– ?Como?

Lonnie mantuvo la cabeza baja. El vacilon seguro de si mismo habia desaparecido. Lucy se sintio mal por el. No le gustaba lo que le obligaba a hacer. A ella tampoco le hacia gracia. Pero no tenia mas remedio. Se habia esforzado mucho por ocultar su pasado. Se habia cambiado el nombre. No habia permitido que Paul la encontrara. Se habia deshecho de sus cabellos rubios naturales. A ver, ?cuantas mujeres de su edad tenian los cabellos rubios naturales? Y ahora llevaba ese color castano anodino.

– De acuerdo -dijo-. ?Estaras aqui cuando vuelva?

El asintio. Lucy bajo la escalera hacia su coche.

En la tele parece muy facil obtener una nueva identidad. Puede que lo fuera, pero para Lucy no habia sido asi. Era un proceso lento. Habia empezado por cambiarse el apellido Silverstein por Gold. Plata por oro. Inteligente, ?verdad? No lo creia, pero a ella le gustaba, le daba la sensacion de mantener un vinculo con el padre al que tanto queria.

Se habia movido por todo el pais. El campamento no existia desde hacia tiempo. Lo mismo que los bienes de su padre. Y al final, tambien su padre habia desaparecido practicamente.

Lo que quedaba de Ira Silverstein se alojaba en una casa de convalecencia a quince kilometros del campus de la Universidad de Reston. Condujo y disfruto de ese rato a solas. Escucho a Tom Waits cantando que esperaba no volver a enamorarse, pero por supuesto si se enamoraba. Dejo el coche en el aparcamiento. La casa, una mansion reformada que ocupaba una gran extension de terreno, era mas agradable que la mayoria. Practicamente todo el sueldo de Lucy iba a parar alli.

Aparco junto al viejo coche de su padre, un oxidado Volkswagen Escarabajo amarillo. El Escarabajo estaba siempre en el mismo sitio. Dudaba de que se hubiera movido de alli en el ultimo ano. Aqui su padre tenia libertad. Podia marcharse siempre que quisiera. Podia ingresar o salir. Pero lo triste era que casi nunca salia de la habitacion. Las pegatinas izquierdistas que adornaban el vehiculo estaban descoloridas. Lucy tenia una copia de la llave del Volkswagen y de vez en cuando lo ponia en marcha, para que la bateria no se gastara. Solo sentarse en el coche y hacer eso le traia recuerdos. Veia a Ira conduciendolo, con su gran barba, las ventanas abiertas, la sonrisa, el saludo y el bocinazo a todos los que pasaban.

Nunca habia tenido el valor de sacarlo a dar una vuelta.

Lucy se presento en recepcion. Era una residencia muy especializada, para personas mayores con historial de drogas y problemas mentales. Eso parecia incluir un amplio abanico de situaciones, desde los que parecian totalmente «normales» hasta los que podrian aparecer como extras en Alguien volo sobre el nido del cuco.

Ira era un poco de las dos cosas.

Lucy se detuvo en el umbral. Ira estaba de espaldas a ella.

Llevaba el consabido poncho de alpaca. Sus cabellos grises salian disparados en todas direcciones. «Let's Live for Today» de The Grass Roots, un clasico de 1967, sonaba en lo que su padre todavia denominaba un «equipo de alta fidelidad». Lucy escucho a Rob Grill, el vocalista, contando «1, 2, 3, 4» antes de que el grupo se lanzara a otro «sha-la-la-la, let's live for today». Cerro los ojos y canto en silencio.

Absolutamente genial.

En la habitacion habia cuentas y tapices y un poster de «Where Have All the Flowers Gone». Lucy sonrio, pero con poca alegria. Una cosa era la nostalgia, y otra una mente deteriorada.

La demencia precoz se habia infiltrado, por la edad o por el consumo de drogas -no se podia asegurar-, y se habia quedado. Ira siempre habia estado mentalmente ausente y siempre habia vivido en el pasado, por eso era tan dificil determinar el avance de la decadencia. Eso era lo que decian los medicos. Pero Lucy sabia que el punto inicial, el empujon cuesta abajo, se habia producido ese verano. Ira cargo con gran parte de la culpa por lo que paso en el bosque. Era su campamento. Deberia haber hecho mas para proteger a los campistas.

Los medios se le echaron encima, pero no con tanta furia como las familias. Era demasiado buena persona para aguantarlo. Aquello le destrozo.

Ahora Ira apenas salia de la habitacion. Su mente rebotaba de una decada a otra, pero esta -la de los sesenta- era la unica en la que se sentia comodo. La mitad del tiempo creia que todavia estaba en 1968. Otras veces se daba cuenta de la verdad -se le notaba en la expresion-, pero era incapaz de enfrentarse a ella. Asi que, como parte de la nueva «terapia de validacion», sus medicos le permitian tener la habitacion en 1968, aposta.

