Baedecker tardo cuarenta y cinco minutos en llegar a la cima. Ni una sola vez se sintio agitado o cansado. No encontro una caverna.

La vista desde la cima era la mas hermosa que habia presenciado en la Tierra. Las montanas de las Colinas Negras llenaban el sur, y algunos picos nevados se elevaban sobre pliegues boscosos. Una sucesion de ligeros cumulos avanzaba de oeste a este, recordando a Baedecker los rebanos de ovejas que el y Maggie habian visto desde la meseta del Uncompahgre. Al norte, las llanuras se extendian en ondulaciones marrones y verdes hasta fundirse con la bruma de la distancia.

Baedecker hallo una silla natural formada por dos pequenas rocas y un tronco caido. Se acomodo alli y cerro los ojos, sintiendo el sol en los parpados. La grata sensacion de estomago vacio se le difundio por el cuerpo y la mente. En ese momento no iba a ninguna parte, no planeaba nada, no pensaba en nada, no queria nada. El sol era muy tibio, pero pronto esa tibieza fue algo distante, e incluso ella desaparecio.

Baedecker durmio. Y al dormir sono.

Su padre lo sostenia, ensenandole a nadar, pero no estaban en North Avenue Beach, en el lago Michigan, sino en la cima del Monte del Oso, y la luz era muy extrana, tenue y parda y muy matizada, nitida como el relampago que habia iluminado a los espectadores del parque de Glen Oak, congelandolos en el tiempo, preservando el instante en un centelleo estroboscopico de luz silenciosa.

No habia lago en el Monte del Oso, pero Baedecker noto que el aire era denso como el agua, y su padre lo sostenia horizontal, un brazo bajo el pecho de Baedecker, otro bajo las piernas, y decia: «Tienes que relajarte, Richard. No temas bajar la cara. Conten el aliento un segundo. Flotaras. Y si no flotas, estoy aqui para sostenerte.»

Baedecker bajo la cara obedientemente. Pero primero miro al padre, miro ese rostro familiar, la boca que reconoceria siempre, las arrugas que rodeaban la boca, los ojos oscuros y el pelo oscuro que el no habia heredado, la media sonrisa que si habia heredado. Miro a su padre, con su abolsado traje de bano, el bronceado que terminaba en la parte superior de los brazos, la pequena barriga, el palido pecho que empezaba a curvarse en el centro con el paso de los anos. Baedecker obediente, bajo la cara, pero primero, como antes, alzo la cara hacia el hueco del cuello de su padre, oliendo ese aroma a jabon y tabaco, sintiendo la aspereza de la barba crecida, y luego, como nunca habia hecho, alzo ambos brazos y estrecho al padre, acercando su mejilla a la mejilla del padre, lo estrecho con fuerza y se sintio estrechado.

Luego bajo la cara y contuvo el aliento, tendiendo los brazos, estirando las piernas, sosteniendo el cuerpo en un solo plano, tieso pero relajado. Y floto.

– ?Ves que facil es? -dijo su padre-. Continua. Yo te sostendre si tienes problemas.

Baedecker floto a mayor altura, elevandose sobre la roca y los pinos del monte, flotando sin esfuerzo sobre suaves corrientes, y cuando miro hacia abajo su padre se habia ido. Baedecker solto el aire, inhalo, movio con calma los brazos y las piernas, y nado hacia el sur con brazadas largas y firmes. Las corrientes eran mas calidas a mayor altura. Paso entre dos cumulos de fondo plano y continuo, sin necesidad de descansar. Se elevo mas, viendo que la montana se encogia debajo hasta ser solo un dibujo oscuro entre las nubes, indiscernible de la geometria de las llanuras, bosques, rios y demas montanas. Cuando las corrientes se volvieron mas fuertes y frias, Baedecker se detuvo para hollar el aire denso con agiles movimientos de los brazos y las piernas. La maravillosa luz le permitia ver con mucha claridad. La larga y gracil curva del horizonte del sur y el este no presentaba obstaculos a la vision.

Baedecker vio el transbordador espacial apoyado en la rampa, sin los andamiajes, y el Atlantico detras. Todos los espectadores estaban de pie, muchos con los brazos alzados, mientras los cohetes escupian llamas brillantes y el vehiculo ascendia, al principio despacio sobre una columna de fuego claro, luego deprisa, arqueandose como una enorme flecha blanca disparada desde el arco de la tierra, girando mientras trepaba, lanzando llamas que se dividian en largas columnas y volutas de humo fragante. Baedecker observo el ascenso de la nave blanca hasta que se alejo de el, cayendo confiadamente en una lejana curva de mar y aire, y luego se volvio y encontro a Scott en la multitud de espectadores, lo encontro facilmente, y vio que Scott tambien alzaba los brazos, cerrando los punos, abriendo la boca en la misma y callada plegaria que ofrecian los demas mientras impulsaban la blanca flecha de la nave espacial en su camino, y Baedecker vio las lagrimas en la cara feliz del hijo.

Se elevo mas. Sentia la mordedura del frio, pero la ignoro, esforzandose por superar las mareas y presiones que procuraban arrastrarlo hacia abajo. Y de pronto no necesito mas esfuerzo. Baedecker subio revoloteando, viendo de nuevo el planeta como la esfera blanca y azul que era, rodeado de terciopelo negro, tan pequeno y bello como para rodearlo con los brazos. Cerca, tentadoramente cerca, se encontraba la gran curva irregular de su otro mundo, blanco y gris. Pero aun mientras giraba disponiendose a atravesar la corta distancia restante, supo que esto le estaba negado. No, no negado, pues una vez se le habia concedido. Solo estaba negado el retorno. Pero luego, como recompensa, floto sobre los familiares picos blancos y los crateres sombrios, y pudo ver con mayor claridad que antes.

Vio los aparatos dorados y plateados que habian dejado el y su amigo, metal muerto, ya inservible. Anos de dias torridos y noches gelidas habian extinguido su infimo calor y su obtusa actividad. Pero tambien vio las cosas mas importantes que ambos habian dejado, no la bandera caida ni las maquinas polvorientas, sino sus huellas, profundas y marcadas como cuando se habian ido, y algunos objetos que recibian la luz del sol naciente: una pequena fotografia, una hebilla frente a la Tierra en cuarto creciente.

Y antes de regresar, tiritando, Baedecker vio algo mas. En el limite entre luz y oscuridad, donde afiladas sombras negras abrian agujeros en el tenue claro de Tierra, Baedecker vio las luces. Hileras de luces. Circulos de luces. Luces de ciudades, carreteras, canteras y comunidades, algunas dentro de excavaciones, otras extendiendose orgullosamente sobre el oscuro mare y las tierras altas, esperando tenazmente el alba.

Y luego Baedecker regreso. Se detuvo varias veces, braceando para mantenerse en su sitio, pero permitiendo que el gran tiron de la Tierra lo arrastrase suave e inexorablemente. Solo al final, conteniendo el aliento, flotando encima del monte y viendo la camioneta azul que se detenia, viendo a la joven que salia y echaba a correr sendero arriba, solo entonces acepto plenamente el tiron de la Tierra, y vio con nitidez que era algo mas que la obtusa llamada de la materia a la materia. Al comprenderlo, Baedecker sintio esa energia dentro de si mismo, atravesandolo y brotando de el, eslabonando personas y cosas.

Aun mientras revoloteaba sintio el retorno de la tibieza del sol en la cara, supo que dormia, oyo la voz familiar que lo llamaba desde lejos, y supo que en un segundo despertaria, se levantaria y responderia a la llamada de Maggie. Pero por unos segundos se contento con quedarse alli, ni libre ni sujeto a la Tierra, esperando, sabiendo que habia mucho que aprender, feliz de estar esperando, ansiando ese aprendizaje.

Luego toco la montana, sonrio y abrio los ojos.

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