– Vi a Jill y a Brian en la fiesta de la facultad de las navidades pasadas, pero no nos tratabamos. Quiza deberias hablar con Richard -sugirio-. Trabajaban en el mismo laboratorio.

– Richard es un gilipollas.

– Se porto muy bien con Sibyl.

– Sibyl sabia cuidarse sola -insistio Lena, aunque las dos sabian que eso no era cierto.

Sibyl era ciega. Richard habia sido sus ojos en el campus, haciendo su vida mucho mas facil.

Nan cambio de tema y dijo:

– Me gustaria que aceptaras parte del dinero del seguro…

– No -la corto Lena.

Sibyl habia suscrito un seguro de vida a traves de la universidad, con doble indemnizacion en caso de muerte accidental. Nan habia sido la beneficiaria, y desde que cobrara el cheque le habia estado ofreciendo la mitad del dinero a Lena.

– Sibyl te lo dejo a ti -le repitio Lena por millonesima vez-. Queria que tu lo tuvieras.

– Ni siquiera hizo testamento -le replico Nan-. No le gustaba pensar en la muerte, por no hablar de hacer planes para cuando ocurriera. Ya sabes como era.

Lena sintio como las lagrimas le humedecian los ojos.

– La unica razon por la que suscribio ese seguro -explico Nan- fue porque la universidad se lo ofrecio gratis con la poliza sanitaria. Y me hizo beneficiaria solo porque…

– … porque queria que tu te quedaras el dinero -acabo la frase Lena, utilizando el dorso de la mano para secarse los ojos. Habia llorado tanto durante el ultimo ano que ya no la avergonzaba hacerlo en publico-. Escucha, Nan, te lo agradezco, pero es tu dinero. Sibyl queria que te lo quedaras.

– No habria querido que trabajaras para Chuck. Le habria parecido horrible.

– A mi tampoco me entusiasma -admitio Lena, aunque a la unica persona a quien se lo habia dicho era a Jill Rosen-. Es solo algo para ir tirando hasta que decida que quiero hacer con mi vida.

– Podrias volver a la universidad.

Lena se rio.

– Soy un poco mayor para volver a estudiar.

– Sibyl siempre decia que preferirias sudar la gota gorda corriendo un maraton en pleno agosto que pasarte diez minutos dentro de un aula con aire acondicionado.

Lena sonrio, y sintio como se aliviaba su dolor cuando su mente evoco la voz de Sibyl diciendo exactamente lo mismo. A veces se producia un chasquido en el cerebro de Lena, y las cosas malas desaparecian y solo quedaba lo bueno.

– Es dificil creer que ha pasado un ano -dijo Nan.

Lena miro por la ventana, pensando en lo curioso que era estar hablando asi con Nan. De no haber sido por Sibyl, Lena se habria mantenido lo mas alejada posible de alguien como Nan Thomas.

– Esta semana he pensado mucho en ella -dijo Lena. Habia visto algo en la cara de Sara Linton mientras subian a su hermana en el helicoptero que le habia afectado mas que ninguna otra cosa en mucho tiempo-. A Sibyl le encantaba esta epoca del ano.

– Le encantaba pasear por el bosque -dijo Nan-. Los viernes siempre procuraba salir del trabajo un poco antes para que pudieramos dar un paseo antes de que anocheciera.

Lena trago saliva, temiendo que, si abria la boca, se le escapara un sollozo.

– De todos modos -dijo Nan, apoyando las palmas planas sobre la mesa al ponerse en pie-, sera mejor que empiece a catalogar algunos libros antes de que vuelva Chuck y me invite a cenar.

Lena tambien se puso en pie.

– ?Por que no le dices simplemente que eres lesbiana?

– ?Para que le de mas morbo? -contesto Nan-. No, gracias.

Lena estuvo de acuerdo. A ella tampoco le habia hecho ninguna gracia imaginarse a Chuck leyendo en el periodico los escabrosos detalles de su agresion.

– Ademas -dijo Nan-, alguien como el diria que la unica razon por la que no quiero salir con el es que soy lesbiana, y que ya se sabe que las lesbianas odian a los hombres. -Nan se inclino hacia delante y le dijo en tono complice-. Cuando la verdad es que no odio a todos los hombres. Solo a el.

Lena nego con la cabeza, y se dijo que, si ese era el criterio, todas las mujeres del campus eran lesbianas.

4

El Hospital Grady era uno de los centros de traumatologia de nivel mas respetados del pais, pero su reputacion entre los habitantes de Atlanta era notoriamente mala. Dirigido por la Autoridad Hospitalaria de Fulton-DeKalb, el Grady era uno de los pocos hospitales publicos de la zona y, a pesar de que albergaba una de las unidades de quemados mas grandes del pais, tenia uno de los programas VIH/sida mas completos de la nacion, y servia como centro regional de tratamiento para bebes y madres de alto riesgo. Si entrabas con el estomago descompuesto o con dolor de oido, era mas que probable que tuvieras que esperar dos horas para ver al medico… eso si tenias suerte.

El Grady era un hospital universitario, y la Universidad Emory, el alma mater de Sara, asi como la Facultad Morehouse, proporcionaban una incesante provision de internos. Las plazas de urgencias eran las mas buscadas por los estudiantes, pues se decia que el Grady era el mejor lugar del pais donde aprender medicina de urgencias. Quince anos atras, Sara habia luchado con unas y dientes para obtener un puesto en el equipo de pediatria, y habia aprendido mas en un ano que muchos medicos durante toda una vida. Cuando se fue de Atlanta para regresar a Grant County, a Sara jamas se le paso por la cabeza que volveria al Grady, sobre todo en esas circunstancias.

– Alguien viene -dijo el hombre que estaba junto a Sara. Todos los que estaban en la sala de espera (al menos treinta personas) levantaron los ojos hacia la enfermera, expectantes.

– ?Senora Linton?

A Sara el corazon le dio un vuelco, y por una fraccion de segundo penso que su madre habia llegado por fin. Se puso en pie, coloco una revista sobre la silla para que no se la quitaran, aunque, en las dos ultimas horas, ella y el anciano que habia a su lado se habian estado guardando el sitio mutuamente.

– ?Ya ha salido del quirofano? -pregunto Sara, incapaz de contener el temblor de la voz.

El cirujano habia calculado una intervencion de al menos cuatro horas, estimacion que a Sara le habia parecido optimista.

– No -le dijo la enfermera, conduciendo a Sara al mostrador de enfermeras-. Tiene una llamada telefonica.

– ?Son mis padres? -pregunto Sara, levantando la voz para hacerse oir.

El pasillo estaba abarrotado de gente; medicos y enfermeras pasaban zumbando con paso decidido mientras procuraban no verse superados por la progresiva cantidad de pacientes que inundaba el centro hospitalario.

– Dice que es agente de policia. -La enfermera le entrego el telefono a Sara y le dijo-: Sea breve. No podemos permitir llamadas privadas en esta linea.

– Gracias.

Sara cogio el telefono, reclinandose contra el mostrador, procurando no molestar.

– ?Jeffrey? -pregunto.

– Hola -dijo el, con una voz en la que habia la misma tension que ella experimentaba. ?Ya ha salido del quirofano?

– No -dijo Sara, recorriendo el pasillo con la mirada en direccion a la sala de cirugia.

Varias veces se le habia ocurrido traspasar la puerta, intentar averiguar que estaba pasando, pero un vigilante apostado en la puerta del quirofano parecia tomarse su trabajo muy en serio.

– ?Sara?

– Estoy aqui.

– ?Que pasa con el bebe? -pregunto Jeffrey.

Вы читаете Temor Frio
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату