periodico. Farran sonrio. Sabia muy bien que, si la senorita Irvine queria charlar, la barrera de un simple periodico no la detendria, y asi fue.

– Estas galletas estan deliciosas, Farran -la halago-. ?Verdad, Stallard? -se dirigio al periodico.

Farran creyo oirlo exhalar con exasperacion y lo vio bajar el periodico. Las miro a ambas pero contesto con furia contenida:

– Estan… bastante… ricas -y volvio a levantar el diario.

?Cerdo! Farran sintio que tuvo ganas de ofenderla y no de halagarla con sus palabras. Casi amo a la senorita Irvine, pues esta lo hizo bajar tres veces mas el periodico antes de que Stallard se diera por vencido en sus intentos de leerlo.

En ese momento, la senorita Irvine hallo un tema de discusion con Farran.

– ?Puedes buscarme un punto? -dejo el vaso en la mesita de al lado-. Se que al empezar tenia setenta y cinco puntos -le entrego el tejido-, pero, ahora que los conte, solo hay setenta y cuatro.

Farran se alegro al notar que la senorita Irvine no tenia grandes pretensiones como tejedora. Hallo el punto, que estaba como a veinticinco centimetros de la parte superior, y empezo a tejerlo con mucha paciencia, linea por linea.

– Ya esta -le entrego el tejido a la anciana. Se disponia a recoger la bandeja cuando se percato de que Stallard la observaba desde hacia rato.

Farran no tuvo idea de por que su mirada le provoco un vuelco en el corazon. Pero estaba segura de que no solo se debia a que parecia estar a punto de sonreirle.

Farran nunca supo si le sonrio o no, porque en ese momento sono el telefono que estaba cerca de la senorita Irvine.

– Hola -contesto la solterona. Farran estaba a punto de llevar la bandeja a la cocina cuando oyo que la anciana decia-. ?Quien le digo que llama? -parecia ser una sirvienta educada.

En ese momento, Farran tuvo la certeza de que la senorita Irvine si tenia sentido del humor, aunque solo lo mostrara los sabados. Estaba a punto de irse a la cocina y dejar solo a Stallard con la senorita, cuando se percato de estar equivocada al asumir que la llamada era para el.

– Te llama un senor Andrew Watson, Farran -la senorita Irvine le entrego el auricular con amabilidad.

Farran seguia sorprendida, pues se dio cuenta de que su viejo amigo Andrew Watson estaba al telefono. Este habia salido de Banford hacia algunos anos y de alguna forma se entero del paradero de Farran.

– ?Andrew? -se alegro de oir la voz querida de su amigo.

– ?Que rayos estas haciendo en Dorset cuando este es mi primer dia de vuelta en Banford? -pregunto una voz con afecto.

– Estas en Banford…

– Estoy en casa de mis padres, pero solo hasta que halle otro empleo -luego le explico que, al ir a visitar a Farran a su casa, Henry le sugirio que se comunicara con Georgia-. Sabia que pasaria por cualquier cosa para encontrarte, Farran, pero no me pidas que alguna vez regrese a un salon de belleza para mujeres -dijo para hacerla reir.

– Bien, te lo prometo -rio y Andrew aclaro el motivo de su llamada.

– Georgia me dijo que tu trabajo implicaba que vivieras alli mismo, pero queria saber si la semana que viene podriamos vernos en tu dia libre.

– Claro que si -se alegro Farran y recordo que no tenia un dia 'libre'. Miro a la senorita Irvine con la intencion de preguntarle si podia ir a pasear unas cuantas horas la siguiente semana; pero se percato de que Stallard la miraba con ojos de asesino. Empezo a tartamudear y anadio con rapidez-: ?Puedes llamarme la proxima semana? -sugirio.

– Por supuesto -Andrew colgo, despues de despedirse, y Farran todavia intentaba saber que significaba la mirada asesina de Stallard Beauchamp.

Decidio que lo ignoraria y se dispuso a llevar la bandeja a la cocina. Stallard se le adelanto. Se puso de pie y tomo la bandeja de manos de la joven.

