Instituto Sterling ese dia que habian creido un dia normal; no a Josie Cormier; sin duda, no a Peter. Entonces ?cual era la receta? ?El amor debia estar mezclado con algo mas para obtener una buena receta? ?Suerte? ?Esperanza? ?Perdon?
Ella recordo, de repente, lo que Alex Cormier le habia dicho durante el juicio: «Las cosas existen mientras haya quien que las recuerde».
Todo el mundo recordaria a Peter por diecinueve minutos de su vida, pero ?que pasaria con los otros nueve millones? Lacy tendria que ser quien cuidara de ellos, porque era la unica forma de mantener esa parte de Peter viva. Por cada recuerdo de el que incluyera una bala o un grito, ella tendria cientos mas: un ninito chapoteando en un estanque, montando en bicicleta por primera vez, o saludando con la mano desde lo alto de un juego en una plaza. O un beso de buenas noches, una tarjeta hecha de colores para el dia de la madre o una voz desentonada en la ducha. Ella mantendria unidos los momentos en los que su nino era igual que el resto de la gente. Se los pondria, como un collar, cada dia de su vida; porque si los perdia, entonces el chico al que ella habia amado y que ella habia criado y conocido, desapareceria de verdad.
Lacy coloco de nuevo las sabanas sobre el colchon. La manta con las esquinas remetidas; sacudio la almohada. Volvio a poner los libros en los estantes, y los juguetes, herramientas y baratijas en la mesita de noche. Por ultimo, desenrollo las largas lenguas de papel de los posters y los colgo en la pared. Tuvo cuidado de colocar las chinchetas en los mismos agujeros originales. De ese modo no haria mas dano.
Exactamente un mes despues de que fuera condenado, cuando las luces se apagaron y los guardias de la penitenciaria dieron la ultima vuelta por la pasarela, Peter se agacho y se quito el calcetin derecho. Se volvio de lado en la litera de abajo y se quedo mirando la pared. Se metio el calcetin en la boca, empujandolo tan atras como pudo.
Cuando se le hizo mas dificil respirar, cayo en un sueno. Tenia dieciocho anos, pero era el primer dia del jardin de infancia. Llevaba su mochila y su fiambrera de Superman. El autobus escolar se acerco y, con un suspiro, se abrieron sus enormes mandibulas. Peter subio los escalones y se dirigio hacia la parte trasera, pero esta vez el era el unico estudiante que habia alli. Camino por el pasillo hasta el fondo de todo, cerca de la salida de emergencia. Puso la fiambrera a su lado y miro por la ventana trasera. Fuera brillaba tanto que penso que el sol mismo estaba siguiendolos por la carretera.
– Alli-dijo una voz, y Peter se dio la vuelta para mirar al conductor. Pero asi como no habia otros pasajeros, tampoco habia nadie al volante.
Era de lo mas increible: en su sueno, Peter no tenia miedo. De algun modo, sabia que estaba dirigiendose exactamente a donde queria ir.
6 DE MARZO DE 2008
El Instituto Sterling esta irreconocible. Hay un nuevo techo de metal verde, fresco cesped ante la entrada y un atrio de vidrio de dos plantas de altura en la parte trasera. Una placa en los ladrillos del lado de la puerta de entrada dice: UN PUERTO SEGURO.
Mas tarde, ese mismo dia, habria una ceremonia en memoria de aquellos que murieron alli hacia un ano, pero como Patrick habia participado en los nuevos protocolos de seguridad para la escuela, podia colar a Alex para una vista previa.
Dentro no habia casilleros, solo cubiculos abiertos, para que nada quedara oculto a la vista. Los estudiantes estaban en clase; solo un par de profesores pasaban por el vestibulo. Llevaban identificaciones colgadas del cuello, lo mismo que los alumnos. Alex no entendia eso en realidad-la amenaza era siempre interior, no exterior-, pero Patrick decia que hacia que la gente se sintiera segura, y que eso era la mitad de la batalla.
Su telefono movil sono. Patrick suspiro.
– Pense que les habias dicho…
– Lo hice-contesto Alex. Lo abrio con un solo movimiento y la secretaria del despacho de defensores de oficio del condado de Grafton comenzo a soltar una letania de crisis.
– Para-le dijo Alex, interrumpiendola-. ?Recuerdas? Hoy no trabajo.
Habia renunciado a su cargo de jueza. Josie habia sido acusada como accesorio de asesinato en segundo grado y habia aceptado el alegato de homicidio, con cinco anos de condena. Despues de eso, cada vez que un chico comparecia ante ella acusado de cualquier delito, no podia ser imparcial como jueza. Pero como madre no eran los hechos los que importaban, solo los sentimientos. El regreso a sus raices como defensora de oficio no solo parecia natural, sino comodo. Entendia, de primera mano, lo que sus clientes estaban sintiendo. Ella los