Perez tomo otro sorbo. Le temblaban las manos. Su cara mostraba arrugas de preocupacion. Insisti.

– La cuestion ahora es que pasara cuando demostremos que es su hijo. Yo creo que usted y su esposa intentaran mostrarse sorprendidos, diran tonterias como «no teniamos ni idea». Pero no se sostendra. Habran quedado como unos mentirosos. Mis hombres empezaran a investigar de verdad. Revisaremos todos los registros telefonicos, todas las cuentas bancarias, llamaremos a las puertas, preguntaremos a sus amigos y vecinos sobre ustedes, preguntaremos por sus hijos…

– No meta a mis hijos en esto…

– No es posible -dije.

– No hay derecho.

– A lo que no hay derecho es a que mienta sobre su hijo.

Meneo la cabeza.

– Usted no lo entiende.

– Una mierda no lo entiendo. Mi hermana tambien estaba en el bosque aquella noche.

Se le llenaron los ojos de lagrimas.

– Ire a por usted, a por su esposa y sus hijos. Indagare e indagare y le aseguro que descubrire algo.

Miro fijamente la cerveza. Las lagrimas empezaron a resbalarle por la cara. No se las seco.

– Mierda -dijo.

– ?Que paso, senor Perez?

– Nada.

Bajo la cabeza. Me acerque para que mi cara quedara junto a la suya.

– ?Mato su hijo a mi hermana?

Levanto la cabeza y sus ojos me miraron como si buscaran en mi cara alguna clase de consuelo que nunca encontraria. Me mantuve firme.

– No quiero volver a hablar con usted -dijo Perez.

– ?La mato? ?Es eso lo que intentan ocultar?

– No intentamos ocultar nada.

– No hago amenazas vacias, senor Perez. Ire a por usted. Ire a por sus hijos.

Su mano se movio con tanta rapidez que no tuve tiempo de reaccionar. Me agarro las solapas con ambas manos y me acerco a el. Tenia veinte anos mas que yo o mas, pero senti su fortaleza. Me recupere enseguida y, recordando algun movimiento de artes marciales que habia aprendido de pequeno, le golpee los antebrazos.

Me solto, no se si a causa de mi golpe o porque lo habia decidido asi. Pero me solto. Se mantuvo firme y yo tambien. El camarero nos estaba mirando.

– ?Necesita ayuda, senor Perez? -pregunto.

Yo ya volvia a tener la placa en la mano.

– ?Esta declarando todas las propinas a Hacienda?

Se retiro. Todo el mundo miente. Todo el mundo tiene algo que prefiere que no se sepa. Todo el mundo se salta leyes y tiene secretos.

Perez y yo nos miramos fijamente. Despues el dijo:

– Se lo voy a poner facil.

Espere.

– Si va a por mis hijos, yo ire a por los suyos.

Senti que se me encendia la sangre.

– ?Que cono significa esto?

– Significa que me importa una mierda la placa que tenga. No se amenaza a nadie con ir a por sus hijos.

Salio del local. Pense en aquellas palabras. No me gustaron. Cogi el movil y llame a Muse.

– Averigua todo lo que puedas de los Perez -dije.

Capitulo 25

Por fin Greta me devolvio la llamada.

Todavia estaba en el coche, volviendo a casa, y me hice un lio buscando el maldito «manos libres» para que no pillaran al fiscal del condado de Essex saltandose la ley.

– ?Donde estas? -pregunto Greta.

Note que habia llorado.

– Voy camino de casa.

– ?Te parece bien que pase a verte?

– Por supuesto. Antes te he llamado…

– Estaba en el juzgado.

– ?Bob ha pagado la fianza?

– Si. Esta arriba acostando a Madison.

– ?Te ha dicho…?

– ?A que hora estaras en casa?

– Dentro de quince minutos, veinte como maximo.

– Quedamos dentro de una hora, ?de acuerdo?

Greta colgo antes de que pudiera contestarle.

Cara todavia estaba levantada cuando llegue a casa. Me alegre de verla. La acoste y jugamos a su juego favorito, llamado «Fantasma». Fantasma es una mezcla del escondite y el pilla pilla. Una persona se esconde. Cuando la encuentran, intenta atrapar al descubridor antes de que este llegue a la base. Lo que hacia aun mas tonta nuestra version del juego era que lo jugabamos en su cama. Esto limitaba de forma importante los escondites y las posibilidades de alcanzar la base. Cara se tapaba con las mantas y yo fingia que no lograba encontrarla. Despues ella cerraba los ojos y yo escondia la cabeza bajo la almohada.

Ella era tan buena fingiendo como yo. A veces me escondia colocando la cara justo frente a la de ella, de modo que me viera en cuanto abriera los ojos. Nos reiamos los dos, como ninos, claro. Era un juego tonto, y Cara pronto seria demasiado mayor para jugar a eso y no me apetecia nada.

Cuando llego Greta y abrio la puerta con la llave que le habia dado hacia anos, yo estaba tan perdido en el mundo de mi hija que casi me habia olvidado de todo: jovenes violadores, chicas que desaparecian en el bosque, asesinos en serie que degollaban, cunados que traicionaban tu confianza, padres de luto que amenazaban a ninas pequenas. Pero el sonido de la puerta me devolvio a la realidad.

– Tengo que irme -dije a Cara.

– Una vez mas -suplico.

– Ha venido tu tia Greta. Necesito hablar con ella, ?entendido?

– ?Una mas? Por favor.

Los ninos siempre piden una vez mas. Y, si te rindes, volveran a pedirlo y a pedirlo. Una vez te rindes, no cesaran nunca. Siempre pediran una vez mas. Asi que dije:

– Vale, una vez mas.

Cara sonrio y se escondio y yo la encontre y ella me persiguio y despues dije que tenia que irme y ella suplico que jugaramos una vez mas, pero yo soy una persona coherente, asi que la bese en la mejilla y la deje suplicando y casi llorando.

Greta esperaba al pie de la escalera. No estaba palida. Tenia los ojos secos. Su boca era una linea fina que acentuaba sus ya demasiado prominentes mejillas.

– ?Bob no ha venido? -pregunte.

– Esta con Madison. Y esta esperando al abogado.

– ?A quien ha contratado?

– A Hester Crimstein.

La conocia, y era muy buena.

Baje la escalera. Normalmente la besaba en la mejilla, pero ese dia no lo hice. No estaba seguro de que debia hacer exactamente. Tampoco sabia que decir. Greta fue hacia el estudio. La segui. Nos sentamos en el sofa y le cogi las manos. La mire a la cara, a esa cara vulgar y, como siempre, vi a un angel. Adoraba a Greta. En serio. Se me rompia el corazon por ella.

– ?Que esta pasando? -pregunte.

– Tienes que ayudar a Bob -dijo. Y despues anadio-: Tienes que ayudarnos.

– Hare todo lo que pueda. Ya lo sabes.

Tenia las manos heladas. Bajo la cabeza y despues me miro a los ojos.

– Tienes que decir que nos prestaste el dinero -dijo Greta en un tono monotono-. Que tu lo sabias. Y que estabamos de acuerdo en devolvertelo con intereses.

Me quede clavado.

– ?Paul?

– ?Quieres que mienta?

– Acabas de decir que harias todo lo que pudieras.

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