que siga a vuestro servicio. Esta loco de alegria.

– Es un bien muchacho -sonrio la reina-. Hans y el se llevan de maravilla. A partir de ahora mis propiedades y apariciones en publico se reduciran y solo necesito dos pagues.

– Lo siento, senora.

– Nein -replico lady Ana-. No sientas. Odio la pompa y el ostentacion de esta corte. Me gustan los fes-tidos, bailar y gugar a cartas pero estare bien en Rich-mond. Hendrick me dara una casa o dos. ?Que haga lo que quiera! Richmond esta un pueblo precioso y el rio recuerda a mi al Rin. Me llefare a la princesa Maria. Nos hemos hecho amigas y Hendrick ha prometido que la pequena Bess fendra a fisitarme de vez en cuando. ?Esta una nina encantadora y muy inteligente!

– Entonces, ?estais contenta a pesar de que tendreis que permanecer en Inglaterra? -pregunto Nyssa-. ?No echais de menos a vuestra familia?

– Prefiero mil feces fifir en Inglaterra que regresar junto a mi familia -respondio la reina-. Mi padre estaba un hombre muy sefero pero tenia sentido del humor. Mi hermano Wilhelm, en cambio, ha confertido la corte de Clefes en el paraiso de los aburridos. Se asegurara de que estoy bien y me olfidara para siempre. Sere mas libre y mejor feliz aqui. Ademas, no tendre que volver a casarme. Pero ?y tu? -inquirio-. ?Eres feliz con tu marido?

– Afortunadamente, Varian se toma las cosas con sentido del humor -contesto Nyssa con una sonrisa.

– ?Y te gustan sus…?-titubeo lady Ana.

– ?Sus atenciones? -anadio Nyssa terminando la frase por ella-. Aunque por razones evidentes no puedo hacer comparaciones, debo decir que lo pasamos bien en la cama.

– No esta mal para empezar -replico la reina.

La conversacion no tardo en volver a Catherine Howard. Las constantes atenciones del rey habian hecho que las chismosas de la corte se olvidaran del precipitado matrimonio a medianoche de Nyssa y Varian de Winter. Cromwell habia ordenado la detencion de lord Lisie, el padre de las hermanas Basset, y las muchachas estaban aterrorizadas. El obispo Sampson, el mejor aliado de Gardiner, habia sido encerrado en la Torre y la inestabilidad aumentaba. Para colmo, el comportamiento del rey era mas propio de un joven de veinte anos que de un hombre de cincuenta.

El rey y la reina aparecieron juntos en publico con motivo de los torneos celebrados en Westchester y Durham. Se permitio asistir a todo el mundo a los banquetes ofrecidos tras los torneos, ocasion que los subditos mas fieles aprovecharon para ver a sus soberanos juntos por ultima vez. El pueblo adoraba a Ana de Cleves y Ja tenia por una princesa digna y encantadora y, aunque Enrique Tudor conocia el carino que su esposa despertaba, fingia no darse cuenta. Ofrecio un suculento banquete a los participantes en los torneos y recompenso a los ganadores con cien marcos de oro y una casa para cada uno.

El mes de mayo paso muy deprisa. Catherine Ho-ward, todavia dama de la reina, cada vez dedicaba menos tiempo a sus ocupaciones y lady Ana empezaba a sentirse incomoda. Habia prometido a su marido comportarse como si no supiera que ocurria a su alrededor, pero era imposible ignorar que los acontecimientos se precipitaban hacia un enredo final. Finalmente, el 10 de junio el jefe de la guardia interrumpio la reunion que mantenian los consejeros del rey, presididos por Tho-mas Cromwell.

Cuando hubo informado al primer ministro de que tenia ordenes de arrestarle, Cromwell se quito el sombrero y lo arrojo sobre la mesa.

– ?Que Dios ayude al rey, mi senor! -exclamo furioso, mientras el duque de Norfolk y el conde de Southampton le arrebataban las insignias de su cargo-. Si supierais donde os estais metiendo no estariais tan ansioso por ocupar mi lugar, Howard -anadio mientras el jefe de la guardia le arrastraba fuera de la habitacion. A la orilla del rio esperaba la barca que le llevaria a la Torre.

La orden de arresto de Cromwell estaba salpicada de referencias a su origen humilde, por lo que todo el mundo supo que el duque de Norfolk se encontraba detras de aquella turbia operacion politica. El primer ministro fue acusado de traicion, de malgastar las finanzas del rey y de abusar del poder que este le habia otorgado, todos ellos cargos imposibles de demostrar. Se decia que habia sacado de la carcel a hombres acusados de traicion al rey y que habia otorgado pasaportes y redactado nombramientos sin permiso de Enrique Tudor. Por su parte, sir George Throckmorton y sir Richard Rich, los enemigos mas feroces del primer ministro, le acusaron de herejia. Sir Rich, que habia cometido perjurio en el juicio contra Tomas Moro, no tuvo inconveniente en volver a jurar en falso.