– Permiteme -ofrecio con amabilidad y Farran sintio que deseaba hablar a solas con ella, asi que lo siguio a la cocina.

– Gracias -agradecio al estar solos.

– ?Acaso Watson es tu amante casado de Hong Kong? -pregunto Stallard Beauchamp sin preambulos.

– No, no lo es -se enojo de inmediato al notar su descaro-. Por lo que se, Russell Ottley sigue en Hong Kong y nunca fue mi…

– ?Ha venido este Watson aqui a verte? -la interrumpio sin miramientos.

– No -rugio ella.

– ?Y que hay cerca de otros hombres? -insistio-. Te recuerdo que estas aqui para hacer un trabajo.

?Que injusto!

– Demonios -exploto Farran-. No he parado de trabajar desde que entre por esa puerta. En cuanto a otros hombres -eso la dejaba perpleja, pues ese mismo dia fue cuando le conto de su amor por Russell-, he vivido la vida de un monja desde que llegue.

– El cambio no te perjudicara -gruno y se fue antes de que Farran pudiera abofetearlo.

Farran anadio mas adjetivos a la lista que ya le tenia reservada al odioso de Stallard y lavo todo con enojo. Por fortuna, nada salio danado.

Despues de estar media hora en la cocina, sintio que su furia habia disminuido lo suficiente para entrar en la sala de estar y preguntarle a la senorita Irvine lo que deseaba cenar. Se alegro al notar que Stallard estaba a punto de marcharse.

– No te levantes, Nona -decia cuando Farran entro-, no es necesario que me acompanes a la puerta.

– Stallard ya se va -gimio Nona Irvine a Farran al verla-. Acaba de recordar que tiene que regresar de inmediato a Londres a resolver un asunto.

Farran decidio que no seria cortes mostrar su alegria frente a la anciana.

– Ay, Dios -murmuro y se enfrento a un par de ojos grises que la observaban con dureza-. Que triste -y sonrio con dulzura.

Se percato de que el sabia muy bien que ansiaba que se marchara cuanto antes. Tuvo la horrible sensacion, a pesar de la frialdad de los ojos grises, de que solo por el placer de borrar la sonrisa de su rostro, Stallard estuvo a punto de cambiar de idea acerca de la urgencia de regresar a Londres.

Pero no cambio de opinion. Mucho despues de que se fue, Farran todavia se preguntaba el motivo de su partida. Su pretexto de tener un asunto pendiente en Londres era solo eso: un pretexto. ?Que lo hizo cambiar de idea acerca de pasar el fin de semana en la casa? Aunque la senorita Irvine fue muy exigente ese dia, Farran dudaba de que la anciana hubiera agotado de tal manera su energia que Stallard prefiriera marcharse.

Asi que Farran dedujo que ella misma debia ser la culpable. A pesar de su alegria anterior, eso la fastidio y le desagrado. Estaba muy bien odiar a Stallard Beauchamp, pero el tener la certeza de que ella le resultaba tan desagradable que el ni siquiera podia pasar unas cuantas horas en la misma casa, era algo que la desconcerto mucho.

Capitulo 6

El domingo fue un dia frio que estuvo de acuerdo con el humor de Farran. La chica suspiro al levantarse de la cama. Estaba a punto de banarse, cuando se le ocurrio que quiza el motivo de su depresion era que no pudo intercambiar palabras amables con Stallard antes de que este se marchara hacia Londres.

Farran reprimio el raro deseo de que Stallard Beauchamp no hubiera regresado ayer a Londres, y se concentro en sus gargaras. Quiza el convivir con la senorita Irvine la estaba desequilibrando, se dijo con humor.

Para alegrarla, Georgia la llamo por telefono despues del desayuno, para disculparse por no haber podido charlar con ella el dia anterior.

– No esperaba que lo hicieras -sonrio Farran-. Solo hable para saludarte. ?Como van las alteraciones de la verduleria?

Вы читаете Heredad en conflicto
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату