momento porque se habia atascado el cerrojo. Yo tenia el oido pegado a la puerta y escuche voces y carreras en la habitacion de su majestad. Finalmente, lady Rochford abrio la puerta, asomo la cabeza y dijo que la reina tenia un terrible dolor de cabeza y rogaba a su majestad que la dejara descansar. El rey, que es todo un caballero y una excelente persona, volvio a su tienda con el rabo entre las piernas. Que Dios me perdone, pero juraria que la reina estaba con un hombre. Los miembros del Consejo intercambiaron miradas inquietas. Finalmente alguien se habia atrevido a expresar en voz alta lo que todos sospechaban.
– ?Y teneis alguna idea de quien puede ser ese caballero, senora Morton? -pregunto Suffolk.
– Estoy segura de que se trata de Tora Culpeper. No puede ser otro.
– ?Y que me decis de Francis Dereham?
– ?Ese malcarado? ?Ni hablar! -nego la camarera-. Os digo que se trata de Tom Culpeper. Empezaron a verse con regularidad el pasado mes de abril. Mas de una vez sorprendi a la reina asomada a la ventana y tirandole besitos que el le devolvia desde abajo. Una vez estuvieron a solas durante seis horas y cuando salieron sus rostros tenian la misma expresion que el del gato que acaba de comerse al canario. No hace falta ser muy listo para adivinar que estuvieron haciendo durante ese tiempo -concluyo Margaret Morton esbozando una sonrisa triunfante.
– ?Y no se lo dijisteis a nadie? -volvio a preguntar el duque de Norfolk.
– Yo solo soy una humilde camarera y mi trabajo no consiste en chismorrear sobre mi senora -replico la senora Morton muy digna-. Si lo hubiera hecho, su majestad me habria despedido y yo no habria podido volver a trabajar. Nadie quiere a una criada chismosa.
– Gracias por vuestra colaboracion, senora Morton -dijo el duque de Suffolk-. Podeis marcharos.
Cuando Margaret Morton hubo abandonado la sala, el duque de Suffolk se volvio hacia sus companeros.
– Un testimonio de lo mas esclarecedor, ?no les parece? -suspiro-. Me temo que el arzobispo estaba en lo cierto.
– Senores, no imaginais cuanto me apena comprobar que mis sospechas eran fundadas. Si conseguimos probar que Catherine Howard cometio adulterio me temo que la reina terminara sus dias como lo hizo su prima Ana Bolena, que en paz descanse.
– ?Y a vos que os importa lo que le ocurra a mi sobrina? -espeto el duque de Norfolk-. ?Supongo que estais satisfecho! Ahora solo os falta encontrar a una mujer de creencias reformistas dispuesta a ocupar el lugar de Catherine -acuso.
– Si no os hubierais mostrado tan impaciente por llevar a los todopoderosos Howard a lo mas alto casando a vuestra sobrina con el rey, quiza Enrique Tu-dor hubiera podido encontrar una esposa mas adecuada para ocupar el trono de Inglaterra -replico Thomas Cranmer-. Sois demasiado ambicioso y vuestro castigo sera llevar el peso de la muerte de Catherine sobre vuestra conciencia hasta el fin de vuestros dias.
– ?Creeis las palabras de una camarera y no creeis las de una Howard?
– ?Insinuais que todo es una conspiracion de las camareras de la reina para destronarla? ?Es absurdo! ?Por que querrian hacer algo asi?
– Yo que se -refunfuno el duque de Norfolk-. ?Quien entiende a las mujeres? Son criaturas retorcidas y complicadas.
– Senores, esta discusion no nos conducira a ninguna parte -intervino el duque de Suffolk-. Otros testigos esperan para ser interrogados.
Alice Restwold y Joan Bulmer corroboraron las palabras de Katherine Tylney y Margaret Morton y, aunque anadieron algunos detalles que sus companeras desconocian o habian olvidado mencionar, sus relatos eran casi identicos.
La sesion termino con la lectura de una carta fechada en la primavera anterior y escrita de puno y letra de la reina que habia sido encontrada entre las pertenencias de Tom Culpeper. Contenia numerosas faltas de redaccion y ortografia y terminaba con las siguientes palabras: «Tuya hasta que Dios decida quitarme la vida. Catherine.»
Aquella era la prueba que el Consejo necesitaba para acusar a la reina de cometer adulterio con Tom Culpeper. Nadie deseaba comunicar una noticia tan desagradable al rey, pero el duque de Suffolk decidio tomar esa responsabilidad. No solo era el mejor ami go de Enrique Tudor, sino tambien el presidente del Consejo.
