arrojarlos al estante. Junto al armario se veian varias cajas de zapatos, y casi todas contenian deportivas nuevas y relucientes. Una de ellas contenia un fajo de fotografias y un monton de viejos boletines de notas de Andy. Jeffrey leyo los boletines, que delataban a un joven mucho mas prometedor de lo que habia resultado, y luego le echo un vistazo a las fotos. Jill Rosen y Brian Keller permanecian en la misma postura en todas las fotos, y solo cambiaba el paisaje, montanas rusas y toboganes de agua, el Smithsonian Institute y el Gran Canon. Andy aparecia en escasas fotografias, y Jeffrey se dijo que habia decidido ser el fotografo de la familia.

Al fondo de la caja, aparte, habia un monton de fotos en blanco y negro. Jeffrey las cogio. La goma elastica que las agrupaba era tan vieja que se le rompio en la mano. La primera mostraba a una joven sentada en una mecedora con un bebe en brazos. Llevaba el pelo cortado en forma de casco de futbol americano, y con tanta laca que parecia faltarle poco para morir intoxicada, igual que lo llevaba la madre de Jeffrey cuando el iba al instituto.

En otras fotos la mujer jugaba con el nino, el pelo mas corto a medida que el pequeno crecia. En total habia diez fotos, y acababan cuando el nino tenia unos tres anos. Jeffrey se quedo mirando la ultima fotografia, en la que se veia a la mujer en la mecedora, sola. Miraba a la camara, y habia algo que a Jeffrey le resultaba familiar en la forma de la cara y en las largas pestanas.

Jeffrey giro la foto y leyo la fecha, intentando encajar las piezas. Volvio a mirar a la mujer, preguntandose otra vez por que le resultaba tan condenadamente familiar.

Saco el movil y marco el numero de la oficina de Kevin Blake. Candy contesto despues de tres pitidos.

– Hola, encanto -dijo Candy, al parecer complacida de oir su voz-. Estaba a punto de llamarte.

– ?Has localizado a Monica Patrick?

– Si, senor -afirmo Candy, no tan contenta-. Hace tres anos que murio.

Era lo que Jeffrey se temia.

– Gracias por intentarlo.

– De nada -dijo Candy-. No se de que habria servido. ?Vas detras de algun tipo de escandalo?

– Algo asi -concedio Jeffrey, mirando las fotografias como si pudiera obligarlas a ofrecerle una explicacion.

– Ya lo hice cuando investigue sus antecedentes -dijo Candy-. Brian no es exactamente Albert Einstein, pero trabaja como una mula. Hace lo que nadie mas quiere hacer. Se queda hasta medianoche para asegurarse de que todo esta al dia. Ahora lo llamamos retentivo anal, pero en aquella epoca simplemente significaba que poseias una etica del trabajo.

Jeffrey se metio las fotos en el bolsillo y dejo la caja donde estaba.

– Por lo que me dijo su esposa, me parecio que aun es asi.

– Bueno, ella deberia saberlo -dijo Candy-. Aunque ya es un poco tarde para empezar a quejarse.

Jeffrey cerro la puerta del armario y miro a su alrededor.

– ?A que te refieres?

– Asi fue como se conocieron -dijo Candy-. Jill era su secretaria en Jericho.

– ?Bromeas?

– ?Por que iba a bromear sobre una cosa asi? Ser secretaria no tiene nada de malo.

– No, no es eso -dijo Jeffrey-. Es que ninguno de los dos lo menciono.

– ?Y por que iban a mencionarlo? -pregunto Candy, y tenia razon-. ?Alguna vez te has preguntado por que ella no adopto su apellido?

– La verdad es que no -dijo Jeffrey, y oyo cerrarse la portezuela de un coche delante de la casa.

Se dirigio a la salita para mirar por la ventana. Brian Keller estaba inclinado sobre el asiento trasero de un Impala color tostado. Saco un par de cajas blancas y grandes, apoyandoselas en el muslo mientras cerraba la portezuela del coche.

