– ?Menta Digestiva u Oso Sonoliento?

Lena estuvo a punto de echarse a reir, porque, despues de lo que habia ocurrido, le parecia ridiculo que Nan estuviera en la puerta preguntandole si queria Menta Digestiva u Oso Sonoliento.

Nan sonrio.

– Lo decidire por ti. ?Quieres cambiarte?

Lena aun llevaba el uniforme que le habian dado en la carcel, pues sus ropas habian sido archivadas como pruebas.

– Aun guardo algunas cosas de Sibyl, si las quieres…

Las dos parecieron darse cuenta al mismo tiempo de que ninguna de ellas se sentiria comoda si Lena se ponia la ropa de Sibyl.

– Tengo un pijama que te ira bien -dijo Nan.

Entro en su dormitorio y Lena la siguio. Junto a la cama habia mas fotos de Sibyl y el osito de esta cuando era pequena. Nan la observo.

– ?Que? -pregunto Lena, apretando la boca, procurando que no se le volviera abrir la herida del labio.

Nan se acerco al armario y se puso de puntillas para rebuscar en el estante superior. Saco una pequena caja de madera.

– Esto era de mi padre -dijo Nan, abriendo la caja.

Una pistola mini Glock reposaba dentro del interior de terciopelo, ahuecado con la forma del arma. Al lado habia un cargador lleno.

– ?Que haces con eso? -le pregunto Lena, ansiosa por sacar el arma de la caja solo para sentir su peso.

No tenia una pistola en la mano desde que dimitiera de la policia.

– Mi padre me la regalo despues de la muerte de Sibyl -dijo Nan, y Lena se dio cuenta de que ni siquiera sabia que el padre de Nan estuviera vivo.

– Es policia. Igual que el tuyo.

Lena toco el metal frio, y le gusto el tacto.

– No se utilizarla -dijo Nan-. No soporto las armas.

– Sibyl tambien las detestaba -dijo Lena, aunque seguramente Nan sabia que a Calvin Adams, su padre, lo habian matado de un tiro tras dar el alto a un coche en la carretera.

Nan cerro la caja y se la entrego a Lena.

– Quedatelo si te hace sentir mas segura.

Lena cogio la caja y se la llevo al pecho.

Nan se acerco al tocador y saco un pijama color azul pastel.

– Se que no es tu estilo, pero esta limpio.

– Gracias -dijo Lena, agradeciendo el esfuerzo.

Nan salio y cerro la puerta. Lena sintio deseos de correr el pestillo, pero se dijo que Nan podia oir el ruido y tomarselo a mal. Se sento en la cama y abrio la caja de madera. Paso el dedo por el canon de la pistola, de la misma manera que habia pasado los dedos por la polla de Ethan. Saco la pistola de la caja, y metio el cargador. La fibra de vidrio que llevaba en la izquierda le dificultaba el movimiento, y cuando tiro de la guia para meter una bala en la recamara, la pistola casi le resbalo de la mano.

– Maldita sea -dijo, apretando el gatillo varias veces solo para oir el chasquido.

Por costumbre, Lena saco el cargador antes de volver a poner la pistola en la caja. Con cierta dificultad, consiguio ponerse el pijama azul. Le dolian tanto las piernas que no queria moverlas, pero sabia que el movimiento era la unica manera de combatir el agarrotamiento y el dolor.

Cuando entro en la cocina, Nan estaba sirviendo el te. Sonrio a Lena, esforzandose por no reir, y Lena bajo la mirada al perro azul oscuro de dibujos animados que habia en el bolsillo de la chaqueta.

– Lo siento -se disculpo Nan entre risitas-. Nunca imagine que te pondrias algo asi.

Lena esbozo una sonrisa, y sintio que se le volvia a abrir el labio. Coloco la caja sobre la mesa. La pistola no servia de nada si no podia meter una bala en la recamara, pero tenerla cerca la hacia sentirse segura.

Nan observo la pistola.

– Bueno, te sienta mejor a ti que a mi -dijo.

Lena sintio cierta desazon y decidio dejar las cosas claras.

– No soy homosexual, Nan.

Nan reprimio una sonrisa.

– Y aunque lo fueras, Lena, en el momento de mi vida en que me encuentro ni se me ocurriria pensar que nadie pueda reemplazar a tu hermana.

Lena apreto la silla con las manos; no queria hablar de Sibyl. Sacarla a relucir en ese momento seria como hacerle saber lo que habia pasado. Lena sintio una desgarradora verguenza ante la idea de que Sibyl llegara a enterarse de lo que le habia pasado. Por primera vez, Lena se alegro de que su hermana hubiera muerto.

– Es tarde -afirmo Lena, mirando el reloj de la pared-. Siento haberte metido en esto.

– Oh, no te preocupes -dijo Nan-. No esta mal acostarse despues de medianoche, para variar. Me he acostado a las nueve y media, como una senora, desde que Sibyl…

– Por favor -dijo Lena-. No puedo hablar de ella. No asi.

– Sientate -dijo Nan.

Le echo un brazo por los hombros e intento guiarla hacia la silla, pero Lena no se movio.

– ?Lena?

Lena se mordio el labio, abriendose aun mas el corte. Se paso la punta de la lengua, recordando la manera en que habia lamido el cuello de Ethan.

Sin previo aviso se echo a llorar, y Nan la rodeo con el otro brazo. Se quedaron en la cocina, de pie. Nan la abrazo y la consolo hasta que Lena no pudo llorar mas.

JUEVES

15

Ron Fletcher parecia un diacono en la iglesia. Llevaba el pelo con una perfecta raya a un lado, esculpida con lo que parecia una especie de gomina brillante. Vestia traje, como si se dirigiera a una entrevista de trabajo, aunque Jeffrey le habia dicho por telefono que solo queria hacerle algunas preguntas acerca de Chuck Gaines. Por el olor, Jeffrey dedujo que era fumador. A partir de lo que habia encontrado en la taquilla de la oficina de seguridad, dedujo que la nicotina era la menor de sus adicciones.

– Buenos dias, senor Fletcher -dijo Jeffrey, sentado delante de el, al otro lado de su escritorio.

Fletcher le sonrio de forma rapida y nerviosa y, a continuacion, volvio la cabeza y miro a Frank, que estaba junto a la puerta, como un soldado de guardia.

– Soy el jefe Tolliver -le dijo Jeffrey-. Este es el detective Wallace.

Fletcher asintio, atusandose el pelo. Era el eterno fumador de porros, un hombre de cuarenta anos que no habia superado la adolescencia.

– Hola. ?Como va todo?

– Muy bien -dijo Jeffrey-. Gracias por venir tan temprano.

– Trabajo de noche -contesto Fletcher, hablando lentamente, con esfuerzo, como consecuencia de toda una vida de canutos-. Suelo acostarme a esta hora.

– Bueno -dijo Jeffrey, y le sonrio-, le agradecemos que haya venido.

Se reclino en la silla y dejo la mano sobre la mesa.

Fletcher se volvio y miro de nuevo a Frank, que, cuando queria, sabia intimidar, y el viejo policia irguio los hombros para que Fletcher lo supiera.

Fletcher volvio a mirar a Jeffrey, esbozando la misma sonrisa nerviosa de antes.

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