– Este hombre, la victima, como he dicho antes, probablemente se acercaba a los cuarenta.
El senor Perez se echo hacia atras. La madre todavia no se habia movido.
York aprovecho para intervenir.
– Nunca hallaron el cuerpo de su hijo, ?correcto?
– ?Intenta decirnos que…?
Al senor Perez le fallo la voz y nadie intervino para decir: «Si, eso es precisamente lo que intentamos decir, que su hijo Gil ha estado vivo todo este tiempo, veinte anos, y no se lo dijo ni a ustedes ni a nadie, y ahora que por fin tenian la posibilidad de volver a reunirse con su hijo desaparecido, le han asesinado. La vida es bella, ?eh?».
– Esto es una locura -dijo el senor Perez.
– Se que les parecera una locura…
– ?Por que cree que es nuestro hijo?
– Como he dicho antes, tenemos un testigo.
– ?Quien?
Era la primera vez que oia hablar a la senora Perez. Casi me agacho.
York intento mostrarse tranquilizador.
– Se que estan angustiados…
– ?Angustiados?
Otra vez el padre.
– ?Sabe lo que es… se puede imaginar…?
No pudo acabar. Su esposa le puso una mano en el brazo y se sento un poco mas erguida. Se volvio un momento hacia el cristal y tuve la sensacion de que podia verme. Despues miro a York a los ojos y dijo:
– Doy por supuesto que tienen un cadaver.
– Asi es, senora.
– Y por eso nos han hecho venir. Quieren que lo veamos y les digamos si es nuestro hijo.
– Si.
La senora Perez se puso de pie. Su esposo la miro; parecia pequeno e indefenso.
– De acuerdo -dijo ella-. ?Por que no lo hacemos?
El senor y la senora Perez bajaron por el pasillo.
Los segui a una distancia discreta. Dillon iba conmigo. York iba con los padres. La senora Perez mantuvo la cabeza alta. Seguia agarrando con fuerza el bolso como si temiera que le dieran un tiron. Caminaba un paso por delante de su marido. Es muy sexista pensar que deberia ser al reves, que la madre deberia hundirse y el padre aguantar el tipo. El senor Perez habia sido el fuerte durante la parte «expositiva». Ahora que la granada habia explotado, era la senora Perez quien tomaba las riendas mientras su marido parecia encogerse un poco mas a cada paso.
Con su suelo de linoleo gastado y las paredes de cemento desconchadas, el pasillo no podria haber parecido mas institucional ni con un funcionario aburrido apoyado en la pared tomando un cafe. Yo oia el eco de sus pasos. La senora Perez llevaba brazaletes pesados. Los oia sonar al ritmo de su balanceo.
Cuando giraron a la derecha hacia la misma ventana por la que yo habia mirado el dia anterior, Dillon coloco una mano frente a mi, casi de forma protectora, como si yo fuera un nino en el asiento delantero y el tratara de amortiguar el golpe. Nos quedamos unos diez metros atras, y nos colocamos de forma que no entraramos en su campo visual.
Era dificil verles las caras. El senor y la senora Perez estaban de pie, uno al lado del otro. No se tocaban. Vi que el senor Perez bajaba la cabeza. Llevaba una americana azul. La senora Perez llevaba una blusa oscura casi del color de la sangre seca. Tambien llevaba mucho oro. Vi que una persona diferente, esta vez un hombre con barba, empujaba la camilla hacia el cristal. El cadaver estaba cubierto con una sabana.
Cuando lo tuvo colocado, el hombre miro a York y este asintio. El hombre levanto la sabana con cuidado, como si debajo hubiera algo muy fragil. Me daba miedo hacer ruido, pero aun asi incline el cuerpo un poco a la izquierda. Queria ver algo de la cara de la senora Perez, al menos una parte del perfil.
Recuerdo haber leido que las victimas de tortura quieren controlar algo, lo que sea, y por eso se esfuerzan por no gritar, por no hacer muecas, por no mostrar nada, por no dar a sus torturadores ninguna satisfaccion. Algo en la cara de la senora Perez me hizo pensar en ello. Se habia preparado para el momento. Recibio el golpe con un ligero estremecimiento, pero nada mas.