– ?Jefe? -pregunto Candy.

– Estoy aqui -le dijo Jeffrey, intentando retomar la conversacion-. ?Que estabas diciendo?

– Digo que probablemente Brian debe de estar tramitando el divorcio.

– ?El divorcio de quien? -pregunto Jeffrey, observando como Keller trajinaba las cajas hacia el garaje.

– De la chica con la que estaba casado cuando comenzo a salir con Jill Rosen -le dijo y, a continuacion, anadio-. Bueno, ahora ya no debe ser ninguna chica. Probablemente rondara la cincuentena. Me pregunto que fue del hijo.

– ?Su hijo? -repitio Jeffrey mientras oia los pasos de Keller en las escaleras-. ?Que hijo?

– El que tuvo de su primer matrimonio. ?Me estas prestando atencion?

– ?Tiene un hijo de su primer matrimonio? -pregunto Jeffrey, sacando la foto.

– Eso es lo que te estaba diciendo. Un buen dia fue y los abandono. Ni siquiera se lo menciono nunca a Bert. Te acordaras de Bert Winger: fue decano antes de Kevin. No es que a Bert le importara un pimiento la situacion familiar de Brian. Tenia dos hijos de su anterior matrimonio, y deja que te lo diga, esos crios eran la cosa mas encantadora que he…

– Debo irme -dijo Jeffrey, colgando el telefono.

Por fin sabia la causa de que el chaval de la foto le resultara tan familiar.

El viejo dicho era cierto. Una imagen vale mas que mil palabras, o, en este caso, un viaje gratis a comisaria en la parte de atras de un coche patrulla.

Keller entro por la puerta y se sobresalto al ver a Jeffrey. Casi dejo caer las cajas.

– ?Que hace aqui?

– Echar un vistazo.

– Ya veo.

– ?Donde esta su esposa? -pregunto Jeffrey.

Keller palidecio. Se inclino y dejo caer las cajas con un golpe sordo.

– Esta en casa de su madre.

– Esa no -dijo Jeffrey, mostrandole la fotografia-. La otra.

– Mi otra…

– Su primera esposa -le aclaro Jeffrey, ensenandole otra foto-. La madre de su hijo mayor.

16

Lena entro en la cocina arrastrando los pies; las articulaciones le chirriaban como metal oxidado. Nan estaba sentada a la mesa leyendo el periodico mientras comia cereales de un cuenco.

– ?Has dormido bien? -pregunto Nan.

Lena asintio, buscando la cafetera con la mirada. El hervidor estaba sobre los fogones, humeante. Sobre el marmol habia una taza con una bolsa de te al lado.

– ?Tienes cafe? -pregunto Lena, con una voz que apenas fue un susurro.

– Instantaneo -dijo Nan-, pero es descafeinado. Puedo ir a comprar antes de marcharme al trabajo.

– No pasa nada -contesto Lena, preguntandose cuanto tardaria en volverle a doler la cabeza por la falta de cafeina.

– Tienes mejor aspecto -dijo Nan, intentando sonreir-. Tu voz se parece mas a un susurro que a un graznido.

Lena se desplomo sobre la silla, todos sus huesos presa del agotamiento. Nan habia dormido en el sofa, dejandole la cama a Lena, pero esta no habia llegado a sentirse comoda. La cama de Nan estaba bajo una hilera de ventanas que daban al patio de atras. Todas estaban al nivel del suelo, y ninguna tenia ni persianas ni cortinas. Lena no habia podido pegar ojo, temerosa de que alguien entrara por la ventana y la cogiera. Se levanto varias veces, comprobo las cerraduras y miro por la ventana por si habia alguien fuera. El patio trasero estaba tan oscuro que no se veia a mas de un metro, y Lena acabo con la espalda apoyada en la puerta y la pistola en el regazo.

Lena se aclaro la garganta.

– Tengo que pedirte dinero prestado.

– Claro -dijo Nan-. Siempre he querido darte…

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