– Le sugeri que deberia darme algo por escrito… -aclaro Farran.

– Ya lo se, pero creo que deberias insistir.

Farran penso, despues de que Georgia se fue al salon, que su hermanastra no conocia en absoluto a Stallard Beauchamp, si de veras creia que se podia insistir sobre cualquier cosa en lo que a el se referia.

Despues del desayuno Farran bajo sus maletas y estaba en su cuarto cuando, a las diez, oyo el timbre. Supo que no podia dar marcha atras cuando oyo que la senora Fenner invitaba a pasar a Stallard Beauchamp, y bajo por la escalera.

En el vestibulo, Stallard la miro cuando ella estaba a media escalera y la chica hizo una pausa. Cuando sus miradas se encontraron, Farran perdio el aliento. No seas ridicula, por el amor de Dios, se regano a si misma, y creyo que la falta de aliento se debia a su natural nerviosismo.

Aparto la vista de la silueta alta y de anchos hombros. Hizo otra pausa al llegar al pie de la escalera, pues la senora Fenner le pregunto si queria tomar cafe.

Farran tenia demasiados buenos modales para no sentirse obligada a observar ciertas cortesias frente al ama de llaves. Miro a Stallard.

– ?Quieres cafe antes de que partamos? -sonrio.

Stallard Beauchamp le sostuvo la mirada y su sonrisa fue lenta y natural, a diferencia de la de Farran.

– Prefiero que nos vayamos de inmediato, Farran, si no te importa -era obvio que sus modales eran tan buenos como los de ella.

La senora Fenner entendio el mensaje y Farran se despidio de ella. Se pregunto si los buenos modales incluian que presentara a su padrastro con Stallard.

– Ire a despedirme de mi padrastro -le explico-. Debe estar lleno de… aceite; de lo contrario te llevaria a su taller a que…

– No me importa un poco de aceite -replico Stallard con una mirada burlona, como si supiera que estaba nerviosa por algo.

Farran bendijo a Stallard Beauchamp y lo condujo al taller.

– Tio Henry -llamo a la figura vestida de overol inclinada sobre la mesa de trabajo. Tenia una mancha de grasa en la frente, pero estaba presentable aparte de eso… todavia era muy temprano-. Te presento a Stallard Beauchamp -prosiguio Farran y dudo. De pronto, se dio cuenta de que fue un riesgo presentarlos. Tio Henry podia oponerse a sus planes si se enteraba de ellos-. El senor Beauchamp es mi jefe. Sta… Stallard, el es mi padrastro, Henry Preston -con nerviosismo termino la presentacion. Henry Preston se aseguro de que su mano estuviera limpia y estrecho la mano extendida del hombre alto, cuyos ojos grises no perdian ningun detalle. Farran anadio con rapidez-: Ya nos vamos.

Henry Preston espero a que Stallard hubiera puesto las maletas en el portaequipajes del auto y a que se alejaran, antes de regresar a su taller, despidiendose por ultima vez. Solo entonces, sentada al lado de Stallard, Farran volvio a respirar con normalidad.

La enorme presion desaparecio, pero Farran se tenso de nuevo al oir el comentario de Stallard.

– Estoy curioso por algo.

– ?Ah, si?

– Quisiera saber por que, puesto que el tambien sera un beneficiario de la fortuna, no le has dicho a tu padrastro cuales son los pros y los contras de lo que te propones hacer.

– ?Como sabes que no le he dicho todo?, -Farran intento fanfarronear, olvidando que el hombre era un experto en darse cuenta de cuando las fanfarronadas no eran sinceras.

– ?Lo has hecho?

?Maldito sea!, se enfurecio ella, no por primera vez. Pero se percato de que solo deseaba que su padrastro no supiera los pros y contras de todo, asi que no tenia caso fingir con el tipo que tenia al lado.

– De hecho, no -confirmo, cortada.

– ?Por que? -quiso saber.

– Porque… bueno, porque no hay ningun motivo en especial por el cual deberia enterarse de esto.

– ?Acaso sugieres que, ya que lo que haras dara por resultado que los tres hereden la fortuna esperada durante tanto tiempo, el no lo aprobaria? -Stallard estuvo a punto de enfadarse.

?Cinico!, se enojo Farran para sus adentros y levanto un poco la barbilla para decirle con desden:

– No estoy sugiriendo nada.

– Pero tu hermanastra lo sabe, ?verdad? -no hizo caso de los esfuerzos de la chica para dar por terminado el asunto.

– ?Si! -exhalo Farran con fastidio-. Lo sabe.

– ?Y tu madre?

Si su vida no dependiera del hecho de que Stallard conducia, Farran quiza lo habria golpeado con su bolso. Mas trato de controlarse.

– ?Que tiene que ver mi madre en todo esto? -rugio-. No la he visto desde que abandono a Henry, a Georgia y a mi cuando yo tenia trece anos.

Enfurecida por contarle, sin pensar, algo que costaba mucho trabajo comentar con cualquier otra persona, Farran miro el paisaje por su ventana.

Casi de inmediato se volvio a verlo, al oir que hablaba ya sin dureza, con una voz suave y algo burlona.

– Sabia que, si nos empenabamos en buscar, descubririamos que tenemos algo en comun.

– Tu… ?Acaso tu madre tambien se fue de la casa?

– Cuando era un nene -replico, pero eso no parecio molestarlo.

Farran, sensible por naturaleza, habria querido saber por que su madre lo abandono a el y a su padre. Pero recordo que era un hombre detestable y ahogo su sensibilidad.

– Si me agradaras, quiza sentiria lastima por ti.

– Si me agradaras, quiza me importaria lo que te paso -replico el con rapidez. Y de pronto, ambos estaban… ?riendo!

Cuando terminaron las risas, Farran penso que ahora que Stallard estaba de buen humor, era el momento para sacar a relucir el tema que la preocupaba.

– He estado pensando que, desde mi punto de vista, no es muy satisfactorio que todo lo que tengo como garantia de que destruiras el testamento es tu palabra.

No paso mucho tiempo para que Stallard Beauchamp trocara su buen humor por un enfado enorme, descubrio Farran.

– Maldito sea tu atrevimiento -gruno con tono que no admitia replicas-. Mi palabra es lo unico que tendras.

Con el deseo de estar en posicion de decirle que la regresara a su casa en ese preciso instante, Farran mando una tonelada de vibras de odio en su direccion y fijo la vista en el parabrisas.

?Reptil detestable y odioso!, lo llamo y decidio que nunca mas le volveria a hablar. Como el tampoco parecia de humor para charlar, no le costo ningun trabajo mantener firme su decision.

Con disimulo observo que su expresion seguia dura y hosca, conforme recorrian los kilometros.

Eso no le importo. Pero al acercarse cada vez mas a Low Monkton, Farran se dio cuenta de que tendria que hablarle a aquel tipo, siquiera para saber que se esperaba de ella en su nuevo empleo.

– ?Que es lo que tengo que hacer? -pregunto con frialdad.

– ?Hacer? ?A que te refieres con 'hacer'?

Dame fuerza, rezo la chica.

– ?Cuales seran mis deberes como dama de compania?

– ?Como diablos lo se yo? -gruno.

– Eres mi jefe… tu deberias saberlo -tuvo la alegria de molestarlo con su sarcasmo, pero Stallard parecio ignorarla. El silencio se hizo en el auto. De pronto, Stallard comento con suavidad.

– Para ser una empleada, no lo has hecho muy bien hasta ahora.

– ?Como?

– No me has preguntado cuanto te pagare.

– No quiero tu dinero -rugio la chica.

– Me sorprendes -fue sarcastico y a Farran ya no la asombro que hubiera guerras en el mundo.

– Bueno, recibire cien libras por semana. Y eso -anadio al recordar a la desagradable senorita Irvine-, es muy

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