todavia maniobrando en un baile letal buscando posiciones tacticas, con pocos enfrentamientos todavia. No se esperaba que los barrayareses desplegaran sus fuerzas de tierra hasta que su control sobre el espacio escobariano fuera seguro.

Cordelia llamo a la sala de maquinas.

—Aqui Naismith. ?Todo preparado ahi abajo?

El rostro de su ingeniero, un hombre al que habia conocido hacia dos dias, aparecio en la pantalla. Era joven, y procedente de Exploracion como ella misma. No tenia sentido malgastar personal militar experimentado en esta excursion. Como Cordelia, llevaba el uniforme de explorador. Se rumoreaba que estaban trabajando en los uniformes para la Fuerza Expedicionaria, pero nadie los habia visto todavia.

—Todo preparado, capitana.

No habia miedo en su voz. Bien, reflexiono ella, tal vez no era lo bastante mayor para haber llegado a creer en la vida despues de la muerte. Cordelia echo un ultimo vistazo alrededor, se acomodo, y tomo aliento.

—Piloto, la nave es suya.

—Nave aceptada, senora —replico el marcial.

Pasaron unos cuantos segundos. Una desagradable oleada de nauseas barrio a Cordelia, y tuvo la pegajosa e inquietante sensacion de que acababa de despertar de un mal sueno que no podia recordar. El salto termino.

—La nave es suya, senora —murmuro el piloto, cansado. Los pocos segundos que ella habia experimentado se traducian en horas subjetivas para el.

—Nave aceptada, piloto.

Extendio la mano hacia la consola de comunicacion y empezo a teclear para captar la posicion tactica donde habian aparecido. Nadie habia atravesado aquel pasadizo desde hacia un mes; ella esperaba fervientemente que las tripulaciones barrayaresas estuvieran aburridas y fueran lentas de reflejos.

Alli estaban. Seis naves, dos de ellas moviendose ya. Se acabo la lentitud de reflejos.

—Justo entre ellas, piloto —ordeno Cordelia, suministrandole los datos—. Sera mejor si podemos apartarlas a todas de sus puestos.

Las dos naves se acercaban rapidamente, y empezaron a disparar con mortifera precision. Se tomaban su tiempo, y hacian que cada disparo contara. Solo una pequena practica de tiro, eso es lo que somos, penso Cordelia. Yo os dare practicas. Todos los sistemas de energia noescudo se oscurecieron, y la nave parecio grunir cuando el fuego de plasma la envolvio. Luego atravesaron el chispeante limite del radio de alcance barrayares.

Llamo a la sala de maquinas.

—?Proyeccion preparada?

—Preparada y firme…

—Adelante.

Doce mil kilometros tras ellos, como si acabara de emerger del agujero de gusano, un acorazado betano cobro vida. Acelero de manera sorprendente para tratarse de una nave tan grande: de hecho, su velocidad era comparable a la de ellos. Los siguio como una flecha.

—?Aja! —Ella dio una palmada llena de placer, y exclamo por el intercomunicador—: ?Los hemos atraido! Ahora todos se mueven. ?Oh, tanto mejor!

Las naves perseguidoras redujeron el ritmo, preparandose para virar y atacar a esta presa mucho mayor. Las cuatro naves que habian permanecido anteriormente en su puesto empezaron a virar tambien. Pasaron los minutos mientras maniobraban. Las ultimas naves barrayaresas desperdiciaron pocos disparos en ellos, apenas algo mas que un saludo, su atencion atraida por el hermano mayor que les seguia. Sin duda, los comandantes de Barrayar consideraban que estaban en una buena posicion tactica; se desplegaron en abanico y empezaron a disparar. La nave pequena que precedia al navio de guerra estaba al otro lado de Escobar, sin ningun sitio al que ir. Podian abatirla a placer.

Ahora tenian los escudos bajados, y la aceleracion caia a medida que la espantosa absorcion de energia del proyector se cobraba su precio. Pero, minuto a minuto, el bloqueo barrayares se alejaba mas de su ratonera.

—Podemos continuar asi unos diez minutos mas —informo el ingeniero.

—Muy bien. Ahorre suficiente energia para convertirnos en chatarra cuando acabe. Si nos capturan, el Alto Mando no quiere que quede ni una molecula conectada a otra para que los barrayareses recompongan el rompecabezas.

