Cuando termine, me levante y fui hacia el ultimo reservado a mi derecha. EJ Jenrette estaba sentado a la mesa. Tenia un vaso de algo que parecia whisky delante de el. Rodeaba el vaso con ambas manos, como si intentara protegerlo. Tenia los ojos clavados en el liquido.

No levanto la cabeza cuando me sente frente a el. Si estaba preocupado por mi tardanza -vaya, si es que la habia notado-lo disimulaba muy bien.

– ?Queria verme? -pregunte.

EJ asintio. Era un hombreton de tipo atletico, con una camiseta de diseno que parecia estrangularle el cuello. Espere.

– Usted tiene una hija -dijo.

Espere.

– ?Que haria para protegerla?

– De entrada, nunca la dejaria ir a una fiesta en la fraternidad de su hijo.

Levanto la cabeza.

– No tiene gracia.

– ?Hemos terminado?

Dio un buen trago a su bebida.

– Le dare a la chica cien mil dolares -dijo Jenrette-. Donare a la asociacion benefica de su esposa otros cien mil.

– Estupendo. ?Quiere extender los cheques ahora?

– ?Retirara los cargos?

– No.

Me miro a los ojos.

– Es mi hijo. ?De verdad quiere usted que pase los proximos diez anos en la carcel?

– Si. Pero sera el juez quien decida la sentencia.

– Solo es un chico. Como mucho, se dejo llevar.

– Tiene una hija, ?no, senor Jenrette?

El senor Jenrette miro su bebida.

– Si un par de chicos negros de Irvington la cogieran, la metieran en una habitacion y le hicieran esas cosas, ?le gustaria que el asunto se escondiera debajo de la alfombra?

– Mi hija no es stripper.

– No, senor, no lo es. Tiene todos los privilegios en la vida. Todas las ventajas. ?Para que iba a desnudarse?

– Hagame un favor -dijo-. No me venga con esos rollos socioeconomicos. ?Esta diciendo que porque era pobre no tenia otra salida que dedicarse a la prostitucion? Por favor. Es un insulto para las personas desfavorecidas que han trabajado para salir del gueto.

Arquee las cejas.

– ?El gueto?

No dijo nada.

– Vive en Short Hills, ?no, senor Jenrette?

– ?Y?

– Digame -dije-: ?cuantas de sus vecinas eligen desnudarse o, como dice usted, prostituirse?

– No lo se.

– Lo que Chamique Johnson haga o no haga es totalmente irrelevante respecto a que la hayan violado. Eso no lo decidimos nosotros. Su hijo no decide quien merece ser violado. Pero la verdad es que Chamique se desnudaba porque tenia unas opciones limitadas. Su hija no. -Menee la cabeza-. Ya veo que no lo entiende.

– ?Entender que?

– Que ella se vea obligada a desnudarse y vender su cuerpo no hace menos culpable a Edward. En todo caso, lo hace mas culpable.

– Mi hijo no la violo.

– Para esto tenemos los juicios -dije-. ?Hemos terminado?

Por fin levanto la cabeza.

– Le puedo hacer la vida muy dificil.

– Diria que ya lo esta intentando.

– ?La retirada de fondos? -Se encogio de hombros-. Eso no ha sido nada. Un calentamiento.

Me miro a los ojos y sostuvo la mirada. Habia ido demasiado lejos.

– Adios, senor Jenrette.

Alargo la mano y me cogio el brazo.

– No les condenaran.

– Ya veremos.

– Ha ganado algunos puntos hoy, pero todavia tienen que contrainterrogar a esa puta. No puede explicar por que dio esos nombres. Eso sera su ruina y lo sabe. Escuche mi propuesta. Espere.

– Mi hijo y el chico de los Marantz se declararan culpables de cualquier cargo siempre que no implique ir a la carcel. Cumpliran servicios en la comunidad. Pueden estar en libertad condicional estricta tanto tiempo como le plazca. Me parece justo. A cambio financiare economicamente a esa mujer y me asegurare de que JaneCare recibe fondos. Todos ganamos.

– No -dije.

– ?De verdad cree que esos chicos volveran a hacerlo?

– ?Sinceramente? -dije-. Lo mas seguro es que no.