Miro un rato. Nadie hablo. Me di cuenta de que estaba conteniendo la respiracion. Volvi mi atencion hacia el senor Perez. Tenia los ojos posados en el suelo. Los tenia humedos. Vi que le temblaban los labios.
Sin apartar la mirada, la senora Perez dijo:
– No es nuestro hijo.
Silencio. No me esperaba eso.
– ?Esta segura, senora Perez? -dijo York.
Ella no contesto.
– Era un adolescente la ultima vez que le vio -continuo York-. Entonces llevaba los cabellos largos.
– Si.
– Este hombre va rapado. Y lleva barba. Han pasado muchos anos, senora Perez. No se apresure.
Por fin, la senora Perez aparto los ojos del cadaver. Volvio la cabeza hacia York y este callo.
– No es Gil -volvio a decir.
York trago saliva y miro al padre.
– ?Senor Perez?
El asintio con la cabeza y se aclaro la garganta.
– Ni siquiera se parecen. -Cerro los ojos y otro temblor le sacudio la cara-. Solo es…
– Solo coincide la edad -acabo la senora Perez.
– No se si le entiendo -dijo York.
– Cuando pierdes a un hijo de esta manera, siempre haces cabalas. Para nosotros siempre sera un chico. Pero de haber vivido, si, tendria la misma edad que este hombre fornido. Te preguntas como seria. Si estaria casado. Si tendria hijos. Que aspecto tendria.
– ?Y estan seguros de que este hombre no es su hijo?
Ella sonrio de la forma mas triste que habia visto en mi vida.
– Si, detective, estoy segura.
– Siento haberles hecho venir -se disculpo York.
Iban a darse la vuelta, cuando yo dije:
– Enseneles el brazo.
Todos se volvieron a mirarme. La mirada de laser de la senora Perez se clavo en mi. Habia algo en ella, una extrana expresion de astucia, casi de desafio. El senor Perez hablo primero.
– ?Quien es usted? -pregunto.
Yo tenia los ojos puestos en la senora Perez. Ella volvio a sonreir tristemente.
– Es el chico de los Copeland, ?no?
– Si, senora.
– El hermano de Camille Copeland.
– Si.
– ?Es usted quien ha hecho la identificacion?
Queria hablarles de los recortes y del anillo, pero tenia la sensacion de que se me acababa el tiempo.
– El brazo -dije-. Gil tenia esa fea cicatriz en el brazo.
Asintio.
– Uno de nuestros vecinos tenia llamas, y las guardaba dentro de una verja de alambre espinoso. Gil siempre habia sido bueno escalando. Cuando tenia ocho anos intento meterse en el corral. Resbalo y el alambre se le clavo en el hombro. -Se volvio a mirar a su marido-. ?Cuantos puntos le pusieron, Jorge?
Jorge Perez tambien sonrio tristemente.
– Veintidos.
Aquello no era lo que nos habia contado Gil. Se habia inventado un cuento de una pelea con navajas que sonaba como una mala produccion de
– La recuerdo del campamento -dije. Senale con la barbilla hacia el cristal-. Miren su brazo.
El senor Perez meneo la cabeza.
– Pero si ya hemos dicho…
Su mujer le puso una mano en el brazo, haciendole callar. Estaba claro que ella era la que llevaba la voz cantante. Movio la cabeza en mi direccion antes de girarse hacia el cristal.
– Ensenemelo -dijo.
Su marido parecia confundido, pero se coloco al lado de ella, tras el cristal. Esta vez ella le cogio la mano. El hombre barbudo ya se habia llevado la camilla. York golpeo el cristal. El hombre barbudo se sobresalto. York le hizo senas para que volviera a traer la camilla a la ventana y el hombre obedecio.
Me acerque mas a la senora Perez. Oli su perfume. Me resultaba vagamente familiar, pero no recordaba de donde. Me coloque a un palmo de ellos, y mire entre sus cabezas.