cocina.

– Vete al demonio -exclamo Farran y salio corriendo, sin importarle la herencia, ni otra cosa, un comino.

Capitulo 5

Farran se tranquilizo poco a poco. Estaba tan enojada con Stallard Beauchamp que la herencia no le importo nada. Pero cuando se enfrio su furia, se dio cuenta de que no podia decirle a ese detestable hombre que se fuera al demonio, pues no solo se trataba de si misma.

Tuvo que aceptar que estaba alli por el bien de Georgia y del tio Henry y que debia sacrificar su enojo y su orgullo.

Sin embargo, Farran seguia enojada con Stallard Beauchamp cuando de nuevo bajo sin entusiasmo alguno a la cocina. Oyo murmullos al pasar por la sala de estar y espero que Stallard hiciera una visita aun mas corta que la de la vez pasada. Con el desastre de la cocina, serian necesarias dos horas para limpiarla; con suerte, se habria ido antes de que ella terminara, y no tendria que verlo.

Estaba a punto de empezar a lavar, cuando la puerta se abrio y las picadas masculinas la hicieron decidir que ese no era su dia de suerte.

Resolvio ignorarlo y empezo a lavar los platos del cafe.

Al poner uno en el escurridero, descubrio que Stallard no era un hombre al que se podia ignorar. Se volvio para verlo, al oirlo decir con indiscutible claridad:

– Te debo una disculpa.

– ?Te estas disculpando! -exclamo. Su orgullo no estaba tan enterrado para no emitir algo de sarcasmo en su comentario.

– Me equivoque -explico con el aire de hombre que siempre se disculpa cuando comete un error.

– Debe ser la primera vez que te sucede -de nuevo hallo otro comentario sarcastico y frio.

– ?Siempre eres tan poco caritativa? -gruno.

– Podrias hincarte de rodillas -sugirio Farran. Se percato de que iba a sonreir, divertido, y que contenia la risa, y eso hizo que ya no estuviera tan enfadada con el-. ?Que fue lo que te hizo cambiar de opinion? -pregunto al volver a lavar. Su respuesta la dejo atonita.

– Acabo de oir las alabanzas que hace Nona de ti -le aclaro al acercar se al fregadero.

– ?Nona? -gimio-. ?La misma senorita Irvine, quien…? -se interrumpio y penso que no valia la pena decirle que la anciana se porto con mucha rudeza y exigencia durante la semana.

– La misma. Me temo que a veces Nona es algo olvidadiza y se le olvido decirme la semana pasada que habia despedido a la senora de la limpieza.

– Bueno… debe ser dificil recordarlo todo -murmuro Farran, aunque la noche anterior fue testigo de la increible memoria de la anciana, que recordo todas las cartas en el juego de bridge. Penso que los olvidos de la senorita solo se referian al hecho de que dos personas se marcharon de su casa por ser tan molesta.

– Nona me dijo que, ademas de acompanarla, hiciste la limpieza durante toda la semana y que ayer preparaste una esplendida cena para sus invitadas.

– No quisiera que pensaras que me pagas por no hacer nada -murmuro Farran. Todavia no sabia si cambiaria el cheque en el banco para tener dinero en efectivo.

– Creo que no debo preocuparme por eso, puesto que estas haciendo el trabajo de tres personas - senalo.

El acido de Farran se disolvio por completo; cuando se lo proponia, Stallard podia ser muy encantador.

– ?Quieres cafe? -no entendio por que su pulso se acelero al ver que sonreia y que tomaba la toalla.

– Cuando terminemos con esto.

– Tuve intenciones de hacerlo anoche -explico Farran al volver a lavar-. Pero…

– La senorita Jessop olvido sus anteojos y tuviste que suplirla -parecia que la senorita Irvine le conto todo a Stallard-. Le dije a Nona que buscara otra limpiadora. Recuerdaselo si lo olvida -anadio Stallard con naturalidad.

– Tu… no deberias hacer esto -le dijo Farran momentos despues.

– ?Por que no?

– ?No deberias charlar con la senorita Irvine? No es justo para ella que planees pasar la mitad de tu visita en la cocina.

– No pienso hacerlo.

– ?No?

– Una hora o mas no constituye la mitad de un fin de semana, ?verdad? -anadio Stallard, mirandola con fijeza.

– ?Te quedaras este fin de semana?

– Si no tienes objecion.

– Claro que no -comento Farran y el se rio. Disfruto oirlo reir y descubrio, con cierto azoro, que ya no le importaba que se quedara unos dias bajo el mismo techo que ella.

Esa no fue la unica vez que Stallard la ayudo con las labores domesticas. Pronto fue la hora de la comida, asi que Farran preparo algo sencillo pues decidio que irian a cenar a un restaurante. La comida fue muy agradable y la senorita Irvine charlo de modo amable.

– Te ayudare a lavar la loza -se ofrecio Stallard cuando el y Nona Irvine ayudaron a levantar los platos.

– No es necesario, pero ya que insistes… -sonrio Farran mientras la senorita Irvine iba a dormir una siesta.

Le parecio increible que ese hombre encantador y considerado fuera el mismo al que llamo cerdo y reptil no hacia mucho tiempo.

– ?En donde aprendiste a cocinar? -inquirio Stallard mientras secaba platos.

– Preparar jamon y ensalada no es muy dificil -contesto la chica, de buen humor.

– ?Y los esfuerzos de anoche?

– La senora Fenner, nuestra ama de llaves, me enseno algunos de sus secretos culinarios cuando fui adolescente -se sintio halagada.

– ?Cocinabas mucho en Hong Kong? -pregunto el despues de una pausa, y el buen humor de Farran desaparecio al recordar a Russell Ottley y la actitud que adoptaba Stallard cada vez que hablaban de Hong Kong.

– A veces -contesto con brevedad, con el deseo de dar por terminado el tema, pero no fue asi.

– ?Por que te viniste de Hong Kong con tanta precipitacion, Farran?

Farran no logro hablar; por la impresion, durante medio minuto se percato de que la observaba con fijeza y bajo la vista. Esa era la primera vez que Stallard insinuaba que quiza no habria vuelto a casa para recibir su herencia, pero tampoco deseaba que se inmiscuyera en su vida privada.

– ?Quien dice que sali de Hong Kong con precipitacion? -contesto la pregunta con otra pregunta.

– Tu fuiste -afirmo.

– No es cierto -corto Farran sin lograr recordar con exactitud que fue lo que le dijo antes, y espero que Stallard tuviera el mismo problema.

– Lo implicaste -replico, revelando que era un hombre que no se perdia de ningun detalle-. Lo insinuaste al aclamar la forma como renunciaste a tu empleo y volviste a casa.

Farran lo miro con fastidio y siguio lavando con brio la loza.

– Fue debido a un hombre, por supuesto -anadio con frialdad Stallard.

– ?Por que 'por supuesto'? -inquirio Farran, preguntandose a si misma cuando se le pudo ocurrir que Stallard Beauchamp no era un cerdo.

– Tengo la certeza de que sueles trabajar duro -no era un halago pues su voz no fue calida-. Si te dedicas un ciento por ciento a un empleo de dama de compania que no te gusta, no me imagino que te hayan despedido de un puesto de secretaria, que sin duda te agrado mucho mas que esto.

– Bueno, es logico que me esfuerce aqui, ?no? -intento no darle una respuesta-. La recompensa por este trabajo promete…

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