– Creia que el objetivo de la carcel era la rehabilitacion.

– Si, pero a mi no me interesa tanto la rehabilitacion -replique-. Me interesa la justicia.

– ?Y cree que mandar a mi hijo a la carcel es hacer justicia?

– Si -dije-. Pero se lo repito: para eso estan los juicios y los jurados.

– ?Se ha equivocado alguna vez, senor Copeland?

No dije nada.

– Porque voy a buscar. Buscare hasta que de con ese error que cometio. Y lo utilizare. Tiene secretos, senor Copeland. Ambos lo sabemos. Si sigue con esta caza, voy a sacarlos a la luz para que todo el mundo los vea. -Parecia estar recuperando la confianza y no me gusto-. Como mucho, mi hijo cometio un error. Intentemos encontrar una forma de enmendar lo que hizo sin arruinarle la vida. ?Puede entenderlo?

– No tengo nada mas que decir -respondi.

No me solto el brazo.

– Ultima advertencia, senor Copeland. Hare lo que sea para proteger a mi hijo.

Mire a EJ Jenrette e hice algo que me sorprendio: sonrei.

– ?Que? -pregunto.

– Es bonito -dije.

– ?Que es bonito?

– Que su hijo tenga tantas personas luchando por el -dije-. En la sala tambien. Edward tiene a mucha gente a su lado.

– Le queremos.

– Es bonito -repeti y me solte-. Pero cuando veo a todas esas personas sentadas detras de su hijo, ?sabe lo que no puedo evitar notar?

– ?Que?

– Que Chamique Johnson no tiene a nadie sentado detras de ella -dije.

– Me gustaria leeros este fragmento de diario -dijo Lucy Gold. A Lucy le gustaba que los alumnos se sentaran formando un circulo. Ella se colocaba en el centro. Era duro, si, pasear alrededor del «circulo de aprendizaje» como si fuera el luchador malo, pero funcionaba. Al poner a los alumnos en circulo, por grande que este fuera, todos estaban en primera fila. No habia forma de ocultarse.

Lonnie estaba en el aula. Lucy habia pensado en hacerle leer a el el diario para poder dedicarse a estudiar las caras de los alumnos, pero el narrador era una mujer. No sonaria bien. Ademas, el que lo hubiera escrito sabia que Lucy estaria observando las reacciones. Tenia que saberlo. Tenia que estar jugando con ella mentalmente. Asi que Lucy decidio que lo leeria ella y que Lonnie controlara las reacciones. Y por supuesto, Lucy levantaria la cabeza a menudo, haciendo pausas en la lectura, con la esperanza de captar algo.

Sylvia Potter, la pelota, estaba directamente delante de ella. Tenia las manos dobladas y los ojos muy abiertos. Lucy la miro a los ojos y le sonrio. Sylvia se ilumino. A su lado se sentaba Alvin Renfro, un gandul sin remedio. Renfro estaba sentado como tantos otros alumnos, como si no tuviera huesos y fuera a caerse de la silla y convertirse en un charco en el suelo.

– «Esto sucedio cuando yo tenia diecisiete anos -leyo Lucy-. Estaba en un campamento de verano. Trabajaba de MEP, que es un monitor en practicas…»

Mientras seguia leyendo sobre el incidente en el bosque, la narradora y su novio, P, el beso contra el arbol, los gritos en el bosque, Lucy paseaba por el cerrado circulo. Ya habia leido el fragmento al menos una docena de veces, pero ahora, al hacerlo en voz alta, sintio que se le hacia un nudo en la garganta. Notaba las piernas flojas. Lanzo una mirada a Lonnie. El tambien habia notado algo en su tono y la observaba. Ella le miro como diciendo «se supone que debes observarlos a ellos, no a mi», y se volvio enseguida.

Al terminar, Lucy animo a los alumnos a hacer comentarios. Esta peticion casi siempre seguia la misma rutina. Los alumnos sabian que el autor estaba alli, en aquella aula, pero como la unica manera de construirte a ti mismo es hundiendo a los demas, se lanzaban a destriparlo con furia. Levantaban la mano y empezaban siempre con alguna clase de negacion, como «?Soy solo yo o…?» o «Podria equivocarme, pero…» y a continuacion:

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