Su oido interno y una sensacion incomoda en el vientre le dijeron que el piloto habia obedecido su orden.

Ahora su sentido del tiempo empezo a estar verdaderamente desorientado. Reinaban la oscuridad y el silencio, a excepcion de algun susurro ocasional de movimiento, tela sobre plastico, cuando alguien se agitaba en su asiento. En su imaginacion, Cordelia sintio las sondas barrayaresas tocando su nave, tocandola a ella con dedos helados que le recorrian la espalda. Soy una roca. Soy el vacio. Soy el silencio… Al fondo el silencio fue roto por el ruido de alguien vomitando, y alguien mas maldiciendo entre dientes. Maldicion. Espero que tuviera tiempo de agarrar una bolsa…

Luego se produjo una sacudida y una presion de peso en un angulo extrano. Parnell escupio un juramento como si fuera un sollozo.

—?Rayo tractor! Se acabo.

Ella suspiro sin alivio, y extendio la mano para que la lanzadera volviera a cobrar vida, parpadeando ante el brillo cegador de las pequenas luces.

—Bueno, vamos a ver que nos ha capturado.

Sus manos corretearon sobre los paneles. Echo una ojeada a los monitores exteriores, y rapidamente pulso el boton rojo que anulaba la memoria y los codigos de reconocimiento de la nave salvavidas.

—?Q-que demonios tenemos ahi fuera? —pregunto ansiosamente el ingeniero, advirtiendo el gesto que ella habia hecho mientras se le acercaba.

—Dos cruceros y un correo rapido —le informo ella—. Parece que nos superan ligeramente en numero.

El bufo tristemente.

Una voz sin cuerpo trono a traves del comunicador, a un volumen demasiado alto. Ella lo redujo rapidamente.

—… no se rinden, los destruiremos.

—Esta es la Lanzadera Salvavidas 45A —respondio ella, modulando cuidadosamente la voz—. Capitana Cordelia Naismith, Fuerza Expedicionaria Betana. Somos un salvavidas desarmado.

El comunicador emitio un sorprendido «?Vaya!», y la voz anadio:

—?Otra maldita mujer! Son ustedes lentos aprendiendo.

Hubo un murmullo ininteligible al fondo, y la voz recupero su original tono oficial.

—Seran remolcados. A la primera senal de resistencia, seran destruidos. ?Comprendido?

—Comprendido —respondio Cordelia—. Nos rendimos.

Parnell sacudio la cabeza, furioso. Ella apago el intercomunicador y alzo una ceja.

—Creo que deberiamos intentar huir —dijo el.

—No. Estos tipos son paranoicos profesionales. Al mas cuerdo que he conocido no le gustaba estar en una habitacion con la puerta cerrada: decia que nunca se sabe que hay al otro lado. Si dicen que dispararan, sera mejor que los crea.

Parnell y el ingeniero intercambiaron una mirada.

—Adelante, Nell —dijo el ingeniero—. Diselo.

Parnell se aclaro la garganta y se humedecio los labios resecos.

—Queriamos que supiera, capitana… que si cree que, uh, volar la nave salvavidas es lo mejor para todos, estamos con usted. Nadie quiere ser hecho prisionero.

Cordelia parpadeo al escuchar esta oferta.

—Eso es… muy valiente por su parte, oficial piloto, pero completamente innecesario. No se vanaglorie. Nos escogieron personalmente por nuestra ignorancia, no por nuestros conocimientos. Todos tienen unicamente suposiciones sobre lo que habia a bordo de ese convoy, y ni siquiera yo conozco ningun detalle tecnico. Si aparentemente cooperamos, al menos tendremos alguna oportunidad de salir de esto con vida.

—No… no estabamos pensando en datos de inteligencia, senora. Son sus otras costumbres.

Se produjo un denso silencio. Cordelia suspiro, girando en un vortice de duda y pesar.

—No pasara nada —dijo por fin—. Su reputacion esta demasiado hinchada. Algunos de ellos son tipos bastante decentes.

