testamento…

– ?Ah! -interrumpio-. ?Asi que vas a impugnar el testamento? -la miro con burla en sus ojos grises y Farran se percato de su error de intentar fanfarronear con el hombre equivocado-. Te deseo mucha suerte en tus tramites -sonrio con la sonrisa que la joven empezaba a odiar tanto como a el. Sobre todo, lo detesto cuando prosiguio-: Estoy seguro de que el juez quedara muy impresionado, cuando le digas que, en el ultimo ano de su vida, en el ano en que la tia tuvo problemas de salud, ni una vez la visitaste o siquiera llamaste por telefono para charlar con ella.

A Farran no le agrado que ese hombre los culpara a ella y a su familia. No podria defender a sus familiares, puesto que Stallard Beauchamp nunca entenderia que su padrastro era tan distraido que solo le importaban sus inventos, y que Georgia estaba demasiado ocupada en su negocio para visitar a la anciana. Asi que tuvo que defenderse a si misma.

– Ya te lo dije… ?estaba en Hong Kong! -protesto. Ese hombre la molestaba mucho y mas aun el hecho de que tuviera que defenderse frente a el.

– Asi es -reconocio y continuo con cinismo-: Estoy seguro de que el juez se interesara mucho cuando, a pesar de que no pudiste volver ni una sola vez cuando la senorita Newbold estuvo enferma, apenas supiste que murio, regresaste en el primer avion disponible.

– No fue asi -rabio Farran-. Ya te dije que no supe que estaba muerta sino hasta haber renunciado a mi trabajo y regresado a casa.

– ?De veras? -Stallard Beauchamp se encogio de hombros.

– Si, de veras -contesto Farran-. La senorita Newbold me agradaba. La quise mucho… le escribi varias veces mientras estuve en el extranjero.

– Pensaste que solo bastaba con eso para apoderarte de su dinero.

– No -corto-. Nunca pense en su dinero ni en su testamento -como lo odiaba-. Le escribi por escribirle, eso es todo. Sucede que me entiendo bien con los ancianos y eso es la verdad -tomo su bolso y lo miro a los ojos grises-. Mi familia tiene mucho mas derecho a todo que tu, y lo sabes -ya estaba de pie cuando anadio-: Espero que duermas tranquilo cuando hayas reclamado lo que por derecho es de mi…

– No he dicho que tengo la intencion de reclamar nada -interrumpio Stallard Beauchamp con frialdad. Cuando Farran quedo muda, prosiguio con sorna-: Quedate aqui y quiza aprendas algo de provecho… para ti y para los demas herederos.

Farran lo miro con fijeza durante cinco segundos. Ya estaba harta de sus estupidos juegos del gato y el raton, pero, por otro lado, quiza podria soportarlo unos cuantos minutos mas, por el bien de su familia. Reacia, se sento de nuevo.

Si algo habia aprendido en esa ultima hora, era que nunca debia subestimar a su interlocutor. Asi que no se fue por las ramas, el tacto era cosa del pasado.

– Insinuaste que quiza no reclames lo que es tuyo. Pero no entiendo por que renunciarias a algo que te ha sido legado gracias a un sentimiento filantropico.

En ese momento, les trajeron el cafe.

– Tienes mucha razon -asintio Stallard Beauchamp cuando el camarero se fue-. Tengo una idea -le dijo contento, y fue su actitud lo que hizo que la chica se tornara suspicaz-. Una idea que quiza no se me habria ocurrido de no ser porque mencionaste que, ademas de no tener empleo ahora, tambien te entiendes con los ancianos.

Asombrada, Farran intento ver a donde queria llegar.

– ?Acaso te imaginas que trabajare en un asilo de ancianos? -le parecio que era la unica respuesta logica.

– Algo asi -Stallard la sorprendio aun mas al asentir-. Aunque de hecho no es un asilo, sino el hogar de una anciana.

– ?Quieres… que trabaje para una persona mayor? -confirmo la chica. Lo vio asentir-. ?Como su secretaria? -anadio aunque no le gustaba nada la idea-. Yo soy secretaria.

– Tus aptitudes secretariales no seran necesarias -nego con la cabeza-. Solo tu talento para llevarte bien con los viejos. La dama de compania de la senorita Irvine acaba de dejarla sola y necesita una companera temporal, mientras yo hallo a alguien mas tolerante que su ultima dama de compania.

