—Hola, querida, pasa —dijo Shirley—. Voy por mi bolso.
Era mejor llevarse incluso a Maureen al hospital que ir sola. Maureen no se arredraba ante el silencio de Howard; parloteaba sin parar con su voz ronca, y ella podia sentarse en paz, esbozar una sonrisa felina y relajarse. En cualquier caso, como Shirley ejercia el control provisional de la parte de Howard en el negocio, encontraba ahora muchos medios para desahogar sus persistentes sospechas desairando constantemente a Maureen, pues cuestionaba cada una de sus decisiones.
—?Sabes que alli abajo, en St. Michael, se esta celebrando el funeral de los ninos Weedon? —comento Maureen.
—No me digas. ?Aqui? —repuso Shirley, horrorizada.
—Se ve que hicieron una colecta —le conto Maureen, rebosante de cotilleos que Shirley, aparentemente, se habia perdido en sus interminables idas y venidas del hospital—. No me preguntes quienes. De todas formas, habria dicho que la familia no querria celebrarlo junto al rio, ?tu no?
(Aquel sucio nino que apenas sabia hablar, de cuya existencia muy pocos estaban al corriente y a quien nadie, salvo su madre y su hermana, habia profesado un carino especial, al ahogarse habia sufrido una metamorfosis tan tremenda en la mentalidad colectiva de Pagford que en todas partes se aludia a el como un duende del agua, un querubin, un angelito puro y dulce al que todos habrian colmado de amor y compasion de haber podido salvarlo.
En cambio, la aguja y la llama no habian tenido ningun efecto transformador en la reputacion de Krystal; todo lo contrario, pues la habian grabado para siempre en la memoria de la vieja guardia de Pagford como una criatura desalmada, cuya busqueda de lo que a los mayores les gustaba definir como «mera diversion» habia conducido a la muerte de un nino inocente.)
Shirley se estaba poniendo el abrigo.
—?Sabes que aquel dia los vi a los tres? —comento, y las mejillas se le tineron de rubor—. Al crio berreando junto a unos matorrales, y a Krystal Weedon y Stuart Wall en otros…
—?De veras? ?Y realmente estaban…? —pregunto una avida Maureen.
—Pues si —repuso Shirley—. A plena luz del dia y al aire libre. Y el nino estaba en la mismisima orilla del rio cuando lo vi. Un par de pasos y se habria caido al agua.
Algo en la expresion de Maureen la hirio profundamente.
—Tenia prisa —explico Shirley con aspereza—. Howard me habia dicho que se encontraba mal y estaba preocupadisima. Ni siquiera queria salir de casa, pero Miles y Samantha nos mandaron a Lexie (si quieres saber mi opinion, yo creo que habian discutido) y la nina quiso que fueramos a la cafeteria. Yo estaba loca de inquietud, solo podia pensar en volver con Howard, y en realidad no comprendi lo que vi hasta mucho despues… Y lo mas espantoso —anadio, mas sonrojada que nunca y volviendo a su cantinela favorita— es que, si Krystal Weedon no hubiese dejado que ese crio se alejara mientras ella se revolcaba en los arbustos, la ambulancia de Howard habria llegado mucho antes. Porque, claro, con dos de ellas saliendo a la vez, las cosas se complic…
—Ya, ya —la interrumpio Maureen mientras iban hacia el coche, porque no era la primera vez que oia todo aquello—. Pues yo no consigo dejar de pensar por que se les ha ocurrido celebrar los funerales aqui, en Pagford…
Le habria gustado pasar por la iglesia de camino al hospital, para ver que aspecto tenia la familia Weedon y quiza vislumbrar a la madre yonqui y degenerada, pero no se le ocurrio como plantearselo a Shirley.
—Nos queda un consuelo, ?sabes? —dijo, cuando emprendieron camino hacia la circunvalacion—. Podemos dar por sentado que se acabaron los Prados. Eso tiene que ser un consuelo para Howard. Aunque tenga que pasar una temporada sin asistir a las reuniones del concejo, eso si lo ha conseguido.
Andrew Price bajaba a toda velocidad la escarpada cuesta desde Hilltop House, con el sol calentandole la espalda y el viento revolviendole el pelo. El ojo morado se le habia puesto amarillo verdoso en el termino de una semana, y tenia peor pinta incluso, si cabia, que cuando habia aparecido en el instituto con el parpado casi cerrado. A los profesores que mostraron interes les dijo que se habia caido de la bicicleta.
Estaban en plenas vacaciones de Pascua, y Gaia le habia mandado un SMS la noche anterior para preguntarle si iria al funeral de Krystal al dia siguiente. Andrew le contesto que si de inmediato. Tras mucha deliberacion, se puso los vaqueros mas limpios que encontro y una camisa gris oscuro, porque no tenia ningun traje.
