– ?Tienes preferencia por algun vino? -inquirio Stallard Beauchamp con cortesia. La chica deseo que no bebieran alcohol, pues sospechaba que se debia mantener la mente clara al lidiar con ese hombre.

Sin embargo, tuvo la sensacion de que le adivinaba el pensamiento, asi que sonrio de modo falso y, con frialdad, murmuro:

– Despues tengo que conducir por carretera, pero quiza una copa de vino blanco no me haga dano.

Penso que hizo frente a la situacion con sensatez, mas cuando empezaron a comer el primer platillo, se percato de que canto victoria demasiado pronto.

El unico motivo de su presencia era anunciarle al hombre su propuesta. Como no tenia ninguna, todo lo que podia hacer era postergar el tema hasta que el lo tocara. Pero, al empezar con el segundo platillo, parecia que Stallard Beauchamp deseaba discutir de todo menos del unico tema que Farran queria.

Estaban casi terminando el plato fuerte cuando tuvo la impresion de que Stallard Beauchamp se burlaba de ella. Hablaron de lluvia acida y de la contaminacion del aire, pero estaba segura de que, a pesar de que los temas eran serios, jugaba con ella y sabia muy bien de que queria hablar Farran.

No le agrado nada sentir que era solo una marioneta en sus manos y olvido la compostura al decir con rapidez:

– Senor Beauchamp, yo… -se interrumpio al ver la mirada sombria de los ojos grises.

Entonces se dio cuenta de que no estaba lista, y de que quiza nunca lo estaria, para pedirle que renunciara a lo que la senorita Newbold quiso dejarle. De inmediato, el la miro con solemnidad y le sonrio.

– Stallard.

– ?Que? -pregunto, concentrada en averiguar si su sonrisa era genuina o no.

– ?Como puedo llamarte Farran cuando insistes en llamarme senor Beauchamp? -explico con paciencia, algo que la chica no habria podido entender debido a su confusion.

Farran se dio cuenta de que era hora de que actuara con compostura. El bienestar de Georgia y del tio Henry dependia de esa reunion y no se podia dar el lujo de desconcentrarse.

– Stallard -sonrio y espero que el tuviera el mismo trabajo para decidir si la sonrisa de ella era genuina o no-. Este vino es muy bueno -halago su eleccion y fue un halago genuino, pues el vino estaba delicioso.

– Hablando de vino, ?lograste estacionarte sin muchos lios? -le miro los hermosos labios que se curvaron en una sonrisa genuina, pues estaba divertida de que uniera el tema del vino al del estacionamiento.

El tambien sonrio de modo genuino y Farran sintio una sensacion muy rara al verle la boca bien formada.

– Tuve suerte, pues halle un lugar justo afuera -desvio la mirada y anadio, sin motivo aparente-: Tome prestado el auto de mi hermanastra.

– ?No tienes auto propio?

– No, pero planeo comprar uno pronto -replico y casi gimio al percatarse de que el ya no sonreia. Stallard parecia creer que quiza la chica pensaba comprar uno con su parte de la herencia. No le diria que vendio el suyo al ir a Hong Kong, que puso el dinero en un banco con a intencion de comprar un modelo diferente al regresar. Solo exclamo, desafiante-. ?Tengo mi propio dinero!

– Entonces, dime -Stallard Beauchamp la miro con ojos duros cono el acero-, ?por que esta tras mi dinero?

– No lo estoy -exploto la chica. De estar alli solo por motivos prados, lo habria dejado solo en el restaurante; pero, por el bien de Georgia y del tio Henry, debia permanecer sentada.

Odio a Stallard Beauchamp mas que nunca cuando este inquirio con orna:

– ?De veras?

Tuvo que contener su replica y mantenerse callada.

– Quiza, Farran, ahora podrias decirme por que estas aqui… y que es lo que quieres -murmuro Stallard con burla.

– Quiero… -sintio un fuerte impulso de terminar con todo con rapidez, pero se detuvo. Trato de ensayar en su mente las palabras, pero parecieron avaras, oportunistas y codiciosas.

– Vamos, Farran. A partir de lo que he visto de ti, no diria que eres una chica timida -urgio Stallard.

– ?Que estas implicando? -se enojo la chica.

– ?Que otra cosa, mas que no note en ti ninguna reticencia para entrar en uno de mis dormitorios y, sin que nadie pudiera impedirlo, abrir uno de los armarios de mi casa?

– No sabia entonces que la casa te pertenecia… que te fue heredada -se defendio Farran, acalorada.

– Pero desearias que no fuera asi, ?verdad?

– Por supuesto que si -fue vehemente.

En ese momento, el camarero llego para tomar la orden del postre y Farran aprovecho la pausa para recobrar la calma.

Por casualidad, Stallard y ella eligieron queso y galletas. Parece que solo en esto estamos de acuerdo, se irrito la chica. Se percato, al verlo de reojo, de que era ahora o nunca. Sabia que no volveria a preguntarle lo que queria, asi que debia decirselo en ese preciso momento.

– Senor Beauchamp… Sta… Stallard -la pausa para recobrar la compostura no sirvio de nada.

– Senorita Henderson… Farran -la miro con malicia.

– Me preguntaste lo que queria -apreto los dientes-. Bueno, lo que quiero es… -el deseo de decirle que renunciara a la herencia lucho contra su orgullo-. Queria… -el orgullo era un obstaculo casi insalvable-, es decir, me preguntaba -insistio aunque no recibia ninguna ayuda de su parte-. Me preguntaba… puesto que no necesitas el dinero…

– Asi que si has estado haciendo averiguaciones sobre mi -intervino el con sequedad.

– Y como no eres pariente de la senorita Newbold, me preguntaba si considerarias la posibilidad de devolver la fortuna a sus herederos legitimos -Farran termino con la cuestion de una vez por todas.

– ?Herederos legitimos? -inquirio con una mirada directa que parecia implicar que el testamento legal lo legitimaba como heredero.

– Sabes a que me refiero -exclamo Farran, descubriendo que ese hombre tenia la habilidad de hacerle perder la paciencia.

– Estoy seguro de que asi es -se burlo-. Corrigeme si me equivoco o si he oido mal. Tu, que no eres pariente de la difunta, acabas de pedirme que renuncie a mi derecho, mi legitimo derecho, a la fortuna de la senorita Newbold.

?Que hombre! Farran contuvo la furia que amenazaba con explotar de nuevo. Aparte del comentario de que ella no tenia lazos de parentesco, el odioso hombre parecia estar divirtiendose a sus costillas.

Nunca supo como logro permanecer sentada.

– Si, eso es lo que pido -afirmo con sequedad. Intento estar serena al sentir su escrutinio-. ?Y bien? -inquirio. Casi deseo que se negara, para poder marcharse antes de que trajeran el cafe.

– Estoy pensandolo -replico y sonrio con falsedad-. Dime, Farran, ?que es lo que te propones dar a cambio? - inquirio con voz sedosa.

– ?Que tienes en mente ahora? -eso la enfurecio.

– No puedes imaginar lo que tengo en mente -desaparecieron la sonrisa y el tono sedoso-. Pero, a riesgo de ofenderte, nunca me ha atraido el que me presenten a una mujer en bandeja de plata.

– Maldito seas, Stallard Beauchamp -exploto Farran, enfurecida por esa criatura odiosa y arrogante-. ?Que afortunado serias si ese fuera el caso! Aparte del hecho de que no me interesan los hombres, si…

– Si estuviera interesado en eso, te preguntaria por que, pero como no lo estoy… -intervino el.

– Ni sonaria con decirtelo, de todas formas -Fardan se nego a que se saliera con la suya.

– Puesto que no tengo interes en ello -la ignoro-, ?acaso intentas decirme que hiciste que te invitara a cenar…

– No hice nada -rabio la chica, pero fue ignorada de nuevo.

– … hiciste que te invitara a cenar sin ningun motivo mas que el de pedirme que renunciara a mi herencia?

– Nunca pense en acostarme contigo para conseguirlo -aclaro Farran antes de que el pudiera decir palabra y anadio-: De cualquier manera, no es tu herencia, es… -de pronto, se interrumpio.

– ?No lo es?

– Bueno… -intento fanfarronear-. Tal vez lo sea ahora, pero una vez que se rebata la validez del

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