Durante su etapa como primer ministro, Thomas Cromwell se habia granjeado numerosas enemistades entre los caballeros de ascendencia ilustre y los de origen humilde. El rey creyo las acusaciones contra el a pie juntinas tras llegar a la conclusion de que le convenia deshacerse de su primer ministro. Ademas, todavia no le habia perdonado por haberle forzado a casarse con una mujer tan poco atractiva como lady Ana. Cromwell escribio al rey desde la Torre y le pidio perdon por sus crimenes, pero Enrique Tudor hizo oidos sordos a sus suplicas.

El arzobispo Cranmer, la unica persona de la corte que comprendia y apoyaba a Thomas Cromwell, sabia que su amigo no era culpable de herejia y trato de interceder por el. Hizo todo cuanto pudo por convencer al rey de que el primer ministro era su subdito mas fiel y que sus decisiones mas controvertidas le habian beneficiado, pero Enrique Tudor le despidio con cajas destempladas tras asegurar que Thomas Cromwell era culpable de numerosos crimenes y que debia pagar por ellos con su vida. El obispo de Chichester, que habia sido encerrado en primavera por orden de Cromwell, fue liberado junto con sir Nicholas Carew y lord Lisie, el padre de las hermanas Basset. Cromwell habia anotado los nombres de otros cinco obispos en su lista negra, pero no tuvo tiempo de actuar contra ellos.

Catherine Howard renuncio a su cargo de dama de honor y se traslado al palacio de Lambeth. El pueblo contemplaba estupefacto a Enrique Tudor cuando este atravesaba el rio cada dia a la misma hora para visitar a su nuevo amor. Incluso a la reina empezaba a resultarle dificil hacer ver que no se daba cuenta de lo que ocurria a su alrededor. Sin embargo, sabia que estaba atada de pies y manos y no queria arriesgarse a expresar sus pensamientos en voz alta por miedo a encender la ira de su marido. Cuando sus damas trataban de sonsacarla, se limitaba a decir: «Su majestad sabe lo que hace.» En la manana del 24 de junio Enrique Tudor se presento en las habitaciones de lady Ana y exigio verla.

– Senora, hace mucho calor y temo que estalle una epidemia de peste -dijo-. Debo pediros que abandoneis palacio inmediatamente y os trasladeis a Rich-mond. Me reunire con vos alli dentro de dos dias.

Dicho esto, la beso en las mejillas y se marcho. Cuando volvieron a verse, ya no eran marido y mujer. Enseguida se corrio la voz de que el rey habia enviado a lady Ana a Richmond «por motivos de salud». La reina obedecio las ordenes de su marido y partio saludando y sonriendo a toda la gente que salio al camino para verla pasar. Ante la sorpresa de toda la corte, aquella noche el obispo Gardiner ofrecio una cena en honor de Enrique Tudor y Catherine Howard. Saltaba a la vista que el reinado de Ana de Cleves habia llegado a su fin, pero ?como iba el rey a deshacerse de ella?

Cinco dias despues de la partida de la reina, se firmo la sentencia contra Thomas Cromwell en la que se le acusaba de traidor, se le confiscaban todas sus propiedades y se le despojaba de todos sus derechos. Enrique Tudor permanecia en Hampton Court y la corte sospechaba que no tenia ninguna intencion de cumplir la promesa que habia hecho a lady Ana de reunirse con ella en Richmond. En los primeros dias del mes de julio la Camara de los Lores realizo una peticion formal al rey para investigar la legitimidad de su matrimonio con Ana de Cleves y, para sorpresa de todo el mundo, el rey acepto tras asegurar que ese matrimonio se habia celebrado «en contra de su voluntad». Esa declaracion causo gran asombro y desconcierto entre los cortesanos, que nunca habian visto a Enrique Tudor hacer nada «en contra de su voluntad».

El Consejo del rey se reunio aquella misma tarde y sus miembros acordaron ir a ver a lady Ana y pedirle permiso para seguir adelante con el proceso. Partieron una soleada tarde de verano, tan inquietos y preocupados que ni siquiera se molestaron en contemplar el hermoso paisaje que bordeaba el rio.

– Espero que no sea otra Catalina de Aragon -suspiro lord Audley, que viajaba en la barca que abria la marcha.

– Yo tambien -contesto el duque de Suffolk-. El rey esta impaciente y, como las otras dos, Catherine Howard exhibe ante el su virtud como si fuera un trofeo que debe conquistar. No permitira que le ponga una mano encima hasta que su majestad no le ponga la alianza en el dedo y le cina la corona a la cabeza. Todas son iguales, pero el no aprende -se lamento negando con la cabeza-. Primero la reina Ana, luego lady Jane y ahora…

– Lady Ana es una mujer muy sensata -intervino el arzobispo Cranmer-. No nos dara problemas.

Cuando las tres barcazas en que viajaban los miembros del Consejo llegaron a Richmond horas despues, lady Ana recibio la inesperada visita con desconfianza. ?Y si. Hendrick habia cambiado de opinion y faltaba a las

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