apisonaron lo mejor posible caminando sobre ella.

—?Desea realizar algun tipo de ceremonia? —pregunto Vorkosigan.

Cordelia sacudio la cabeza, pues no le apetecia recitar el vago servicio funeral oficial. Pero se arrodillo junto a la tumba durante unos minutos y rezo una oracion mas seria, menos segura por sus muertos. La oracion parecio revolotear y desvanecerse en el vacio, tan silenciosa como una pluma.

Vorkosigan espero paciente a que se levantara.

—Es bastante tarde —dijo—, y hemos visto tres buenas razones para no ir dando tumbos en la oscuridad. Bien podemos quedarnos aqui hasta el amanecer. Yo me encargare de la primera guardia. ?Todavia quiere golpear mi cabeza con una roca?

—En este momento, no —respondio ella con sinceridad.

—Muy bien. La despertare mas tarde.

Vorkosigan empezo su guardia con una patrulla del perimetro del calvero, llevandose la bengala consigo, que temblequeo entre la negra distancia como una luciernaga cautiva. Cordelia se tendio junto a Dubauer. Las estrellas titilaban debilmente a traves de la bruma. ?Podria una de ellas ser todavia su nave, o la de Vorkosigan? No era probable, a la distancia a la que sin duda estaban ya.

Se sintio vacia. Energia, voluntad, deseo resbalaban entre sus dedos como liquido brillante, absorbidos por una especie de arena infinita. Miro a Dubauer, tendido a su lado, y aparto su mente del facil vortice de la desesperacion. Todavia soy comandante, se dijo a si misma bruscamente; tengo el mando. Todavia me sirves, alferez, aunque no puedas servirte a ti mismo…

La idea parecio el hilo que conducia a una gran reflexion, pero se fundio en sus manos, y poco despues se quedo dormida.

2

Dividieron los escasos restos del campamento en mochilas improvisadas y empezaron a bajar de la montana con las grises brumas de la manana. Cordelia llevaba a Dubauer de la mano y lo ayudaba cuando tropezaba. No estaba segura de que la reconociera claramente, pero se aferraba a ella y evitaba a Vorkosigan.

El bosque se fue haciendo mas denso y los arboles mas altos a medida que descendian. Vorkosigan se abrio paso entre los matorrales con su cuchillo durante un rato y luego llegaron al lecho del arroyo. Manchas de luz empezaron a filtrarse entre las copas de los arboles, iluminando los regazos del agua y las piedras del fondo como si fueran una capa de monedas de bronce.

La simetria radial era comun entre las diminutas criaturas que ocupaban los nichos ecologicos de los insectos de la Tierra. Algunas variedades aereas parecidas a medusas llenas de gas flotaban en nubes iridiscentes sobre el arroyo como bandadas de delicadas pompas de jabon, asombrando a Cordelia con su vision. Parecian tener un efecto tranquilizador tambien sobre Vorkosigan, pues detuvo el paso tras lo que a ella le habia parecido un ritmo mortifero.

Bebieron del arroyo y permanecieron sentados un rato mientras veian los pequenos remolinos correr e hincharse en el chorro de la cascada. Vorkosigan cerro los ojos y se apoyo contra un arbol. Cordelia advirtio que tambien el estaba al borde del agotamiento. Lo estudio con curiosidad, puesto que ahora no la observaba. Se habia comportado todo el tiempo con cortante pero digna profesionalidad militar. Sin embargo, a ella seguia molestandole una alarma subliminal, una persistente sensacion de que habia olvidado algo importante. Surgio en su mente de repente, como una pelota mantenida bajo el agua y que rompe la superficie al ser soltada y botar al aire.

—Se quien es usted. Vorkosigan, el Carnicero de Komarr.

Inmediatamente deseo no haber hablado, pues el abrio los ojos y se la quedo mirando, mientras un peculiar juego de expresiones surcaba su rostro.

—?Que sabe usted de Komarr? —Su tono anadia: «betana ignorante».

—Lo que sabe todo el mundo. Era una canica sin valor que su pueblo se anexiono por la fuerza para asi dominar sus agujeros de gusano. El Senado se rindio, y sus miembros fueron asesinados inmediatamente. Usted estaba al mando de la expedicion, o…

Sin duda el Vorkosigan de Komarr era almirante, ?no?

—?Era usted? Crei que habia dicho que no mataba prisioneros.

—Lo era.

—?Lo degradaron por eso? —pregunto ella, sorprendida. Pensaba que ese tipo de conducta era normal en Barrayar.

—Por eso no. Por lo que vino despues.

Parecio reacio a decir nada mas, pero la sorprendio de nuevo al continuar.

—Lo que vino despues fue reprimido de manera mas efectiva. Yo habia dado mi palabra, mi palabra, como Vorkosigan, de que los miembros del Senado iban a ser respetados. Mi oficial politico contravino mi orden y los hizo matar a mis espaldas. Lo ejecute por eso.

—Santo Dios.

—Le rompi el cuello con mis propias manos, en el puente de mi nave. Era un asunto personal, ?sabe?, que afectaba a mi honor. No podia ordenarselo a un peloton de fusilamiento: todos tenian miedo del ministro de Educacion Politica.

Eso era el eufemismo oficial para la policia secreta, recordo Cordelia, de la cual los oficiales politicos eran la rama militar.

—?Y usted no lo tiene?

—Ellos me tienen miedo a mi —anadio el agriamente—. Como esos carroneros de anoche, atacan cuando tienen la ocasion. Por eso no hay que darles la espalda.

—Me sorprende que no lo hicieran ahorcar.

—Hubo un gran clamor, a puerta cerrada —admitio el, al recordarlo, y se acaricio las insignias del cuello—. Pero no se puede hacer desaparecer a un Vorkosigan en la noche, todavia no. Me cree algunos enemigos poderosos.

—Apuesto a que si.

Esta historia pelada, contada sin adornos ni excusas, sonaba a verdad, aunque ella no tenia ningun motivo logico para confiar en el.

—?Le dio, uh, la espalda a uno de esos enemigos ayer?

El la miro bruscamente.

—Es posible —dijo muy despacio—. Pero hay algunos problemas con esa teoria.

—?Como que?

—Todavia sigo vivo. No creia que fueran a arriesgarse a iniciar el trabajo sin terminarlo. Para asegurarse, les tentaria la oportunidad de achacarles mi muerte a ustedes, los betanos.

—Vaya. Y yo que creia que tenia problemas al mando de un punado de prima donnas intelectuales que colaboraban en el trabajo meses seguidos. Dios me mantenga al margen de la politica.

Vorkosigan sonrio levemente.

—Por lo que he oido de los betanos, eso no es tarea facil. Creo que no me cambiaria por usted. Me molestaria tener que discutir cada orden.

—No discuten cada orden. —Ella hizo una mueca, porque su puya desperto algun recuerdo—. Ademas, se acaba por aprender a convencerlos.

—?Donde supone que estara ahora su nave?

La alerta corto su diversion como un telon.

—Supongo que eso depende de donde este la suya.

Vorkosigan se encogio de hombros y se levanto; aseguro la mochila a sus hombros.

—Entonces tal vez no deberiamos perder mas tiempo para averiguarlo.

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