creido estar haciendo algo noble al encajar el golpe por los dos. Fuera como fuese, Fats habia causado mucho mas dano del que creia; mientras esperaba en el pasillo, Andrew se dijo que su amigo nunca habia comprendido como era la vida con un padre como Simon, a salvo como estaba el en su buhardilla, con unos padres razonables y civilizados.

Oyo hablar a los adultos Wall en voz baja; no habian cerrado la puerta de la cocina.

—Tenemos que irnos ya —decia Tessa—. Tiene la obligacion moral de asistir, y va a asistir.

—Ya ha recibido suficiente castigo —repuso la voz de Cuby.

—No le estoy pidiendo que vaya como…

—?Ah, no? —interrumpio Cuby con brusquedad—. Por el amor de Dios, Tessa. ?De verdad crees que lo querran alli? Ve tu. Stu puede quedarse aqui conmigo.

Un minuto mas tarde, ella salio de la cocina y cerro la puerta.

—Stu no viene —anuncio, y Andrew advirtio que estaba furiosa—. Lo siento.

—No pasa nada —musito el chico.

Se alegraba. No le parecia que les quedase mucho de que hablar. Asi podria sentarse con Gaia.

Unas casas mas abajo, en la misma Church Row, Samantha Mollison estaba ante la ventana de la sala de estar, con una taza de cafe en la mano y viendo pasar a los asistentes al funeral de camino a St. Michael and All Saints. Cuando vio a Tessa Wall, y a quien creyo que era Fats, solto un gritito ahogado.

—Oh, Dios mio, el tambien va —se dijo en voz alta.

Entonces reconocio a Andrew, se ruborizo y se aparto rapidamente del cristal.

Se suponia que estaba trabajando en casa. Tenia el portatil abierto a su lado en el sofa, pero esa manana se habia puesto un viejo vestido negro, todavia sin decidir si asistiria al funeral de Krystal y Robbie Weedon. Supuso que solo le quedaban unos minutos para decidirse.

Nunca habia pronunciado una palabra amable sobre Krystal Weedon, de modo que sin duda resultaria hipocrita asistir a su funeral solo porque habia llorado con el articulo sobre su muerte en el Yarvil and District Gazette, y porque la cara redonda de Krystal sonreia en todas las fotografias de la clase que Lexie habia llevado a casa del St. Thomas, ?verdad?

Dejo el cafe, fue hasta el telefono y llamo a Miles al trabajo.

—Hola, carino —saludo el.

(Ella lo habia abrazado cuando sollozaba de alivio junto a la cama de hospital en la que Howard yacia conectado a maquinas, pero vivo.)

—Hola. ?Como estas?

—Voy tirando. Una manana ajetreada. Me encanta que me llames. ?Estas bien?

(La noche anterior habian hecho el amor, y ella no habia fingido que Miles fuera otro.)

—El funeral esta a punto de empezar —dijo Samantha—. Veo pasar a la gente… —Llevaba casi tres semanas reprimiendo algo que deseaba decir, por Howard, por lo del hospital y porque no queria recordarle a Miles la espantosa discusion que habian tenido, pero ya no podia callarse mas—. Miles, yo vi a ese nino. A Robbie Weedon. Yo lo vi, Miles. —Su tono era nervioso, casi suplicante—. Estaba en el campo de deportes del St. Thomas cuando lo atravese aquella manana.

—?En el campo de deportes?

—Debio de alejarse mientras los dos chicos… El hecho es que estaba solo —anadio, y se acordo de su aspecto, sucio y descuidado.

Solia preguntarse si se habria preocupado mas de haberlo visto mas limpio; si, a algun nivel subliminal, no habria confundido los claros indicios de desatencion con astucia callejera, dureza y resistencia.

—Pense que estaba alli jugando, pero no habia nadie con el —prosiguio—. Solo tenia tres anos y medio, Miles. ?Por que no le pregunte con quien estaba?

—Bueno, bueno —dijo el con voz tranquilizadora, y ella sintio alivio al instante; Miles se estaba haciendo cargo de la situacion, y eso le humedecio los ojos—. Tu no tienes culpa de nada. No podias saberlo. Probablemente pensaste que su madre andaba por alli.