El rey monto en colera cuando recibio la noticia de la infidelidad de su esposa y, aunque Suffolk trato de calmarle, le permitio desahogarse.
– ?Traedme una espada y ensillad mi caballo! -rugio-. ?Voy a ir a Syon y voy a matar a esa desgraciada con mis propias manos! ?Yo la queria mas que a nadie y la muy falsa me enganaba con otro! Catherine, Catherine, ?por que me has hecho esto?
Los miembros del Consejo se encargaron de comunicar a los embajadores de Inglaterra en los paises mas poderosos de Europa los avatares del matrimonio entre Enrique Tudor y Catherine Howard mediante una carta en la que se calificaba el comportamiento de la reina de «abominable».
Francisco I, rey de Francia y considerado un libertino por el resto de los principes europeos, escribio una sentida carta de pesame a su querido hermano Enrique.
«Siento que el comportamiento indecente y atrevido de vuestra esposa os haya causado tan grandes quebraderos de cabeza. Os conozco bien y os tengo por un principe virtuoso, prudente y honrado, por lo que me atrevo a aconsejaros que os tomeis tan grave ofensa con paciencia y templanza, como hice yo cuando me vi en la misma situacion. En lugar de malgastar tiempo y esfuerzos maldiciendo la fragilidad de vuestra esposa, volveos hacia Dios y buscad consuelo en El. Un monarca poderoso como vos no puede permitir que la ligereza de una mujer doblegue su honor.»
El rey de Francia no pudo reprimir una sonrisa maliciosa cuando entrego la misiva al embajador ingles, sir William Paulet.
– ?Menuda fierecilla debia ser esa tal Catherine Howard! -comento haciendo un gesto obsceno.
El 22 de noviembre el Consejo Real decidio retirar el titulo de reina a Catherine Howard y dos dias despues redacto la acusacion contra ella, un documento en el que se le imputaba «haber llevado antes de su matrimonio una vida licenciosa y abominable basada en los placeres de la carne y el vicio, de comprometer su reputacion con varios caballeros como una vulgar prostituta y de haber enganado a su familia adoptando una falsa apariencia de modestia y castidad». Tambien se la inculpaba de haber enganado al rey y de haber puesto en peligro la legitimidad de la casa Tudor.
Catherine, que escucho la lectura de la acusacion en su encierro de Syon, no dio muestras de desolacion al saber que ya no era reina de Inglaterra.
– ?Voy a morir? -pregunto a Nyssa cuando los miembros del Consejo se hubieron retirado.
La pregunta era tan clara y directa que lady Bayton dio un respingo y Kate y Bessie rompieron a sollozar.
– Si te declaran culpable, me temo que si -respondio Nyssa-. Sabes perfectamente que la traicion al rey se castiga con la muerte.
– Ya… -musito Cat-. Solo cuentan con el testimonio de mis camareras y yo soy una Howard -anadio para animarse-. ?Lo negare todo!
– Lady Rochford, Francis Dereham y Tom Culpe-per son los testigos mas importantes y todavia no han sido llamados a declarar -repuso Nyssa-. ?Como pudiste confiar en lady cara de comadreja sabiendo como se porto con tu prima Ana? Siempre me he preguntado por que Thomas Howard no le dio su merecido.
– Porque es una mujer tan debil y vulnerable que puede manipularla a su antojo -contesto Cat-. ?Conque lady cara de comadreja, eh? -rio-. ?Que mote tan acertado!
– Asi es como la llamaban mis hermanos.
– ?Como esta Giles? -pregunto Catherine, cambiando de tema-. ?Sigue siendo paje de lady Ana?
– Si.
– Nyssa, si no nos apresuramos las Navidades se nos echaran encima. He visto un magnifico grupo de arboles detras de la casa, en direccion norte. Lady Bayton, ?creeis que podemos arrancar unas cuantas ramas para adornar las habitaciones? Tambien necesitaremos velas y un gran arbol de Navidad.
?Asi que Cat daba por zanjada la cuestion de su traicion al rey y su posible muerte! Como de costumbre, cambiaba de tema cuando llegaba el momento de tratar cuestiones desagradables, pero Nyssa sabia que su amiga era consciente de todo cuanto ocurria a su alrededor y del peligro que corria su vida. Aquellas serian sus ultimas Navidades juntas y no habia nada de malo en hacer de esos dias los mas felices de la corta vida de la reina.