El medico habia explicado que esta clase de demencia no mejoraba con la edad, de modo que era preferible que el paciente se sintiera lo mas feliz y tranquilo posible, aunque eso representara vivir en una especie de mentira. En resumen, Ira queria vivir en 1968. Alli era donde se sentia mas feliz. ?Para que amargarle la vida?

– Hola, Ira.

Ira, quien nunca habia querido que le llamara «papa», se volvio hacia la voz de Lucy con la lentitud provocada por la medicacion. Levanto la mano, como si estuviera bajo el agua, y la saludo.

– Hola, Luce.

Lucy se sacudio las lagrimas. Siempre la reconocia, siempre sabia quien era. Si vivir en 1968 y el hecho de que su hija no hubiera nacido en esa fecha parecia entrar en contradiccion es porque asi era. Pero eso nunca hacia tambalear la ilusion de Ira.

Su padre le sonrio. Siempre habia tenido un gran corazon; era demasiado generoso, demasiado infantil e ingenuo para un mundo tan cruel. Ella se referia a el como un «ex hippie» pero eso implicaba que en un cierto punto Ira habia dejado de ser hippie. Mucho despues de que todos abandonaran las camisas tenidas y las flores y las cuentas, cuando ya todos se habian cortado los cabellos y se habian afeitado la barba, Ira se mantuvo fiel a la causa.

Durante la magnifica infancia de Lucy, Ira nunca le habia levantado la voz. Apenas ponia filtros ni limites, porque queria que su hija viera y experimentara todo, incluso cuando seguramente era inapropiado. Curiosamente, esa falta de censura habia hecho que su unica hija, Lucy Silverstein, fuera mas virtuosa de lo normal en su epoca.

– Como me alegro de verte… -dijo Ira, tropezando al acercarse a ella.

Ella avanzo y le abrazo. Su padre olia a viejo y a sudor. El poncho necesitaba pasar por la lavadora.

– ?Como te encuentras, Ira?

– Muy bien. Nunca he estado mejor.

El abrio un frasco y tomo una vitamina. Ira hacia eso a menudo. A pesar de sus ideas anticapitalistas, su padre habia amasado una pequena fortuna con las vitaminas a principios de los setenta. Lo cobro todo y compro aquella propiedad en la frontera de Pensilvania y Nueva Jersey. Durante un tiempo fundo una comuna. Pero no duro mucho y lo convirtio en un campamento de verano.

– ?Estas bien? -pregunto ella.

– Mejor que nunca, Luce.

Y se echo a llorar. Lucy se sento a su lado y le cogio la mano. El lloro, despues se rio, y volvio a llorar. No dejo de repetir cuanto la queria.

– Lo eres todo para mi, Luce -dijo-. Te veo… y veo todo lo que eres. Me entiendes, ?verdad?

– Yo tambien te quiero, Ira.

– ?Lo ves? A eso me refiero. Soy el hombre mas rico del mundo.

Y se echo a llorar otra vez.

No podia quedarse mucho rato. Tenia que volver al despacho y ver si Lonnie habia descubierto algo. Ira apoyaba la cabeza en su hombro. La caspa y el olor empezaban a afectarla. Cuando aparecio una enfermera, Lucy aprovecho la interrupcion para separarse de el. Se odio a si misma por hacerlo.

– Volvere la semana que viene, ?de acuerdo?

Ira asintio, y sonreia cuando ella se marcho.

En el pasillo la esperaba la enfermera. Lucy habia olvidado su nombre.

– ?Como ha estado estos dias? -pregunto Lucy.

Normalmente era una pregunta retorica. Esos pacientes estaban todos mal, pero sus familias no querian oirlo. Normalmente la enfermera habria dicho: «Oh, todo va bien».

Pero esta vez dijo:

– Ultimamente su padre ha estado mas agitado.

– ?En que sentido?

– Normalmente Ira es el hombre mas amable y tierno del mundo. Pero sus cambios de humor…

– Siempre ha tenido cambios de humor.

– No como estos.

– ?Se ha mostrado desagradable?

– No. No es eso…

– ?Que, pues?

Se encogio de hombros.

– Ha empezado a hablar mucho del pasado.

– Siempre habla de los sesenta.

– No, no tan pasado.

– ?Que, pues?

– Habla de un campamento de verano.

Lucy sintio una opresion en el pecho.

– ?Que dice?

– Dice que era dueno de un campamento de verano. Y entonces desvaria. Empieza a hablar de sangre, del bosque y de las tinieblas, cosas asi. Despues se cierra en banda. Es estremecedor. Antes de la semana pasada, no le habia oido decir ni una palabra de un campamento, y mucho menos de que poseyera uno. Aunque por supuesto, la mente de Ira no es muy estable. Puede que se lo este imaginando todo.

Lo dijo como una pregunta, pero Lucy no contesto. En el extremo del pasillo, otra enfermera grito:

– Rebecca.

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