– Me ocupare de que nos despertemos a tiempo para desayunar -respondio Lucy. La doncella habia madurado mucho desde aquel viaje a Edimburgo, cuando se habian quedado atonitas ante la vision de la primera ciudad que conocian en su vida.

– ?Volveras al palacio conmigo, Lucy? Se que extranas Friarsgate mas que yo.

– ?Por supuesto que volvere! Usted no podria arreglarselas sin mi. Unos pocos meses en Friarsgate bastaran para que se me pase el deseo de permanecer alli indefinidamente. Ya empiezo a sentir el hedor de las ovejas.

– Yo tambien -rio Philippa.

A la manana siguiente, cuando el sol aun no habia salido, Lucy y Philippa esperaban a sir Bayard en el establo junto a los mozos de cuadra y la tropilla de hombres armados, montados en sus caballos. Las dos mujeres habian desayunado avena, panecillos recien horneados untados con mantequilla y mermelada de ciruela, y el mas delicioso de los vinos aguados de la reina. La guardia de sir Bayard estaba avergonzada: el hombre se habia quedado dormido.

– Por favor, ?podrian decirme donde esta la canasta de comida? -pregunto Philippa tras subir a su caballo.

– Aqui mismo -dijo el capitan, senalando la cesta de mimbre atada a la parte trasera de la montura.

Philippa se dirigio a sir Bayard y le dijo:

– Sir, ?ya estamos listos para partir?

El caballero la miro con el ceno fruncido, convencido de que la joven se burlaba de el. Pero el rostro de Philippa no evidenciaba el menor gesto de humor, de modo que se limito a asentir con la cabeza. Abandonaron el palacio, atravesaron la ciudad y tomaron la ruta que los conduciria al norte del pais. Luego de una hora de cabalgata, Philippa se acerco a sir Bayard y le toco la manga. El hombre la miro asustado. Sin decir nada, la joven le alcanzo un paquete pequeno envuelto en una servilleta. Al abrirlo, el caballero descubrio un grueso trozo de pan con mantequilla, huevo y una generosa lonja de jamon. La joven se retiro y se puso a conversar animadamente con Lucy. Sir Bayard Dunham, con su estomago rugiente, devoro el inesperado desayuno. Mientras comia, penso que tal vez esa nina no fuera tan frivola y caprichosa como parecia, tal como solian ser las doncellas de la reina.

Recorrieron casi el mismo trayecto que Rosamund habia hecho muchos anos atras. Atravesaron el bello condado de Warwickshire, con su gran castillo y sus verdes praderas; las rutas eran tan peligrosas como antes y, si bien no habia llovido, el cruce de los rios seguia siendo dificultoso.

Cuando llegaron a Shropshire, Philippa recordo que Bessie Blount le habia dicho que la mansion de su padre quedaba alli.

– ?Nos alojaremos en Kinlet Hall? -pregunto.

– Lamentablemente, no -respondio sir Bayard-. Nos aleja del camino.

En ese momento, un enorme rebano de ovejas de cabeza negra se interpuso en el camino.

– ?Saquen a esos malditos animales de ahi! -ordeno sir Bayard. -?No, no! SI el rebano se disgrega, al pastor le resultara muy dificil volver reunirlo, incluso puede perder algunos animales. Esperemos a que la ruta se despeje. -El hombre la miro sorprendido-. Mi madre tiene varios rebanos de ovejas de cabeza negra -explico la muchacha.

Sir Bayard Dunham no salia de su estupor, y solo pudo acotar:

– Conoci a su padre.

– Todavia lo recuerdo, aunque era muy pequena cuando murio -dijo Philippa.

– Era un buen hombre. Sabia como cumplir con su deber. ?No tuvo hijos varones?

– El unico que tuvo no sobrevivio.

El rebano por fin termino de cruzar la ruta y el pastor los saludo amistosamente agradeciendoles la paciencia. La comitiva se dirigio hacia el norte y fuego hacia el oeste, rumbo a Cumbria, atravesando el condado de Cheshire y el boscoso Lancaster. Al cabalgar por unas desoladas e inhospitas colinas, Philippa reconocio que estaban por atravesar Westmoreland.