No estaba muy claro por que asistia Gaia al funeral, a menos que lo hiciera para estar con Sukhvinder Jawanda, a quien parecia mas unida que nunca ahora que iba a mudarse a Londres con su madre.
—Mama dice que nunca deberia haber venido a Pagford —les habia contado alegremente a Andrew y Sukhvinder cuando los tres estaban sentados en el murete junto al quiosco, a la hora de comer—. Se ha dado cuenta de que Gavin es un gilipollas integral.
Gaia le habia dado a Andrew su numero de movil y le habia dicho que podian quedar cuando ella fuese a Reading a ver a su padre, y hasta comento, de pasada, que si la visitaba en Londres lo llevaria a conocer algunos de sus sitios favoritos. Gaia andaba prodigando propuestas como un soldado que tirara la casa por la ventana para celebrar su desmovilizacion, y esas promesas, hechas tan a la ligera, proporcionaron una dorada patina a la perspectiva de la mudanza de Andrew. Recibio la noticia de la oferta que les habian hecho a sus padres por Hilltop House con emocion y dolor casi a partes iguales.
La curva cerrada que daba paso a Church Row, que solia levantarle el animo, lo sumio en el desaliento. Vio a la gente moverse por el cementerio y se pregunto como seria el funeral, y por primera vez esa manana, sus pensamientos sobre Krystal Weedon no fueron solo en abstracto.
Evoco un recuerdo largo tiempo enterrado en los mas profundos recovecos de su mente, el de aquella ocasion en el patio del St. Thomas, cuando Fats, con objeto de llevar a cabo una investigacion imparcial, le tendio una chucheria con un cacahuete oculto en su interior. Aun podia sentir el ardiente e inexorable tapon en su garganta. Recordaba haber intentado gritar y que se le habian doblado las rodillas, y a los ninos en torno a el, observandolo con extrano y pasivo interes, y luego el grito estridente de Krystal Weedon:
—?Andy Price se ha tragado un
Krystal habia echado a correr con sus piernecitas regordetas hacia la sala de profesores, y el director habia cogido en brazos a Andrew para llevarlo inmediatamente al cercano consultorio medico, donde el doctor Crawford le habia administrado adrenalina. Solo Krystal recordaba la charla que la maestra le habia dado a la clase, explicandoles la peligrosa alergia de Andrew, y solo ella reconocio los sintomas.
Deberian haberle dado a Krystal una estrella dorada, y quiza un certificado de Alumna de la Semana en la reunion de profesores y alumnos, pero al dia siguiente (Andrew lo recordaba con tanta claridad como su propio colapso) Krystal le habia pegado a Lexie Mollison en la boca con suficiente fuerza como para hacerle saltar dos dientes.
Andrew metio con cuidado la bicicleta de Simon en el garaje de los Wall y luego llamo al timbre con una desgana que no habia sentido nunca. Le abrio Tessa, que llevaba puesto su mejor abrigo, de color gris. Andrew estaba molesto con ella; era culpa suya que tuviese un ojo morado.
—Pasa, Andy —le dijo con expresion tensa—. Solo tardaremos un minuto.
Andrew espero en el pasillo, donde el vitral sobre la puerta proyectaba su resplandor de caja de acuarelas sobre el parquet. Tessa fue a la cocina y Andrew vislumbro a Fats con su traje negro, desmadejado en una silla como una arana aplastada, con un brazo contra la cabeza, como si se protegiera de unos golpes.
Andrew se volvio de espaldas. No se comunicaban desde que el habia llevado a Tessa hasta el Cubiculo. Hacia dos semanas que Fats no iba a clase. Andrew le habia mandado un par de SMS, pero no habia contestado. Su pagina de Facebook seguia exactamente igual que el dia de la fiesta de Howard Mollison.
Una semana atras, sin previo aviso, Tessa habia llamado a los Price para decirles que Fats habia admitido haber colgado los mensajes con el nombre de El Fantasma de Barry Fairbrother, y para disculparse sinceramente por las consecuencias que habian padecido.
—A ver, ??y como sabia el que yo tenia aquel ordenador?! —habia exclamado Simon, avanzando hacia Andrew—. ?Como cojones sabia Fats Wall que yo hacia trabajos fuera de jornada en la imprenta?
El unico consuelo de Andrew fue que, de haber sabido su padre la verdad, podria haber ignorado las protestas de Ruth y haber seguido pegandole hasta dejarlo inconsciente.
Andrew no sabia por que Fats habia decidido atribuirse la autoria de todos los mensajes. Quiza era por su ego, por su determinacion de ser el cerebro del asunto, el mas destructivo, el mas malo de todos. Quiza habia