de un grupo de adolescentes de ambos sexos. Lucia multiples pendientes en las orejas, y la tira del tanga asomaba por los pantalones de chandal, que llevaba caidos. Andrew la conocia desde primaria, y aparecia en muchos de los recuerdos mas memorables de su infancia. Se habian burlado de su apellido, pero en lugar de llorar, como habrian hecho la mayoria de las ninas, con solamente cinco anos Krystal habia aguantado con estoicismo mientras los otros ninos reian socarrones y le gritaban: «?Se ha hecho pipi! ?Krystal se ha hecho pipi!» Una vez se bajo las bragas en medio de la clase y simulo orinar. Andrew conservaba un vivido recuerdo de su vulva rosacea; fue como si se les hubiera aparecido Papa Noel, y recordaba a la senorita Oates, con las mejillas muy coloradas, obligando a Krystal a salir del aula.

A los doce anos, cuando ya iba al instituto y se habia convertido en la nina mas desarrollada de su curso, un dia Krystal se habia entretenido mas de la cuenta en el fondo de la clase, adonde los alumnos debian llevar las hojas de ejercicios de matematicas cuando los terminaban para dejarlas y coger la siguiente hoja de la serie. Andrew (siempre de los ultimos en terminar los problemas de matematicas) no tenia ni idea de como se habia iniciado aquello, pero llego a las cajas de plastico que contenian las hojas de ejercicios, pulcramente alineadas en lo alto de los armarios del fondo, y encontro a Rob Calder y Mark Richards turnandose para coger los pechos de Krystal en el hueco de sus manos y apretarselos. Los otros chicos los miraban boquiabiertos, electrizados, manteniendo en alto los libros de texto para que el profesor no pudiera verles la cara; mientras que las ninas, rojas como tomates, simulaban no ver nada. Andrew comprendio que a la mitad de los ninos ya les habia tocado su turno, y que todos esperaban que el aprovechara el suyo. Queria hacerlo y no queria. No eran los pechos de Krystal lo que le daba miedo, sino su expresion de desafio e insolencia; lo que le daba miedo era hacerlo mal. Cuando el profesor Simmonds, un individuo despistado e incompetente, levanto por fin la cabeza y dijo: «?Que haces ahi tanto rato, Krystal? Coge una hoja y sientate», Andrew sintio un alivio casi total.

Si bien hacia mucho que estaban en grupos diferentes, todavia pertenecian a la misma clase, y por eso Andrew sabia que Krystal faltaba a menudo y casi siempre estaba metida en algun lio. No le temia a nada, igual que los chicos que iban con tatuajes que se hacian ellos mismos, o con un labio partido, o fumando, o contando historias de enfrentamientos con la policia, consumo de drogas y sexo facil.

El Instituto de Ensenanza Secundaria Winterdown estaba en las afueras de Yarvil; era un edificio de tres plantas grande y feo, cuya estructura exterior consistia en una serie de ventanas con paneles pintados de turquesa intercalados. Las puertas del autobus se abrieron con un chirrido, y Andrew se unio a la caterva de estudiantes con jersey y blazer negro que atravesaban el aparcamiento camino de las dos entradas principales del instituto. Cuando se disponia a pasar por el atasco que se formaba en la puerta de doble batiente, vio llegar un Nissan Micra; se aparto un poco y se quedo esperando a su mejor amigo.

Tubby, Tubs, Tubster, Flubber, Wally, Wallah, Fatboy, Fats… Stuart Wall era el chico del instituto con mas apodos. Sus andares de pasos largos, su delgadez, su cara chupada de piel cetrina, sus grandes orejas y su permanente expresion de pena bastaban como rasgos caracteristicos; pero era su humor incisivo, su indiferencia y su aplomo lo que lo distinguia. Conseguia desvincularse de todo cuanto pudiera haber definido un caracter menos elastico, sobreponiendose al bochorno de ser el hijo de un subdirector ridiculizado e impopular y tener por madre a una orientadora escolar gorda que vestia ropa fea y anticuada. Era, por encima de todo, el mismo: Fats, un personaje destacado y todo un referente en el instituto. Hasta los chicos de los Prados le reian las bromas, y raramente se tomaban la molestia de burlarse de sus desafortunados vinculos familiares, debido a la frialdad y crueldad con que el devolvia las pullas.

Fats hizo gala de su aplomo esa manana cuando, expuesto ante las hordas de alumnos libres de sus padres que lo rodeaban, tuvo que forcejear para salir del Nissan no solo con su madre, sino tambien con su padre, quien normalmente iba al instituto en su coche. Andrew se acordo de Krystal Weedon y de la tira de su tanga mientras Fats se le acercaba al trote.

—Que pasa, Arf —lo saludo.

—Fats.

Juntos, se mezclaron con la multitud, con las mochilas al hombro, golpeando con ellas a los chicos mas bajitos y abriendo una pequena estela a su paso.

