– Peor, esta diciendo por ahi que hemos echado mano a los fondos. EJ Jenrette es un hijo de puta muy bien relacionado. Ya estoy recibiendo llamadas.
– Que nos inspeccionen -dije-. No encontraran nada.
– No seas ingenuo, Cope. Competimos con otras asociaciones por las subvenciones. El mas minimo indicio de escandalo y estamos acabados.
– No podemos hacer nada, Bob.
– Es cierto, pero es que… estamos haciendo un buen trabajo, Cope.
– Lo se.
– Y conseguir fondos siempre es dificil.
– ?Que propones?
– Nada. -Bob vacilo e intui que tenia algo mas que decir. Asi que espere-: Pero en fin, Cope, vosotros siempre haceis tratos, ?no?
– Los hacemos, si.
– Dejais pasar una injusticia menor para poder castigar un delito mas grave.
– Cuando es necesario.
– Esos dos chicos. Me han dicho que son buenos chicos.
– Pues te han informado mal.
– Mira, no digo que no merezcan ser castigados, pero a veces hay que negociar. El bien mayor. JaneCare esta avanzando mucho. Podria ser el bien mayor. Es lo unico que quiero decir.
– Buenas noches, Bob.
– No te enfades, Cope. Solo queria ayudar.
– Lo se. Buenas noches, Bob.
Colgue. Me temblaban las manos. El hijo de puta de Jenrette no habia ido a por mi. Habia ido a por la memoria de mi esposa. Subi la escalera. La rabia me consumia. La canalizaria. Me sente a la mesa. Solo habia dos fotos encima. Una era la foto escolar de mi hija, Cara. Tenia un lugar preferencial en el centro de la mesa.
La segunda fotografia era una granulada de mis abuelos en la vieja patria, Rusia, o como lo llamaban cuando ellos murieron en ese gulag, la Union Sovietica. Murieron cuando yo era muy pequeno, cuando todavia viviamos en Leningrado, pero conservo un vago recuerdo de ellos, especialmente de la mata de cabellos blancos de mi abuelo.
A menudo me pregunto por que tengo esa fotografia sobre la mesa.
Su hija, mi madre, me habia abandonado, ?no? Es una idiotez si te paras a pensarlo, pero a pesar del dolor que evocaba, la fotografia tenia una extrana importancia para mi. Miraba a mis abuelos y pensaba en las vueltas que da la vida y en las maldiciones familiares y en donde habia empezado todo.
Antes habia fotos de Jane y Camille. Me gustaba tenerlas a la vista. Me consolaban. Pero que a mi me consolaran los muertos no significa que consolaran a mi hija. Era dificil encontrar un equilibrio con una nina de seis anos. Quieres hablarle de su madre. Quieres que lo sepa todo de Jane, de su estupendo espiritu, de cuanto habia querido a su nina. Tambien quieres ofrecerle algun consuelo, como que su madre esta en el cielo observandola. Pero yo no creia en eso. Me gustaria. Me gustaria creer que existe una maravillosa vida eterna y que desde arriba, mi esposa, mi hermana y mi padre nos sonrien. Pero no logro creerlo. Y cuando le cuento estas cosas a mi hija, tengo la sensacion de estar mintiendole. Lo hago de todos modos. Por ahora es como una especie de Santa Claus o conejito de Pascua, algo temporal y tranquilizador, pero al final ella, como todos los ninos, sabra que no es mas que otra mentira paterna con muy poca justificacion. O puede que me equivoque y esten alli arriba mirandonos. Puede que esta sea la conclusion a la que llegue Cara algun dia.
A medianoche, por fin, me permiti pensar en lo que queria pensar: mi hermana, Camille, Gil Perez, y aquel verano magico y horrible. Volvi mentalmente al campamento. Pense en Camille. Pense en aquella noche. Y por primera vez en varios anos, me permiti pensar en Lucy.
Una sonrisa triste cruzo mi cara. Lucy Silverstein habia sido mi primera novia de verdad. Nos iba de maravilla, un romance de verano de cuento de hadas, hasta aquella noche. No tuvimos ocasion de romper, los asesinatos nos separaron. Nos alejaron cuando todavia estabamos enredados el uno en el otro, en un punto en que nuestro amor, por tonto e inmaduro que fuera, estaba alimentandose y creciendo.
Lucy era el pasado. Me habia dado un ultimatum a mi mismo y la habia apartado de mi vida. Pero el corazon no entiende mucho de ultimatums. A lo largo de los anos, he intentado descubrir a que se dedica Lucy, introduciendo su nombre y otros datos en Google, aunque dudo que nunca tenga valor para ponerme en contacto con ella. Nunca descubri nada. Me imagino que, despues de lo que paso, se habra cambiado el apellido por prudencia. Probablemente ahora este casada, como yo lo estuve. Probablemente sea feliz. Esperaba que lo fuera.
