bastante lejos y es una residencia pequena, ideal para nosotros dos, pero no podremos recibir invitados. La casa siempre se mantuvo en perfecto estado, aunque hace mucho tiempo que mi familia no vive ahi.

– ?Te extranare mucho, Ceci!

– Y yo a ti.

– Ya nada sera igual entre nosotras. Tu estaras casada y yo no.

– Pero siempre seras mi mejor amiga.

– Siempre.

CAPITULO 03

Cecily FitzHugh regreso a su casa; tambien la odiosa Millicent Langholme. Solo quedaban en la corte Elizabeth Blount y Philippa Meredith, que en dos dias partirian con la reina al anodino, tranquilo y aburrido Woodstock, para pasar un verano tedioso. Enrique, por su parte, se dirigiria a Esher y Penhurst con los pocos cortesanos que habian permanecido en el palacio. Pensaban disfrutar de las vacaciones estivales cazando durante el dia y comiendo y riendo durante la noche.

La reina planeaba recibir pocos invitados, practicar un poco de ejercicio fisico y, sobre todo, rezar, de modo que las doncellas se vieran obligadas a costarse temprano. Oxfordshire era un lugar idilico, pero, sin la vivaz compania de la corte, carecia de todo interes para Philippa. No obstante, la reina amaba su belleza bucolica y las cinco capillas donde podia orar; su preferida era la pequena iglesia redonda. El panorama era deprimente, Philippa estaba al borde de la desesperacion.

– ?De donde lo sacaste? -pregunto Philippa.

– Lo robe -respondio la picara Bessie- Es un exquisito vino de Madeira que encontre en la recamara de Maria de Salinas. Desde que se caso el ano pasado, nadie vio la botella sobre el estante. Seria una pena desperdiciar un vino semejante y, considerando el verano que nos espera, creo que nos hara falta. Ojala pudieramos partir con el rey. Woodstock es tristisimo sin su presencia.

Philippa bebio el contenido de la copa y pidio un poco mas.

– Mmmh, esto si que sienta bien. Siempre quise probar el vino de Madeira.

– Busquemos la compania de algunos caballeros- sugirio Bessie-. Durante una larga temporada no podremos gozar de la compania de hombres jovenes.

– ?Quienes se quedaron?- Bessie rio.

– Confia en mi; sigueme y trae tu copa. Yo llevare el vino.

– ?Adonde vamos?-pregunto Philippa.

– Subiremos a la Torre Inclinada. Alli nadie podra encontrarnos -aseguro con malicia-. No querras que nos descubran jugando a los dados y bebiendo, ?verdad?

– No -respondio Philippa. Mientras caminaban, la joven seguia bebiendo ese delicioso vino de Madeira.

Atravesaron un patio y siguieron a tres muchachos que iban en la misma direccion. Aunque en verano la luz del crepusculo tardaba en extinguirse, los jovenes llevaban unos faroles. La Torre Inclinada tenia cuatro pisos: ciento veinte escalones llevaban a la gloriosa cuspide. Comenzaron el ascenso, de vez en cuando debian detenerse a causa de la risa incontrolable que ies provocaba el vino. Desde la azotea de la torre, se veia un magnifico panorama del rio y la campina. Habia varias veletas azules y oro, adornadas con el escudo del rey. Los hombres se sentaron en el piso y empezaron a jugar a los dados. De inmediato, las muchachas se sumaron al grupo. La jarra de vino pasaba de mano en mano.

– No tengo mas dinero -se quejo Philippa al cabo de un rato. El azar no la habia favorecido esa velada.

– Entonces, apostemos nuestros trajes -sugirio el travieso Henry Standish.

– Yo apuesto un zapato -dijo Philippa sacandoselo y arrojandolo al centro del area de juego. Rapidamente perdio sus zapatos, las medias y dos mangas-. Por favor, Bessie, desatame el corpino. ?Mi suerte cambiara pronto!

En pocos segundos, Philippa tambien lo habia perdido. Comenzo a desabrocharse la falda, pero estaba tan ebria que sus dedos no le respondian.

