Ella tenia aquella casa y a Emily, tenia su mundo. Un mundo estable y seguro. Ben solo tenia una bolsa de viaje y unas cuantas camaras. Por lo menos por lo que ella sabia. Aunque a Ben le gustaba que las cosas fueran asi, o, por lo menos, hasta entonces le habia gustado.

En la distancia, el hecho de que hubieran sido capaces de pasar seis meses juntos incluso resultaba sorprendente.

– ?Rach? -Ben se inclino sobre ella como si fuera la mas fragil pieza de porcelana china-. ?Estas bien? Estas muy callada y muy palida.

Rozo su cuello con la ligereza de una pluma y un escalofrio recorrio la espalda de la joven. No era un escalofrio provocado por el frio, sino por algo mucho mas devastador.

– Si, estoy bien…

Otro roce de sus dedos, en aquella ocasion casi vacilante, y sin apartar los ojos de los suyos.

– Rachel, todavia esta aqui. ?No puedes sentirlo?

– Yo… -«no», queria decir, pero era ridiculo mentir cuando seguramente Ben era capaz de sentir el latido de su cuerpo ante el mas minimo contacto.

– Continuas teniendo esos ojos que me derriten -musito Ben.

Rachel esbozo una sonrisa nerviosa. Ben le devolvio la sonrisa.

– No tengo la menor idea de por que te estoy sonriendo.

Ben enmarco su rostro con la mano.

– No me importa, pero continua haciendolo.

Rachel dejo de respirar. Ben cerro la mirada sobre la suya mientras le acariciaba lentamente la barbilla con el pulgar. El cuerpo de Rachel respondio con una sacudida de placer, como si reconociera que aquel hombre, y solo el, habia sido capaz de darle los mas increibles placeres.

Ben dejo escapar un sonido de incredulidad, poso la mano en su nuca y comenzo a descender hacia sus labios.

«Muevete», se dijo Rachel. Y lo hizo, para acercar sus labios a los de Ben. Era algo impensable, incomprensible. Ben no tenia derecho a tocarla y ella no tenia derecho a desearlo, pero lo deseaba. Dios, como lo deseaba.

El primer roce de sus labios basto para que sintiera que se le deshacian los huesos y con ellos el dolor. Buscando equilibrio, poso la mano derecha en el pecho de Ben. Sintio bajo su camisa el firme latir de su corazon. Y, ligeramente aturdida, se quedo mirandolo fijamente.

Ben susurro suavemente su nombre, le hizo cambiar la inclinacion de la cabeza y busco de nuevo sus labios.

La boca de Ben era calida, firme, generosa, y tan hermosamente dadivosa que Rachel cerro los ojos y perdio la capacidad para hacer nada que no fuera sentir.

Ben acaricio sus labios con la lengua.

Sobrecogida por la familiaridad y al mismo tiempo la rareza de aquella caricia, Rachel gimio, y volvio a hacerlo al sentir la lenta penetracion de su lengua. Se aferro con fuerza a su camisa, invitandolo a acercarse y arrancando un gemido de lo mas profundo de su garganta.

Fue un sonido crudamente sensual, pero justo entonces Ben se aparto y dejo escapar lentamente la respiracion.

Rachel lo imito, pero eso no cambiaba el hecho de que continuaba deseando mucho mas.

Pero ese habia sido siempre su problema, los deseos.

– Tu dormitorio -dijo Ben con cierta dureza.

– La proxima puerta.

Ben se coloco tras ella y empujo la silla. Una vez en el interior del dormitorio, se detuvo. Habia una fotografia colgada de una pared que habia sido tomada dos anos antes. En ella aparecia Emily con un vestido de verano y una sonrisa de oreja a oreja mientras sostenia su titulo de graduado escolar. Sus ojos chispeaban con tanta alegria, con tanta vida, que dolia incluso mirarla. Pero Rachel desvio la mirada en cuando sintio que Ben estaba mirandola.

?Lo habria notado? El parecido no era tanto fisico, aunque tambien estaba alli, como de su propia esencia. Para el, ver aquella fotografia debia de haber sido como enfrentarse a un espejo.

El cielo sabia que su hija no habia heredado de ella su sentido de la aventura y su amor por la vida. Hasta que no habia conocido a Ben, Rachel no habia conocido nada parecido a la aventura. Ben habia hecho mas que compartirla, de alguna manera, le habia insuflado su propio ser, arrastrandola a la vida durante los meses que habian compartido.

Pero Emily… Emily habia estado llena de vida desde el primer dia.

– Es preciosa -dijo Ben con voz queda-, como tu.

– Ben…

– Dejame meterte en la cama -se acerco a ella-. No intentes moverte, yo te levantare.

Rachel dejo de respirar al darse cuenta de lo que realmente significaba la presencia de Ben en aquella casa. Iba a tener que ayudarla, que mirarla.

Iba a tener que tocarla.

Antes de que el panico se apoderara por completo de ella, Ben se dirigio hacia la comoda y abrio un cajon. Sacudio la cabeza al ver solamente calcetines y abrio otro.

– ?Que buscas?

Ben saco entonces una camisola y unas bragas de seda.

– Vaya…

Las dos prendas eran de color azul palido, mas suaves que la respiracion de un bebe y el pijama preferido de Rachel. Pero entre los dedos de Ben, aquel inocente pijama parecia la prensa mas atrevida que Rachel habia visto en su vida.

Y, por supuesto, no pensaba ponersela.

– Ante usabas esos camisones de franela atados hasta la barbilla, ?te acuerdas?

– Era una nina.

Algo brillo en los ojos de Ben.

– Yo no diria tanto.

Antes de que a Rachel se le hubiera ocurrido una respuesta, se echo el pijama al hombro y comenzo a caminar hacia ella.

A pesar del agotamiento y del dolor, Rachel consiguio sacudir la cabeza.

– No pienso ponerme eso delante de ti.

Ben giro la silla hacia la cama y se echo a reir.

– En eso tienes razon, porque voy a ponertelo yo.

– Ben…

– Rachel -la imito y deslizo los brazos a su alrededor, haciendo que desapareciera de su mente hasta el ultimo pensamiento racional-, tranquilizate.

Y delicadamente, con tanta delicadeza de hecho que Rachel se sintio como si estuviera siendo elevada por el aire, se irguio con ella en brazos.

– ?Estas bien?

– Sueltame.

Ben obedecio. La tumbo en la cama y una miriada de sensaciones golpeo a Rachel. El dolor, a pesar del cuidado que Ben habia tenido, el confort de sentirse en su propia cama despues de tantas semanas. Y la devastacion de sentir las manos de Ben sobre ella.

Entonces Ben alargo las manos hacia los botones de su blusa. Pero Rachel emitio un sonido que le hizo alzar inmediatamente la mirada.

– No puedes hacerlo tu -le explico Ben, intentando mostrarse razonable.

– Yo… dormire vestida.

– Oh, si, sera muy comodo -bajo la mirada hacia su expresion obstinada y suspiro mientras le acariciaba la mejilla-. Estas agotada, dejame ayudarte.

Rachel abrio la boca para protestar, pero Ben la silencio con un dedo.

– Hubo otro tiempo en el que me dejabas ayudarte a todo, ?te acuerdas?

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