—Que crimen. Es una maquina muy hermosa. Me muero por echarle un vistazo por dentro.

Y es posible que mueras, si los barrayareses nos capturan, penso ella. Asi que dirigio todos los ojos de su nave hacia la ruta que dejaban atras. Lejos, muy lejos en la salida del agujero de gusano, el primer carguero betano autentico cobraba vida y empezaba a dirigirse hacia Escobar, sin encontrar ninguna oposicion. Era la mas moderna incorporacion a la flota mercante, carente de armas y escudos, reconstruida para hacer solamente dos cosas: llevar una carga pesada y correr como alma que lleva el diablo. Luego aparecieron la segunda y la tercera. Eso fue todo. Se perdieron en la distancia, con la suficiente ventaja para que los barrayareses no pudieran alcanzarlos.

El acorazado betano estallo con un espectacular juego de luces radiactivo. Por desgracia, era imposible disimular que se trataba de un cascaron. ?Cuanto tiempo tardaran los barrayareses en darse cuenta de que les hemos tomado el pelo?, se pregunto Cordelia. Desde luego, espero que tengan sentido del humor…

Su nave quedo quieta en el espacio, su energia casi agotada. Se sintio mareada, y advirtio que no era algo psicosomatico. La gravedad artificial estaba fallando.

Se reunieron con el ingeniero jefe y sus dos ayudantes en la escotilla de la lanzadera, viajando con brincos de gacela que se fueron convirtiendo en saltitos de pajaro a medida que la gravedad rindio el alma. La lanzadera que iba a ser su via de escape era un modelo simple, abarrotado e incomodo. Flotaron hasta su interior y sellaron la escotilla. El piloto se deslizo hasta la silla de control y se coloco el casco, y la lanzadera se aparto del costado de la nave moribunda.

El ingeniero floto hasta Cordelia y le tendio una pequena caja negra.

—Pense que deberia hacer usted los honores, capitana.

—Ja. Apuesto a que no mataria usted su propia cena tampoco —replico ella, tratando de animar el ambiente. Habian servido juntos en su nave durante apenas cinco horas, pero dolia de todas formas—. ?Estamos fuera de su alcance, Parnell?

—Si, capitana.

—Caballeros —dijo ella, e hizo una pausa, mirandolos a los ojos uno a uno—. Gracias a todos. Aparten la mirada de la portilla izquierda, por favor.

Tiro de la palanca de la caja. Hubo un destello mudo de brillante luz azul, y una carrera general hacia la diminuta portilla inmediatamente despues para ver el ultimo resplandor rojo mientras la nave se plegaba sobre si misma, llevandose a la tumba sus secretos militares.

Se estrecharon solemnemente las manos, algunos boca arriba, otros boca abajo, algunos flotando en otros angulos, y luego se amarraron. Cordelia se coloco en el puesto de navegacion junto a Parnell, se amarro, e hizo un rapido repaso de sus sistemas.

—Ahora viene lo dificil —murmuro Parnell—. Me sentiria mas feliz con un impulsor maximo para intentar dejarlos atras.

—Podriamos escapar de esos gordos acorazados de batalla, tal vez —concedio Cordelia—. Pero sus correos rapidos nos comerian vivos. Al menos parecemos una roca —anadio, pensando en el artistico camuflaje a prueba de sondas que rodeaba la capsula salvavidas como si fuera una concha.

Siguieron varios minutos de silencio, mientras ella se concentraba en su trabajo.

—Muy bien —dijo por fin—, salgamos de aqui. Esta zona va a estar superpoblada muy pronto.

No combatio la aceleracion, sino que dejo que la apretujara contra el asiento. Cansada. No hubiese creido posible sentirse mas cansada que asustada. Esta guerra insensata proporcionaba una gran educacion psicologica. Aquel cronometro tenia que estar equivocado. Sin duda habia pasado un ano, y no una hora…

Una lucecita parpadeo en el panel de control. El miedo barrio de golpe su cansancio.

—Apaguenlo todo —ordeno, pulsando ella misma los controles, y se sumio al instante en la oscuridad ingravida—. Parnell, efectue un giro realista.

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