– ?La senorita Irvine? -Farran no tenia deseos de acompanar a ninguna senora, quienquiera que fuera.

– Quiza recuerdes haberla visto en el funeral de la senorita Newbold -explico.

– ?La senora del sombrero? -inquirio Farran, adivinando y haciendo uso de toda su intuicion.

– El sombrero negro -Stallard la miro con fijeza. Farran recordo la apariencia desagradable de la senora y supo que ni por su hermanastra aceptaria un puesto tan absurdo.

– ?Es pariente tuya? -pregunto al acordarse de que al verlos juntos, penso que quiza Stallard y la senora estuvieran emparentados.

– La senorita Irvine es… una amiga de la familia -le informo con frialdad y la miro con suspicacia.

Con amigos como ella, ?quien necesita enemigos?, penso Farran y tomo su bolso. En lo que ella concernia, la comida estaba terminada y se puso de pie por segunda vez. Esa vez, Stallard tambien se levanto, ella le agradecio la cena, cortes, y el la acompano a la puerta.

– Te acompanare a tu auto -anuncio cuando la joven intento despedirse en la puerta del club.

Era alta, pero Stallard era mucho mas alto. Russell, se recordo, era mas bajo que ella, pero eso no importo. Ella… Con rapidez, dejo de pensar en Russell al llegar junto al auto.

– Buenas noches -se despidio con frialdad al colocarse delante del volante.

– Llamame manana por la noche -instruyo Stallard al darle su tarjeta personal, antes de que la chica pudiera cerrar la puerta-. Para entonces, ya le habre dicho a la senorita Irvine que tendra que soportarte durante un tiempo -anadio para enfurecerla.

Farran cerro la puerta con el deseo de aplastarle los dedos, pero el estaba lejos del auto, fuera de peligro.

– Esperaras mucho tiempo si esperas que te llame -murmuro la chica y se alejo con rapidez.

Penso en Stallard Beauchamp en todo el trayecto hacia Banford, con furia creciente. Primero, le lanzo el anzuelo de que quiza estaria dispuesto a renunciar a su herencia; mas tarde, al darse cuenta de que ella no tenia nada que proponerle a cambio, le sugirio que trabajara para ?esa mujer insufrible!

El calificativo era adecuado, penso Farran. Recordo a la amargada mujer que le impartio ordenes desagradables a la mujer cincuentona en el funeral de la senorita Newbold. ?Sin duda, la otra mujer fue la dama de compania de la senorita Irvine!

Farran llego a Banford despues de analizar cada comentario y palabra que intercambiaron ella y Stallard Beauchamp. Entro en la casa y estuvo segura de que no queria trabajar para esa anciana. ?No viviria junto con la senorita Irvine si podria evitarlo… la anciana de aspecto mas desagradable de todas las ancianas!

– Gracias a Dios que regresaste -comento Georgia tan pronto como Farran entro en la casa.

– ?Que paso? -Farran nunca habia visto a su hermanastra en un estado tal de ansiedad.

– Tu dimelo -urgio Georgia. Al percatarse de que su ansiedad se debia a la espera, Farran se dio cuenta de que seria mucho mas dificil contarle lo sucedido.

– No te va a gustar nada esto -anuncio cuando se sentaron en la sala de estar-. Yo…

A Georgia no le agrado nada. Mas, para consternacion de Farran, no le agrado el hecho de que Farran no tuviera intenciones de hacer lo que Stallard Beauchamp proponia. Lejos de estarse acuerdo en que era imposible que trabajara para la desagradable senorita Irvine, a Georgia no le parecio nada mala la idea.

– Pero te gustan las personas mayores -senalo Georgia-. Y las tratas muy bien.

– Lo se, pero…

– Tampoco tienes trabajo por el momento… y solo seria algo temporal.

– Si, pero…

– Farran -gimio Georgia-, se trata de tu herencia, asi como de la mia.

– Lo se -replico Farran, pero antes de que pudiera aclararle que el precio que tenia que pagar por el dinero era demasiado alto, Georgia ejercio mas presion.

– Y si a ti no te importa el dinero, piensa en mi, piensa en mi papa. Sabes que mi padre desea mucho comprar un torno nuevo y creo que no es necesario decirte que me hallo en una situacion desesperada.

Farran se acosto muy desdichada esa noche. No le agradaba que Georgia le senalara que se portaba con

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