—Tenias que haber visto a Cuby llorando —dijo Fats dirigiendose con su amigo hacia la abarrotada escalera.

—Que me dices.

—Si, anoche murio Barry Fairbrother.

—Ah, si, ya me he enterado —replico Andrew.

Fats le lanzo la mirada socarrona y resabiada que empleaba cuando alguien se sobrepasaba y fingia saber mas de lo que sabia, ser mas de lo que era.

—Mi madre estaba en el hospital cuando lo llevaron —anadio Andrew, molesto—. Trabaja alli, ?te acuerdas?

—Ah, si —dijo Fats, y el resabio desaparecio—. Bueno, ya sabes que Cuby y el eran coleguitas. Y Cuby piensa anunciarlo en la reunion. No mola, Arf.

Al final de la escalera se separaron y se dirigieron a sus respectivas aulas para el pase de lista. Casi todos los alumnos de la clase de Andrew ya estaban sentados sobre los pupitres y balanceando las piernas o apoyados en los armarios de ambos lados. Las mochilas estaban debajo de las sillas. Los lunes por la manana siempre hablaban en voz mas alta y con mayor libertad, porque a primera hora habia reunion de profesores y alumnos, lo que implicaba salir del edificio e ir hasta el gimnasio. Su tutora, sentada a la mesa, iba marcando los nombres de los alumnos en la lista a medida que entraban. Nunca se tomaba la molestia de recitar la lista en voz alta; ese era uno de los numerosos gestos con los que pretendia ganarse a los chicos, y ellos la despreciaban precisamente por eso.

Krystal llego justo cuando sonaba el timbre que anunciaba la reunion. Grito «?Estoy aqui, senorita!» desde el umbral, se dio la vuelta y salio de nuevo. Todos la siguieron sin parar de hablar. Andrew y Fats volvieron a encontrarse en lo alto de la escalera y se dejaron arrastrar por la corriente hacia la puerta trasera y a traves del extenso patio de asfalto gris.

El gimnasio olia a sudor y zapatillas de deporte; el barullo de mil doscientos adolescentes que hablaban avidamente resonaba en las tristes paredes encaladas. La dura moqueta que cubria el suelo, de un gris industrial y con muchas manchas, tenia marcadas diferentes lineas de colores que delimitaban las pistas de badminton y tenis y los campos de futbol y hockey; aquel material producia unas rozaduras tremendas si uno se caia con las piernas desnudas, pero no castigaba el trasero tanto como la madera cuando habia que aguantar toda la reunion sentado en el suelo. Andrew y Fats habian conseguido el privilegio de sentarse en unas sillas de patas tubulares y respaldo de plastico dispuestas al fondo de la sala para los alumnos de quinto y sexto.

En la parte delantera, de cara a los alumnos, habia un viejo atril de madera, y a su lado estaba sentada la directora, la senora Shawcross. El padre de Fats, Colin Wall, alias Cuby, ocupo su lugar junto a ella. Era muy alto, tenia una frente amplia que empalmaba con su calva y unos andares que era imposible no imitar, con los brazos pegados a los costados y cabeceando mucho mas de lo necesario para desplazarse hacia delante. Todos lo llamaban «Cuby», o «Cubiculos», a causa de su inefable obsesion de mantener perfectamente ordenado el mueble con hileras de compartimentos que habia en la pared frente a su despacho. Las listas de asistencia iban a parar a esos compartimentos una vez marcadas, mientras que otros documentos se asignaban a un departamento en particular. «?Asegurate de ponerlo en el cubiculo correcto, Ailsa!», «?No lo dejes colgando asi, se caera del cubiculo, Kevin!», «?No lo pises, nina! ?Recogelo y traemelo, tiene que ir en su cubiculo!»

El resto de los profesores los llamaban «casilleros». Se sobrentendia que lo hacian para distinguirse de Cuby.

—Arrimaos, arrimaos —les dijo el senor Meacher, el profesor de manualidades, a Andrew y Fats, que habian dejado un asiento vacio entre ellos y Kevin Cooper.

Cuby se coloco detras del atril. Los alumnos no se callaron en el acto, como habrian hecho de haberse tratado de la directora. En el preciso momento en que se apago la ultima voz, se abrio uno de los batientes de la puerta de la derecha y entro Gaia.

Paseo la mirada por la sala (Andrew se permitio mirar, ya que la mitad de los alli reunidos la estaban observando y quien iba a hablar era solo Cuby; llegaba tarde, era nueva y guapa) y entro deprisa, pero no demasiado (porque tenia el don del aplomo, igual que Fats), bordeando la ultima fila de alumnos. Andrew no podia girar la cabeza para seguir contemplandola, pero de pronto le vino a la mente, con una fuerza que le hizo zumbar los oidos, que al arrimarse a Fats habia dejado un asiento libre a su lado.

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