– Pero…
– Por favor -dijo, y su tono era de suplica-. Dejame sola, por favor. Manana. Empezaremos de nuevo manana.
Capitulo 40
La doctora Tara O'Neill casi nunca dormia mas de cuatro o cinco horas. No necesitaba mas. A las seis de la manana, con la primera luz del alba, volvia a estar en el bosque. Le encantaba ese bosque, de hecho le encantaban todos los bosques. Habia estudiado medicina en la ciudad, en la Universidad de Pensilvania, en Filadelfia. Todos creian que se lo pasaria de maravilla. Eres una chica tan atractiva, decian. La ciudad es tan viva, hay tanta gente, suceden tantas cosas.
Pero durante los anos pasados en Filadelfia, O'Neill habia vuelto a casa todos los fines de semana. Finalmente se presento para el puesto de forense y gano un dinero extra trabajando de patologa en Wilkes Barre. Intento descubrir su propia filosofia de vida y recordo algo que habia oido una vez a una estrella de rock en una entrevista -creia que Eric Clapton-: que no era un gran fan de las personas. Ella tampoco lo era. Preferia estar sola, por mal que sonara. Le gustaba leer y ver peliculas sin comentarios ajenos. No soportaba a los hombres, con sus egos, su constante fanfarroneo y sus terribles inseguridades. No queria un companero en la vida.
En un bosque como este se sentia plenamente realizada.
O'Neill llevaba su caja de herramientas, pero de todos los aparatitos que el contribuyente pagaba, el que le parecia mas util era el mas sencillo: un colador. Era practicamente igual al que tenia en su cocina. Lo saco y empezo a trabajar con la tierra.
El trabajo del colador era encontrar dientes y huesecillos.
Era un trabajo pesado, muy parecido al que habia hecho en un yacimiento arqueologico en su ultimo ano de instituto. Habia trabajado en las Badlands de Dakota del Sur, una zona conocida como Big Pig Dig porque, originalmente, habian hallado alli un
Trabajo en este lugar de enterramiento con la misma paciencia, en una tarea que la mayoria consideraria mortalmente tediosa. Pero Tara O'Neill se lo paso en grande.
Una hora despues, encontro el hueso minusculo. El pulso de O'Neill se acelero. Se esperaba algo como esto, pues era consciente de esta posibilidad desde que habia realizado los rayos X de osificacion. Aun asi, encontrar el eslabon perdido…
– Dios mio…
Lo dijo en voz alta, y sus palabras resonaron en el silencio del bosque. No podia creerlo, pero la prueba estaba alli, en la palma de su mano enguantada. Era el hueso hioides.
Al menos la mitad. Muy calcificado, incluso quebradizo. Volvio a buscar, tamizando lo mas rapidamente que podia. No tardo mucho. Cinco minutos despues, O'Neill encontro la otra mitad. Levanto ambas piezas.
Incluso despues de tantos anos, los fragmentos de hueso encajaban como un rompecabezas.
La cara de Tara O'Neill se ilumino con una sonrisa beatifica. Por un momento, miro su trabajo manual y sacudio la cabeza impresionada.
Saco el movil. No habia cobertura. Camino rapidamente un kilometro hasta que encontro senal y marco el numero del sheriff Lowell. El contesto al segundo timbre.
– ?Es usted, doctora?
– Si.
– ?Donde esta?
– En el lugar del enterramiento -dijo ella.
– Parece emocionada.
– Lo estoy.
– ?Porque?
– He encontrado algo en la tierra -dijo Tara O'Neill.
– ?Y?
– Y cambia todo lo que pensabamos del caso.
Uno de los tipicos pitidos que se oyen en los hospitales me desperto. Me desperece lentamente, parpadee antes de abrir los ojos y vi a la senora Perez sentada junto a la cama.
Habia acercado la silla a mi cama. Tenia el bolso sobre el regazo. Sus rodillas se tocaban. Mantenia la espalda recta. La mire a los ojos y vi que habia llorado.
– He oido lo del senor Silverstein -dijo.
Espere.
– Y tambien he oido que habian encontrado huesos en el bosque.
Senti la boca seca. Mire a mi derecha. El tipico jarron de plastico amarillo oscuro de los hospitales, especialmente disenado para que el agua sepa fatal, estaba sobre la mesilla. Iba a cogerlo, pero la senora Perez se levanto antes de que yo pudiera levantar la mano. Me sirvio el agua en un vaso y me lo acerco.
– ?Quiere sentarse? -pregunto la senora Perez.
– Me parece una buena idea.
Apreto el mando a distancia y mi espalda fue levantandose hasta que quede sentado.
– ?Esta bien asi?
– Esta bien -dije.
Ella volvio a sentarse.
– No lo dejara estar -dijo.
No me tome la molestia de contestar.
– Dicen que el senor Silverstein mato a mi Gil. ?Cree que es cierto?
«Mi Gil.» O sea que se habia acabado el fingimiento. No mas esconderse detras de una mentira o de una hija. No mas hipotesis.
– Si.
Asintio.
– A veces pienso que Gil si murio en aquel bosque. Asi es como deberia haber sido. El tiempo despues de aquello fue prestado. Cuando aquel policia me llamo el otro dia, ya lo sabia. Lo habia estado esperando. Una parte de Gil no se escapo de aquel bosque.
– Digame que paso -dije.
– Crei que lo sabia. Todos estos anos. Pero quiza nunca supe la verdad. Puede que Gil me mintiera.
– Digame lo que sepa.
– Usted estuvo en el campamento aquel verano. Conocio a mi Gil.
– Si.
– Y conocio a la chica. A Margot Green.
Le dije que la conocia.
– Gil se enamoro locamente de ella. Era un chico pobre. Viviamos en una zona marginada de Irvington. El senor Silverstein tenia un programa para que pudieran asistir hijos de trabajadores. Yo trabajaba en la lavanderia. Ya lo sabe.
Lo sabia.
– Su madre me caia muy simpatica. Era muy inteligente. Hablabamos mucho. Sobre todos los temas. De libros, de la vida, de nuestras desilusiones. Natasha era lo que nosotros llamamos un alma vieja. Era tan hermosa, pero era fragil. ?Lo entiende?
– Creo que si.
– En fin, Gil se enamoro como un loco de Margot Green. Era comprensible. Ella era practicamente una modelo de revista a sus ojos. Los hombres son asi. Les mueve la lujuria. Mi Gil no era distinto. Pero ella le rompio el corazon. Esto tambien es habitual. Lo normal habria sido que sufriera unas semanas y despues la olvidara. Probablemente lo hubiera hecho.
Callo.
– ?Y que paso? -pregunte.
– Wayne Steubens.
– ?Que pasa con el?
– Le susurro cosas a Gil. Le dijo que no debia dejar que Margot se saliera con la suya. Apelo al machismo de Gil. Dijo que Margot se reia de el. Que tenia que pagarle con la misma moneda. Wayne Steubens le calento la cabeza. Y al poco tiempo, no se cuanto, Gil acepto.
Hice una mueca.
– ?Y la degollaron?
– No. Pero Margot se habia pavoneado por todo el campamento. Querian que se acordara de esto.
Wayne lo habia dicho. Era una calientabraguetas.
– Habia muchos chicos que querian darle una leccion. Mi hijo, por supuesto. Doug Billingham tambien. Y tal vez tu hermana. Ella estaba alli, aunque puede que Doug la convenciera para participar. No es importante.
Una enfermera abrio la puerta.
– Ahora no -dije.