Sobre todo uno, se burlo mentalmente. E incluso asumiendo que este todavia vivo, ?de verdad crees que podrias encontrarlo en todo este lio? ?O encontrarlo y salvarlo de los regalitos que tu misma has traido del almacen del infierno sin traicionar tu deber? ?O esto es un pacto suicida secreto? ?Te conoces a ti misma?

Parnell, observando su cara, sacudio sombriamente la cabeza.

—?Esta segura?

—No he matado a nadie en mi vida, ?No voy a empezar con gente de mi propio bando, por todos los demonios!

Parnell reconocio la justicia de este razonamiento encogiendose levemente de hombros, pero no pudo ocultar su alivio.

—De todas formas, tengo cosas por las que vivir. Esta guerra no puede durar eternamente.

—?Hay alguien alla en casa? —pregunto el, y cuando los ojos de ella se volvieron hacia los indicadores, anadio sabiamente—: ?O ahi fuera?

—Oh, si. Ahi fuera, en alguna parte.

El sacudio la cabeza, comprensivo.

—Eso es duro.

Estudio su perfil inmovil, y anadio, para darle animos:

—Pero tiene usted razon. Los chicos grandes borraran a estos hijos de puta del cielo tarde o temprano.

Ella dejo escapar un pequeno y mecanico «Ja», y se froto la cara con la yema de los dedos, tratando de aliviar la tension. Tuvo una subita vision de una gran nave de guerra que se abria y lanzaba sus tripas vivientes como una especie de monstruoso semillero. Las semillas congeladas y esteriles, a la deriva sin viento, se hinchaban por la descompresion y se perdian para siempre. ?Se podia reconocer un rostro, despues de eso?, se pregunto. Giro el asiento apartandose de Parnell, dando por terminada la conversacion.

Un correo rapido de Barrayar los remolco una hora despues.

Lo que primero la golpeo fue el olor familiar, el aceite de metal y maquinas, apestando a ozono, el olor a armario de las naves de guerra de Barrayar. Los dos altos soldados vestidos de negro que la escoltaron, cada uno sujetando firmemente con una mano uno de sus codos, la hicieron pasar por una estrecha puerta oval para conducirla a lo que ella supuso que era la principal zona de prisiones de la gran nave. Cordelia y sus cuatro hombres fueron desnudados implacablemente, registrados con minucioso y paranoico detalle, examinados medicamente, holografiados, retinascaneados, identificados. Luego les suministraron pijamas de color naranja. Se llevaron a sus hombres por separado. A pesar de sus palabras a Parnell, a ella le asustaba de muerte la posibilidad de que los pelaran, capa a capa, en busca de una informacion que no tenian. Tranquila, argumento la razon: sin duda los barrayareses los propondrian para un intercambio de prisioneros.

Los guardias se pusieron firmes. Al girarse, ella vio entrar a un oficial de alto rango. El amarillo brillante de los galones del cuello de su uniforme verde oscuro indicaban un rango que ella no habia visto nunca, y con sorpresa lo identifico como el color de los vicealmirantes. Al saber lo que era, supo de inmediato quien era, y lo estudio con grave interes.

Vorrutyer, ese era su nombre. Comandante de la flota barrayaresa junto con el principe heredero Serg Vorbarra. Cordelia supuso que el era quien hacia el verdadero trabajo: habia oido que estaba destinado a ser el proximo ministro de la Guerra de Barrayar. Asi que este era el aspecto que tenia una estrella en alza.

En cierto modo se parecia un poco a Vorkosigan, un poco mas alto, aproximadamente del mismo peso pero debido menos a huesos y musculos y mas a la grasa. Tambien tenia el pelo oscuro, mas rizado que el de Vorkosigan y con menos canas, y era de la misma edad, bastante mas guapo. Sus ojos eran muy distintos, un profundo marron aterciopelado enmarcado en unas largas pestanas, con diferencia los ojos mas hermosos que ella habia visto jamas en un hombre. Dispararon un pequeno gemido subliminal de alarma en su mente que le dijo que creia haberse enfrentado ya al miedo ese dia, pero se equivocaba: esto era el miedo de verdad, miedo sin via de escape ni esperanza; lo cual era extrano, pues deberian haberla atraido. Cordelia rompio el contacto ocular,

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