promesas que le habia hecho meses atras? ?Y si habia decidido enviarla de vuelta a Cleves? Mientras se hacia todas estas preguntas, Ana de Cleves paseaba su inquieta mirada por los rostros serios de los caballeros. Como presidente del Consejo, el duque de Suffolk tomo la palabra y explico el motivo de su visita con tanta delicadeza como pudo para no causar una impresion demasiado fuerte a la reina. Deseoso de asegurar se de que lady Ana entendiera la situacion perfectamente, pidio a Hans von Grafsteen que tradujera sus palabras al aleman. Las damas de honor contemplaban la escena boquiabiertas y sus miradas ansiosas iban del duque de Suffolk a la reina. ?Que historia tan magnifica para contar a sus familiares y amigos!
– Asi que este es el final -suspiro la reina dirigiendose a Hans en aleman-. Hendrick se casara con la joven Howard y pasara un romantico verano en su nido de amor. ?Pobre muchacha! -sollozo llevandose un panuelo de encaje a sus ojos llenos de lagrimas.
– ?Que debo contestar al duque, majestad? -pregunto Hans.
– Yo misma le respondere. Senores -dijo volviendose a los miembros del Consejo y dirigiendose a ellos en ingles-, estoy dispuesta a acatar las ordenes de su majestad en nombre del profundo respeto y el gran afecto que siento por el. Tienen mi permiso para seguir adelante con el proceso -concluyo.
– ?Estas seguro de que ha entendido lo que le has dicho, muchacho? -pregunto el duque de Norfolk, sorprendido ante tanta docilidad.
– Os he comprendido perfectamente, senor -replico lady Ana-. Su majestad sospecha que existen motivos para poner en duda la validez de nuestro matrimonio. Confio en el e imagino que si ha puesto el asunto en manos de la Iglesia es porque no tiene la conciencia tranquila. Como esposa, mi deber es acceder a sus deseos y no poner impedimento a la investigacion.
– Gracias por vuestra colaboracion, senora -intervino el arzobispo-. Sois un perfecto ejemplo de obediencia y abnegacion. Su majestad estara muy contento cuando conozca vuestra respuesta.
Los miembros del Consejo abandonaron el palacio de Richmond, divididos entre el alivio de unos y las suspicacias de otros, especialmente el duque de Norfolk.
– ?Que estara tramando? -gruno-. Parece que se haya alegrado de que le hayamos pedido algo asi. No puede ser tan tonta como para ignorar que si la investigacion sigue adelante terminara perdiendo la corona.
– Quiza sea eso lo que busca -sugirio el arzobispo-. No imaginais lo dificil que es ser reina de Inglaterra y, aunque os cueste creerlo, hay gente a quien el poder no les seduce en absoluto.
– ?Peor para ellos!
El rey recibio a los miembros del Consejo con los brazos abiertos. Sin embargo, los recelos no le abandonaban. ?Quien le aseguraba que lady Ana no le tomaba el pelo y que, cuando se hiciera publica la disolucion de su matrimonio, no trataria de aferrarse a su corona?
Al dia siguiente, el rey redacto una declaracion en la que comunicaba a los clerigos encargados de la investigacion que se habia casado con lady Ana de Cleves con la intencion de asegurar la sucesion del trono de Inglaterra. Sin embargo, en cuanto habia visto a la que debia convertirse en su esposa, habia sabido que no iba a ser capaz de hacer el amor a esa dama. Habia decidido casarse con ella porque no habia encontrado un buen motivo para enviarla de vuelta a Cleves, pero el supuesto arreglo entre la casa de Cleves y el hijo del duque de Lorena y su imposibilidad de consumar el matrimonio le habian llevado a preguntarse si no estaba violando alguna de las leyes de la santa madre Iglesia.
Durante los dias que siguieron, varios testigos fueron llamados a declarar, entre ellos el conde de South- ampton, el almirante Fitzwilliam y sir Anthony Brow-ne, quienes relataron al tribunal cual habia sido la reaccion de Enrique Tudor al ver a su prometida. Tho-mas Cromwell, que seguia encerrado en la Torre, aseguro en un ultimo acto de lealtad al rey que su majestad se habia sentido estafado y habia expresado inmediatamente su deseo de deshacerse de ella. Los medicos del rey tambien fueron llamados a declarar. El doctor Chambers aseguro que el rey le habia hablado de su imposibilidad de consumar su matrimonio con lady Ana.
– Dijo que se sentia capaz de hacerlo con cualquier mujer excepto con su esposa porque esta le causaba repulsion. Yo mismo le aconseje que dejara de intentarlo por miedo a que sus organos resultaran danados.