Como Bessie solo estaba un poco mareada y era una joven con mas experiencia, trato de impedir que su amiga siguiera desvistiendose. Los tres jovenes que las acompanaban tambien estaban medio desnudos y se desternillaban de risa. La unica que parecia bendecida por la suerte era Elizabeth Blount, pues solo habia perdido los zapatos.

Philippa comenzo a entonar una cancion que habia escuchado en los establos, los caballeros no tardaron en sumar sus voces:

El pastor abrazo a la lechera. En el heno la abrazo.

La beso en los arbustos, porque alli se acostaron.

Y luego copularon alegremente, pues era el mes de mayo,

Gritando ay, ay, ay, oh, oh, oh.

Alegres y felices, hacian chistes de borrachos y lanzaban ruidosas carcajadas. Hasta Bessie reia, sin importarle que el cabello se le alborotase.

– ?Shh! No hagan tanto ruido. ?Pueden descubrirnos!

– ?Quien podria encontrarnos? Toda la gente divertida, salvo nosotros, ya se fue a su casa -se defendio Philippa.

– ?Y tu que haces todavia aqui, mi bella dama? -pregunto lord Robert Parker clavando sus ojos lascivos en los senos que se asomaban por la camisa entreabierta de Philippa.

– ?Adonde podria ir? ?A Friarsgate? ?A conversar con las ovejas? Prefiero recluirme con la reina en Woodstock antes que volver a Cumbria.

– Cum-cum-cumbria -canturreo lord Robert-. ?Pobre senorita Philippa!

– Bebamos -sugirio Roger Mildmay, pasando la jarra a sus companeros.

– Yo… hic… det-testo Cumbria -declaro Philippa-. Sigamos jugando y veamos quien tiene la suerte de ganar mi falda. O tal vez pueda recuperar mi corpino, Hal Standish. -Tiro los dados y suspiro desilusionada-. Ahora te llevaras mi falda. Es justo, ?para que querrias un corpino sin una falda? -Se puso de pie y volvio a lidiar con las presillas. Finalmente, logro desabrocharla y la falda cayo al suelo.

– ?Que diablos esta sucediendo alla arriba? -trono una voz familiar. El rey aparecio con Charles Brandon en la terraza de la torre. Miro con indignacion al quinteto de cortesanos y grito:

– ?Mildmay, Standish y Parker! Expliquenme ya mismo que esta sucediendo aqui.

– Jugabamos a los dados, Su Majestad -respondio Philippa euforica-. Y parece que esta noche la suerte no me acompana, hic. Sera dificil recuperar la ropa. ?Hic! ?Ja, ja, ja!

Charles Brandon contuvo la risa. Esa nina estaba tan borracha como un tabernero.

– Cuan distinta es esta joven de su madre. ?No te parece, Enrique? El rey fruncio el ceno.

– Senorita Blount, ayude a la senorita Meredith a vestirse y llevela a la cama. Manana, luego de la misa, traigala a mi salon privado. ?Entendido?

Elizabeth Blount estaba palida, habia recobrado la sobriedad a causa del susto.

– Si, Su Majestad -susurro. Comenzo a recoger las prendas de Philippa y la ayudo a vestirse. Pero la joven se puso a cantar de nuevo la cancion del pastor y la lechera.

El rey estaba horrorizado. Los tres caballeros, que tambien habian recuperado la compostura ante la presencia de Su Majestad, trataban de contener la euforia. Pero cuando Charles Brandon solto sus campechanas carcajadas, los jovenes volvieron a reirse hasta que el largo crepusculo se hundio en la noche.

Bessie Blount habia logrado vestir a Philippa y trataba de mantenerla de pie, pero la muchacha se cayo y su cabellera caoba termino barriendo las botas del rey. Todos se quedaron mudos.

– Estoy tan cansada -murmuro-. Muy cansada. Hic. -Y en medio del silencio, comenzo a roncar suavemente.

Tras una larga pausa en la que nadie parecia respirar, el rey, harto de esa situacion vergonzosa, le ordeno a Mildmay:

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