– Lo cual me hace suponer -corto para fastidio de la chica-, que saliste de Hong Kong con tanta prisa porque estabas teniendo una aventura que…
– No tuve una aventura -exploto Farran sin pensarlo-. Me fui porque no quise tener una aventura -se detuvo y se arrepintio de haber perdido la calma.
– No debio ser porque eres frigida -comento con frialdad, observando la mirada centelleante de la chica.
Farran tuvo enormes deseos de irse de la cocina, pero sintio una oleada de obstinacion que la hizo mantener su posicion.
– Me fui porque… porque… -de nuevo lo odio, pero de hecho le explico-: Para ahorrarte el hacer deducciones, te dire que estaba casado -hablo con sarcasmo.
– ?Tienes la costumbre de tener aventuras con hombres casados? -de nuevo, su voz era helada.
– No -rugio con enfado-. ?Que no te acabo de decir que me fui porque…?
– Entonces, ?que tenia este de especial? -gruno.
– Me enamore de el. Eso fue lo que tenia de especial.
– Claro que el quiso tener un romance contigo.
– Lo que el quiso -de pronto sintio nauseas en su interior-, fue tener una aventura, sordida a espaldas de su esposa.
– ?Habrias preferido que su esposa lo supiera? -inquirio Stallard con sarcasmo y dureza.
– Crei que se estaban divorciando -explico Farran; sin embargo se percato de que no tenia que explicarle nada-. Esta bien, yo me equivoque pero no me di cuenta… no me di cuenta… -de pronto se enojo consigo misma, tanto como con Stallard, y termino la conversacion con sequedad-. Como no estaba disponible para tener ninguna aventura temporal… regrese a casa.
Siguieron lavando los platos en silencio. Stallard dio por terminado el asunto solo porque obtuvo toda la informacion que deseaba saber, penso la joven con enojo.
Pero estaba segura de que no la creia. Estaba convencida de que el, despues de extraerle sus secretos mas intimos, estaba seguro de que el motivo de su regreso a Inglaterra fue la muerte de la senorita Newbold.
Farran termino de lavar y empezo a limpiar el fregadero, mientras Stallard colgaba la toalla.
– Ire con Nona a dar un paseo en auto… ?quieres venir?
– No, no quiero ir. Aun a los esclavos se les otorga algo de tiempo libre.
No la sorprendio que, despues de mirarla con profundo desagrado, Stallard se fuera de la cocina. Quiza le molesto mi comentario, penso la chica. Pero, ?a quien demonios le importa? ?A mi no! Stallard Beauchamp podria irse al demonio si queria, de preferencia para no volver.
Inspeccionaba la cocina con ojo critico cuando oyo que la puerta se abria y se asombro mucho al oir la voz de la senorita Irvine.
– Farran -la chica se volvio y vio que la anciana tenia puesto su abrigo y otro de sus horrendos sombreros-, Stallard y yo nos vamos ya. Querida, ?podrias, por favor, hacerle la cama en el cuarto de huespedes mientras estamos fuera?
Farran se percato de la gentileza con la que le hizo el pedido. ?De que buen humor estamos hoy!, penso la chica con cinismo. Supo que si no lo hacia, la viejecita de ochenta anos le haria la cama a ese bruto, asi que tuvo que acceder.
– Claro que si -se pregunto en donde, en Dorset en un sabado por la tarde, se podria comprar una cama de clavos-. Que se divierta -le deseo a la anciana y fue a hacer la cama, mientras murmuraba con rebeldia que Stallard Beauchamp era ya bastante mayor para hacerse la cama el mismo.
Farran se aseguro de que todo estuviera en orden antes de bajar a la cocina, para hacer unas galletas.
Disfruto de ese momento a solas y, al terminar de hacer las galletas, se sintio incomoda. Se pregunto si no necesitaria hablar con alguien a quien le importara y se acerco al telefono. Se dio cuenta de que no tenia caso llamar a casa: la senora Fenner siempre visitaba a su hermana el sabado por la tarde y el tio Henry, ocupado en el taller, no oiria el telefono. Farran se arriesgo a llamar a Georgia al salon.
– ?Todo esta bien? -inquirio Georgia al contestar.