– El rey ha tenido numerosas emisiones nocturnas durante los meses que ha durado su matrimonio con lady Ana, lo que prueba que durante todo este tiempo no ha habido relaciones entre ellos -afirmo el doctor Butts ante los atonitos cortesanos-. Aunque han compartido lecho, la reina es tan virgen como el dia que piso Inglaterra por primera vez. ?Lo juro por mi alma inmortal! -concluyo cruzando las manos sobre su abultado vientre.
El tema tambien estaba siendo discutido en la Camara de los Lores, muy interesada en el asunto del posible contrato matrimonial entre Ana de Cleves y el hijo del duque de Lorena, ahora casado con la hija del rey de Francia. Era necesario actuar con delicadeza porque a Inglaterra no le convenia iniciar hostilidades con una nacion tan poderosa. La imposibilidad de consumar el matrimonio era razon mas que suficiente para anular aquella union. Era necesario engendrar mas herederos para el trono de Inglaterra y, si Enrique Tudor se sentia incapaz de tener esos hijos con lady Ana, ?que sentido tenia prolongar aquella situacion?
El 9 de julio se reunieron los arzobispos de York y Canterbury y declararon nulo el matrimonio no consumado de Enrique Tudor y lady Ana de Cleves, quienes podrian volver a casarse si asi lo deseaban. El arzobispo Cranmer, el conde de Southampton y el duque de Suffolk fueron enviados a Richmond para comunicar la noticia a la reina.
– De ahora en adelante sereis tratada como una de las hermanas del rey -dijo el duque de Suffolk antes de pasar a considerar su situacion economica-. Recibireis una cantidad de dinero fija al ano y se os permitira conservar las joyas, la plata y los tapices. Los palacios de Richmond y Hever y el senorio de Bletchingly son vuestros. Solo las hijas del rey y su nueva esposa ocuparan un lugar mas preferente que el vuestro cuando visiteis Hampton Court. Enrique Tudor espera que respondais a su oferta en breve.
– Tanta guenerosidad me abruma -aseguro la reina-. Manana mismo escribire a Hendrick y le dire que acepto sus condiciones, ?os parece bien?
Cualquiera diria que esta encantada con el giro que han tomado los acontecimientos, se dijo el duque de Suffolk, estupefacto. Me alegro de que el bueno de Hal no este aqui para ver su rostro radiante de satisfaccion.
– Si, senora -contesto-. Me parece muy bien.
– El doctor Wotton va a ser enviado a Cleves con la mision de explicar'los detalles de este delicado asunto a vuestro hermano -intervino el arzobispo-. Su majestad piensa que si vos le escribierais una carta se quedaria mas tranquilo.
– ?Me ayudareis a redactarla? Todavia no domino fuestra lengua y no deseo confundir a Wilhelm. ?El pobre tiene budin relleno de carne como cerebro!
El conde de Southampton y el duque de Suffolk contuvieron la risa al oir el ingenioso comentario de la reina.
– ?No preferis escribirle en aleman? -replico el arzobispo-. ?No le extranara recibir una carta vuestra en ingles?
– Ahora soy inglesa -contesto lady Ana-. Propongo que me ayudeis a redactarla en ingles y yo mis ma traducire al aleman. Mandaremos las dos copias a Wilhelm para que compruebe que la origuinal esta escrita de mi puno y letra.
– Esta bien -accedio el duque de Suffolk-. ?Quereis que digamos algo al rey de vuestra parte?
– Decidle que soy subdita mas fiel y que siempre obedecere sus ordenes -contesto antes de hacerles una reverencia y desaparecer.
– ?Es increible! -exclamo el conde de Southampton durante el viaje de vuelta a Londres-. Es la mujer mas docil y razonable que he visto en mi vida. Desde el dia que la conoci en Calais siempre ha mostrado un gran empeno en complacer a su majestad.
– Enrique Tudor puede darse por satisfecho -corroboro el arzobispo-. Me temo que hemos perdido a una excelente diplomatica: a pesar de su delicada situacion, ha movido los hilos con mucha habilidad y ha sabido cubrirse las espaldas.
– Yo diria que se ha quitado un peso de encima -observo el duque de Suffolk-. ?El pobre Hal se morira del disgusto si se entera de que ha aceptado la anulacion con una sonrisa de oreja a oreja! Sera mejor que le digamos que se ha desmayado de la impresion y que a vos, Thomas, os ha costado un mundo convencerla de que no le quedaba mas remedio que aceptar sus condiciones. Eso le gustara, ?no creen, caballeros?
– Ultimamente el rey no necesita que nadie estimule su vanidad -respondio el arzobispo-. Esta tan embebido con Catherine Howard que todo lo demas le importa un comino. No estoy seguro de que ese matrimonio sea una