Le ofrecio la mano para ayudarla a levantarse, la mascara de soldado cubriendo de nuevo sus rasgos.

Tardaron todo el dia en descender desde la gran montana hasta las llanuras de tierra roja. Estaban marcadas por canales de agua, turbia por las lluvias recientes, salpicadas por macizos rocosos. Atisbaron grupos de hexapodos herbivoros. Cordelia dedujo de su conducta en manada que cerca tenian que acechar depredadores.

Vorkosigan habria continuado, pero Dubauer sufrio una seria y prolongada convulsion a la que siguio un estado de letargo antes de quedarse dormido. Cordelia insistio inflexible en que acamparan para pasar la noche. Y eso hicieron, si podia llamarse campamento al hecho de detenerse y sentarse en un claro entre los arboles, a unos trescientos metros sobre el terreno liso. Compartieron su cena de gachas y salsa de queso azul en abatido silencio. Vorkosigan encendio otra luz cuando los ultimos colores del atardecer se borraron del cielo, y se sento en una gran piedra plana. Cordelia se tendio y observo al barrayares de guardia hasta que el sueno la alivio del dolor que sentia en las piernas y la cabeza.

El la desperto pasada la medianoche. Los musculos de Cordelia parecieron chirriar y crujir por la acumulacion de acido lactico cuando se incorporo envarada para encargarse de su guardia. Esta vez Vorkosigan le dio el aturdidor.

—No he visto nada cerca, pero algo hace un ruido infernal de vez en cuando —comento; parecia una explicacion adecuada para aquel gesto de confianza.

Cordelia comprobo el estado de Dubauer, y luego ocupo su puesto en el penasco, se acomodo y contemplo la negra masa de la montana. Alli arriba estaba Rosemont en su profunda tumba, pero todavia condenado a descomponerse lentamente. Desvio sus pensamientos hacia Vorkosigan, que yacia cerca, casi invisible con su uniforme de camuflaje en la penumbra de luz verdiazul.

Un acertijo dentro de otro acertijo, penso. Sin duda, debia ser uno de los guerreros aristocratas barrayareses de la vieja escuela, enfrentado a la nueva burocracia. Los militaristas de ambas partes mantenian una alianza incomoda y bastarda que controlaba la politica gubernamental y las Fuerzas Armadas, pero en el fondo eran enemigos naturales. El emperador establecia sutilmente el equilibrio de poder entre ellos, pero no habia duda de que, a la muerte del astuto anciano, a Barrayar le esperaba un periodo de canibalismo politico, cuando no una guerra civil abierta, a menos que su sucesor mostrara mas fuerza de lo que cabia esperar. Cordelia deseo saber mas sobre la matriz de relaciones sanguineas y poder en Barrayar. Sabia que el apellido del emperador, Vorbarra, estaba asociado con el nombre del planeta pero, aparte de eso, poca cosa mas.

Acaricio ausente el pequeno aturdidor y fantaseo: ?quien era ahora el cautivo, y quien el captor? Pero seria casi imposible cuidar de Dubauer ella sola. Tenia que alimentarlo y ya que Vorkosigan se habia cuidado mucho de no decir donde estaba su escondrijo, necesitaba al barrayares para llegar hasta alli. Ademas, le habia dado su palabra. Era curioso que Vorkosigan hubiera aceptado automaticamente su palabra como si fuera un lazo: evidentemente pensaba igual de si mismo.

El Este empezo por fin a iluminarse de gris, luego de albaricoque, verde y dorado en una repeticion pastel de la espectacular puesta de sol de la noche anterior. Vorkosigan se agito y se sento, y la ayudo a llevar a Dubauer a lavarse al arroyo. Desayunaron otra vez gachas y queso azul.

Vorkosigan trato de mezclarlas esta vez, para variar. Cordelia intento alternar bocados, para ver si servia de algo. Ninguno hizo comentario alguno sobre el menu.

Vorkosigan la condujo hacia el noroeste a traves del terreno arenoso, color ladrillo. En la estacion seca seria casi un desierto. Ahora estaba brillantemente decorado con hierbas verdes y amarillas, y docenas de variedades de pequenas flores silvestres. Cordelia vio con tristeza que Dubauer no parecia advertirlas.