– Si -Farran fingio alegria-. ?Como va todo contigo?
– No podria estar mejor -Georgia parecio estar tan contenta que Farran se alegro de poder ayudar a su hermanastra, a pesar de Stallard Beauchamp-. Debo irme -anadio Georgia-. Dame tu numero de telefono y te llamare cuanto tenga mas tiempo.
Farran asi lo hizo. Al colgar, se nuevo se sintio incomoda. Como no tenia otra cosa que hacer, decidio ir a banarse y cambiarse de ropa.
Ya bajaba por la escalera cuando Stallard y la senorita Irvine regresaron. Observo que el recorria con la mirada su delgado cuerpo, pero parecia tan taciturno como cuando se fue.
– Has estado cocinando -observo la anciana al oler el aire.
– Solo unas cuantas galletas -murmuro Farran-. ?Le gusto el paseo?
– Stallard conduce muy bien -contesto la senorita Irvine mientras se quitaba el sombrero y el abrigo y charlaba de cada detalle sin importancia del paseo.
– Supongo que necesita una taza de te -mientras Farran iba a la cocina, despues de guardar el sombrero y abrigo de la senora, se alegro muchisimo. Al parecer, por los comentarios de la senorita Irvine y la actitud sombria de Stallard, la viejecita adopto su actitud mas fastidiosa de pasajero, en el auto.
Mientras ponia agua a calentar, le costo trabajo contener la risa al imaginarse la escena. Tenia la certeza de que la senorita Irvine charlo durante todo el trayecto y de que molesto a Stallard, tanto como la molesto a ella misma, ordenando que tomara en sentido contrario las calles, dando instrucciones inesperadas y esperando que el conductor viera lo mismo que veia ella por la ventana.
En ese momento, Farran casi sintio agrado por la senorita Irvine. Estaba a punto de poner mantequilla en las galletas cuando Stallard entro en la cocina.
– Nona quiere sus anteojos -anuncio con brusquedad.
Farran corto una galleta por la mitad con gran serenidad.
– Suele suceder -y lo oyo exhalar con impaciencia.
– ?Los has visto?-se impaciento.
Farran lo miro con irritacion.
– Busca en el bolsillo de su abrigo… esta colgado en el vestidor -le dijo, pensando que quiza la anciana los habria metido alli antes de salir.
Gracias, muy amable, penso Farran con furia al verlo salir de la cocina hacia el vestidor. Acababa de colocar el te y galletas en la bandeja cuando de nuevo regreso.
– Nona quiere su sueter -Farran lo miro con ojos inocentes-. No recuerda en donde lo dejo -anadio Stallard, y la chica se percato de que le costaba trabajo no perder los estribos.
Como habia pasado una semana en compania de la senorita Irvine y suponiendo que esa vez era la primera que Stallard pasaba mas tiempo con la anciana, Farran se percato de que no sabia cuan exigente podia ser ella. Asi que le sonrio con dulzura.
– Su sueter esta en su dormitorio. Lo colgue en su armario cuando encendi la calefaccion, antes de que ustedes regresaran -le explico con amabilidad.
Estaba apunto de salir con la bandeja, cuando Stallard entro una vez mas en la cocina, con la apariencia de echar fuego por las narices en cualquier momento.
– Su tejido esta al lado de la silla en donde suele sentarse -comento Farran antes de que el abriera la boca.
– No quiere te -ignoro a la chica-. Quiere tomar leche -anuncio. Se dispuso a irse, pero Farran sintio un impulso humano de venganza.
– Maldicion, hombre, tiene ochenta anos, sabes -ay, Dios, penso cuando vio que Stallard se acercaba. Se pregunto si se disponia a golpearla como ella quiso hacer tantas veces. Pero, para alivio suyo, todo lo que hizo fue tomar de sus manos la bandeja pesada.
– Trae la leche -ordeno y la dejo boquiabierta.
Era muy contradictorio, penso Farran al servir la leche en un vaso. Tenia la seguridad de que estaba harto y furioso, pero de todos modos su sentido innato de la cortesia le ordeno que el llevara la bandeja a la sala de estar en vez de Farran.
Farran se reunio con ellos. Stallard acepto te y galletas y, viendo que la chica ya esta alli, se oculto tras el