– Manana deberiamos llegar a Carlisle -aseguro-. Luego, nos quedara un dia y medio de viaje para llegar a Friarsgate. Hemos tenido mucha suerte, sir Bayard, no ha llovido ni un solo dia.

– Si. Durante esta epoca del ano, el tiempo suele ser seco.

– ?Se reunira con el rey en Esher cuando vuelva?

Sir Bayard sacudio la cabeza.

– Desde hace algunos anos estoy al servicio de la reina. Ya no soy lo suficientemente joven para seguirle el ritmo al rey.

Al otro dia, cuando arribaron a Carlisle, se alojaron en una posada que pertenecia al monasterio de St. Cuthbert. El tio abuelo de Philippa, el prior Richard Bolton, se hallaba alli cuando llegaron. En cuanto se entero, corrio de la iglesia a la posada para saludarla. Era un hombre alto y distinguido, con brillantes ojos azules.

– ?Philippa! Tu madre no me dijo que volverias a casa. ?Bienvenida! -y la ayudo a bajar del caballo.

– Tio, me han enviado a casa. Pero solo sabre si he caido en desgracia o no, cuando mama lea la carta que le envio la reina. De todas formas, me han dicho que puedo regresar a la corte para Navidad y retomar mis tareas habituales.

– Bueno, si te han vuelto a invitar, sospecho que la infraccion no es demasiado grave. ?Acaso tendra que ver con Giles FitzHugh, pequena? Los ojos de la joven se encendieron de furia.

– ?Ese canalla!

– Querida, cuando se recibe el llamado de Dios, debe ser escuchado. No existe otra solucion. Ademas, Roma tiene la propiedad de maravillar a ciertas personas sensibles y, segun me informaron, Giles ocupara un puesto en el mismisimo Vaticano. Evidentemente, la Iglesia tiene grandes esperanzas depositadas en el joven FitzHugh. Lo siento, pequena, pero el matrimonio no puede competir con la vocacion divina.

– Lo se -respondio Philippa con acritud-. Ya supere mi desilusion, querido tio, pero mi madre consideraba que el segundo hijo de un conde era un excelente candidato para la heredera de Friarsgate. Sin embargo, ya tengo mas de quince anos, creo que estoy condenada a ser una solterona.

– Estoy seguro de que Rosamund encontrara una solucion a tu problema. SI es la voluntad del Senor que regreses a casa quiere decir que tiene otros planes para ti.

– Regresare al palacio, tio -aseguro Philippa, inflexible-. No me casare con un tonto pueblerino porque mi madre piense que administrara bien sus ovejas.

Los ojos azules de Richard Bolton traslucian preocupacion. Philippa no amaba Friarsgate como Rosamund, pero era tan testaruda como ella. 'No sera un verano pacifico'-penso el prior.

CAPITULO 04

En lo alto de una de las colinas que rodeaban el valle de Friarsgate, Philippa se detuvo a contemplar el panorama. La luz de la tarde se reflejaba en el lago. Como siempre, los campos estaban perfectamente cuidados; ovejas, vacas y caballos pastaban en las praderas. Sin duda, su madre habia engrosado los rebanos, pues jamas habia visto tantas ovejas.

– Parece un lugar prospero y pacifico -comento sir Bayard.

– Lo es -respondio la joven con sequedad, mientras Lucy reia por lo bajo. Philippa espoleo los flancos de la montura y comenzaron a descender la colina. Los campesinos que la vieron pasar se quedaron embelesados por su belleza. Muy pocos la reconocieron, ya no era la nina que habian visto tres anos atras sino toda una mujercita.

Sir Bayard Dunham habia pasado la mayor parte de su vida en la corte. El paisaje le resultaba encantador y la gente parecia muy feliz. Sin embargo, no duraria mucho tiempo en un sitio tan tranquilo. Sintio cierta compasion por la muchacha que estaba a su cargo: Philippa pertenecia a la corte y no al campo.

Cuando llegaron a la casa, los mozos de cuadra saludaron a los visitantes y se hicieron cargo de los caballos. La puerta principal se abrio de par en par y aparecio Maybel Bolton. La esposa de Edmund cumplia ahora la funcion de capataz de Friarsgate.

Edmund y su hermano, el prior Richard, eran los hijos del bisabuelo de Philippa, pero ambos eran ilegitimos.

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