Despues de unas tres horas a paso rapido llegaron a su primer obstaculo del dia, un empinado valle rocoso surcado por un rio de color cafe con leche. Caminaron por el borde de la pendiente buscando un vado.

—Esa roca de alli se ha movido —observo Cordelia de repente.

Vorkosigan se saco del cinturon su visor de campo y echo un vistazo.

—Tiene usted razon.

Media docena de bultos de color cafe con leche que parecian rocas resultaron ser hexapodos encogidos y de gruesos miembros que pastaban al sol de la manana.

—Parece que son anfibios. Me pregunto si seran carnivoros —dijo Vorkosigan.

—Ojala no hubieran interrumpido mi investigacion tan pronto —se quejo Cordelia—. Entonces tendria respuestas para todas esas preguntas. Alli hay mas cosas de esas que parecen pompas de jabon. Dios, nunca habria imaginado que pudieran crecer tanto y ser capaces de volar.

Una bandada de una docena de grandes radiales, transparentes como vasos de vino y de mas de un palmo de diametro, vinieron volando sobre el rio como una bandada de globos perdidos. Unos cuantos flotaron sobre los hexapodos, aplastandose sobre sus pieles como boinas extranas. Cordelia tomo el visor para echar un vistazo mas atento.

—?Cree que seran como esos pajaros de la Tierra, que le quitan los parasitos al ganado? ?Oh! No, supongo que no.

Los hexapodos se agitaron con susurros y silbidos, meneando los cuerpos con una especie de bamboleo obeso, y se deslizaron hacia el rio.

Los radiales, ahora del color de vaso de vino lleno de burdeos, se inflaron y se retiraron al aire.

—?Globos vampiros? —pregunto Vorkosigan.

—Eso parece.

—Que criaturas mas sorprendentes.

Cordelia casi se echo a reir al ver su expresion de asco.

—Como carnivoro, no los puede condenar.

—Condenarlos, no; evitarlos, si.

—En eso le doy la razon.

Continuaron corriente arriba y dejaron atras una rebullente cascada de color pardo. Despues de un kilometro y medio, llegaron a un lugar donde se unian dos afluentes, y cruzaron por la parte menos profunda que pudieron encontrar. Al cruzar el segundo afluente, Dubauer perdio pie cuando una roca cedio bajo el, y se desplomo sin un grito.

Cordelia tenso su presa sobre su brazo, compulsivamente, y cayo con el, resbalando hacia una zona mas profunda. El terror se apodero de ella, por miedo a perderlo corriente abajo mas alla de su alcance, a merced de aquellos hexapodos anfibios, las afiladas rocas, la cascada. Sin hacer caso al agua que le llenaba la boca, se agarro a el con ambas manos. Alla iban… no.

Algo tiro de ella con una fuerza tremenda para contrarrestar la embestida de las aguas. Vorkosigan la habia agarrado por el cinturon, y los aupaba a ambos hacia los bajios con la fuerza y el estilo de un estibador.

Sintiendose indigna, pero agradecida, ella se puso en pie y arrastro a Dubauer, que tosia, hasta la orilla.

—Gracias —le dijo a Vorkosigan, jadeando.

—?Que esperaba, que dejara que se ahogasen? —inquirio el secamente, vaciando sus botas.

Cordelia se encogio de hombros, cortada.

—Bueno… al menos dejariamos de retrasarlo.

—Mm.

El se aclaro la garganta, pero no dijo nada mas. Encontraron un lugar rocoso donde sentarse, comieron sus cereales y su salsa de queso, y se secaron un rato antes de continuar.

Fueron recorriendo kilometros y kilometros, pero su vision de la gran montana a su derecha apenas parecia variar. En un momento determinado Vorkosigan parecio tomar una decision que no compartio, y los condujo hacia el oeste, dejando la montana a sus espaldas y al sol de lado.

Cruzaron otro rio. Al rebasar esa parte del valle, Cordelia casi se topo con un hexapodo de piel roja que yacia tranquilo en una depresion, completamente confundido con el paisaje. Era un ser de formas delicadas, del tamano de un perro mediano, y recorria las llanuras rojas con graciosos brincos.

Cordelia desperto bruscamente.

—?Esa cosa es comestible!

—?El aturdidor! ?El aturdidor! —exclamo Vorkosigan. Ella se lo entrego rapidamente.

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