Me sacudi esos pensamientos. Ahora mismo necesitaba pensar en Gil Perez. Cerre los ojos y volvi atras. Pense en el en el campamento, cuando montabamos a caballo, cuando le pegaba punetazos en broma en el brazo, y en como el solia decir: «?Enclenque! Ni me he enterado».
Le veia con el torso delgado, los pantalones cortos demasiado grandes antes de que se pusieran de moda, la sonrisa que necesitaba ortodoncia con urgencia, la…
Abri los ojos. Algo estaba mal.
Baje al sotano. Encontre la caja de carton enseguida. Jane era buena etiquetando las cosas. Vi su pulcra letra en un lado de la caja. Aquello hizo que me detuviera. La letra es algo tan personal. La roce con los dedos. Toque su letra y la imagine con el gran rotulador en la mano, el capuchon en la boca mientras escribia en letras grandes: FOTOGRAFIAS – COPELAND.
En mi vida habia cometido muchos errores. Pero Jane… fue mi unico gran acierto. Su bondad me transformo, me hizo mejor y mas fuerte en todos los sentidos. La amaba y eramos apasionados, pero mas que eso, ella tenia la capacidad de hacerme mejor. Yo era neurotico e inseguro, un nino con beca en una escuela donde habia muy pocos, y ella era un ser casi perfecto que vio algo en mi. ?Como? ?Como podia yo ser horrible e inutil si un ser tan magnifico me amaba?
Jane era mi roca. Y un dia se puso enferma. Mi roca se desmenuzo. Y yo tambien.
Encontre las fotografias de aquel verano de hacia tanto tiempo. No habia ninguna de Lucy. Habia tenido la sensatez de tirarlas todas hacia anos. Lucy y yo tambien teniamos nuestras canciones -Cat Stevens, James Taylor-, temas tan empalagosos como para vomitar. Me cuesta escucharlas. Todavia hoy. Procuro que no se introduzcan en mi iPod. Si las ponen en la radio, cambio de emisora a la velocidad del rayo.
Repase un monton de fotos de aquel verano. La mayoria eran de mi hermana. Fui mirandolas hasta que encontre una que se tomo tres dias antes de su muerte. En la foto salia Doug Billingham, su novio. Un chico rico. Mi madre estaba encantada, evidentemente. El campamento era una rara mezcla de privilegiados y pobres. Dentro del campamento, las clases altas y bajas se mezclaban al nivel mas equitativo que es posible imaginar. Asi lo queria el hippie que dirigia el campo, el encantador padre hippie de Lucy, Ira.
Margot Green, otra nina rica, estaba entre ellos. Siempre estaba en medio. Era la tia buena del campamento y lo sabia. Era rubia y desarrollada, y lo explotaba a todas horas. Siempre salia con chicos mayores, al menos hasta Gil, y para los meros mortales que la rodeaban, la vida de Margot era como algo salido de la tele, un melodrama que todos observabamos con fascinacion. La mire y me imagine el corte en su garganta. Cerre los ojos un segundo.
Gil Perez tambien estaba en la foto. Para eso habia bajado al sotano.
Enfoque la luz de la mesa y mire mas de cerca.
Mientras estaba arriba habia recordado algo. Yo soy diestro, pero cuando pegaba punetazos a Gil en el brazo utilizaba la mano izquierda. Lo hacia para evitar tocar su horrible cicatriz. Estaba curada, pero me daba miedo tocarla. Como si pudiera abrirse y empezar a sangrar. Por eso utilizaba la mano izquierda y le pegaba en el brazo derecho. Entorne los ojos y me acerque mas.
Veia el extremo de la cicatriz asomando por debajo de la camiseta.
La habitacion empezo a dar vueltas.
La senora Perez habia dicho que la cicatriz de su hijo estaba en el brazo derecho. Pero entonces yo le habria golpeado con la mano derecha, ergo le habria dado en el hombro izquierdo. Pero yo no hacia eso. Yo le pegaba con la mano izquierda… en el hombro derecho.
Ahora tenia la prueba.
La cicatriz de Gil Perez estaba en el brazo izquierdo.
La senora Perez habia mentido.
Y ahora debia preguntarme por que.
Capitulo 7
Aquella manana llegue temprano a mi despacho. En media hora tendria a Chamique Johnson, la victima, en el estrado. Estaba repasando las notas, pero cuando dieron las nueve ya habia terminado. Asi que llame al detective York.
– La senora Perez mintio -dije.
Escucho mis explicaciones.
– Mintio -repitio York en cuanto termine de hablar-. ?No cree que sea un poco fuerte?
– ?Como lo llamaria usted?
– ?Que se equivoco?
– ?Se equivoco confundiendo el brazo en el que su hijo tenia la cicatriz?
– Pues si, por que no. Ya sabia que no era el. Es natural.
No me lo tragaba.
– ?Han descubierto algo nuevo?
– Creemos que Santiago estaba viviendo en Nueva Jersey.
– ?Tiene su direccion?