(De modo que Miles no la odiaba, no la consideraba malvada. Ultimamente, Samantha habia recibido una leccion de humildad con la capacidad de perdonar de su marido.)

—No estoy segura de haber pensado eso —repuso con un hilo de voz—. Miles, si le hubiese dicho algo…

—Ni siquiera estaba cerca del rio cuando lo viste.

«Pero si cerca de la calle», penso Samantha.

En esas ultimas tres semanas, se habia despertado en ella el deseo de implicarse en algo mas que en ella misma. Habia esperado dia tras dia a que esa nueva y extrana necesidad remitiese («Asi es como la gente se vuelve religiosa», pensaba, tratando de tomarselo a risa), pero no habia hecho mas que intensificarse.

—Miles —dijo—, queria comentarte que… bueno, ahora que tu padre falta en el concejo, y que Parminder Jawanda ha dimitido tambien…, lo mejor seria invitar formalmente a un par de personas a convertirse en miembros, ?verdad? —Conocia la normativa; llevaba anos oyendo hablar de esos temas—. Me refiero a que no querras que se celebren otras elecciones, despues de todo esto, ?no?

—No, desde luego que no.

—O sea que Colin Wall podria ocupar una plaza, y estaba pensando que —se apresuro a anadir Samantha—, ahora que todo el negocio lo llevo por internet… yo podria ocupar la otra.

—?Tu? —pregunto Miles, perplejo.

—Me gustaria implicarme en esas cosas, si.

Krystal Weedon, muerta a los dieciseis, atrincherada en aquella sordida casita de Foley Road… Samantha llevaba dos semanas sin beber una copa de vino. Le parecia que le gustaria escuchar los argumentos en defensa de la Clinica Bellchapel para Drogodependientes.

En el numero 10 de Hope Street sonaba el telefono. Kay y Gaia ya llegaban tarde al funeral de Krystal. Cuando Gaia pregunto quien llamaba, su preciosa cara se endurecio y parecio mucho mayor.

—Es Gavin —le dijo a su madre.

—?Yo no lo he llamado! —musito Kay, como una colegiala nerviosa, y cogio el telefono.

—Hola —dijo Gavin—. ?Como estas?

—Pues justo iba a salir, a un funeral —repuso Kay con la mirada clavada en la de su hija—. El de los ninos Weedon. Asi que no estoy lo que se dice genial.

—Vaya. Dios, es verdad. Perdona, se me habia olvidado.

Gavin habia visto el apellido Weedon en los titulares del Yarvil and District Gazette y, por fin vagamente interesado, compro un ejemplar. Se le ocurrio que debia de haber pasado muy cerca de donde estaban los adolescentes y el nino, aunque no recordaba haber visto a Robbie Weedon. Por lo demas, habia pasado un par de semanas muy raras. Echaba terriblemente de menos a Barry. Y no entendia su propia reaccion: cuando deberia haberlo hundido el rechazo de Mary, lo unico que deseaba era tomarse una cerveza con el hombre al que habia esperado quitarle la mujer… (Murmurando para si cuando se alejaba de casa de Mary, habia dicho: «Esto te pasa por intentar robarle la mujer a tu mejor amigo.»)

—Oye —dijo—, me preguntaba si te apeteceria tomar una copa despues.

Kay estuvo a punto de echarse a reir.

—Te ha dado calabazas, ?eh?

Le tendio el telefono a Gaia para que colgara. Se apresuraron a salir de casa y, medio corriendo, llegaron al final de la calle y cruzaron la plaza. Durante unos diez pasos, cuando pasaban por delante del Black Canon, Gaia le dio la mano a su madre.

Llegaron cuando los dos feretros aparecian en lo alto de la calle, y se apresuraron a entrar en el cementerio mientras los portadores se reunian en la acera.

(—Apartate de la ventana —le ordeno Colin Wall a su hijo.

Pero Fats, que tendria que vivir a partir de entonces con el peso de su propia cobardia, se quedo donde estaba, tratando de demostrarse que, al menos, era capaz de soportar aquello.

Los feretros pasaron lentamente ante la ventana en sendos coches funebres con las ventanillas tintadas: el primero era de un rosa subido, y verlo lo dejo sin aliento; el segundo era diminuto y de un blanco reluciente…

Вы читаете Una vacante imprevista
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату