Baz trato de hablar, pero emitio un ladrido gangoso. Elena estaba llorando, asi que por ese lado era inutil.
— Maldita sea, sargento…
— La encontre arrullandose con ese cobarde — gruno Bothari, todavia de espaldas.
— ?No es un cobarde! — grito Elena —. Es tan buen soldado como tu. Hoy me salvo la vida… — Se volvio hacia Miles —. Seguramente lo has visto en los monitores, mi senor. Habia un oserano apuntandome con su arma…, crei que todo se acababa… Baz le disparo con su arco de plasma. ?Diselo!
Elena hablaba del oserano que el habia matado con las drogas. Baz, sin saberlo, habia cocinado un cadaver- Yo te salve, grito en su interior Miles. Fui yo, fui yo…
— Es cierto, sargento — se escucho decir a si mismo —; le debes la vida de tu hija a tu hermano de armas.
— Ese no es hermano mio.
— ?Yo digo que si lo es, segun mi palabra!
— No es correcto… no es justo… tengo que hacerlo bien. Tiene que ser perfecto… — Bothari daba vueltas, mascullando.
Miles no habia visto nunca tan agitado al sargento. Ultimamente, le he cargado demasiada tension sobre las espaldas, penso con remordimiento. Demasiada, demasiado pronto, demasiado fuera de control…
Baz grazno algunas palabras.
— ?No… deshonra!
Elena le hizo callar y se incorporo de golpe, enfrentando a Bothari con furia.
— ?Tu y tu honor militar! Bien, me he enfrentado al fuego y he matado a un hombre, y no fue nada sino una carniceria. Cualquier robot podria haberlo hecho. No habia nada de honor. Es todo una farsa, un fraude, una mentira, un gran circo. Tu uniforme ya no me asusta mas, ?me oyes?
La cara de Bothari estaba rigida y sombria. Miles avanzo como para calmar a Elena. No tenia objeciones contra el hecho de que cultivara la independencia de espiritu, pero, ?Dios santo!, su sentido de la oportunidad era terrible. ?No se daba cuenta? No, estaba demasiado enmaranada en su propia verguenza y dolor y le pesaba el espectro que ahora cargaba en su hombro. No menciono que habia matado a otro hombre, anteriormente; pero Miles lo sabia, habia razones que uno no elige.
Necesitaba a Baz, necesitaba a Bothari, necesitaba a Elena; y necesitaba que todos trabajaran juntos para devolverlos a casa vivos. Asi que no debia gritar la colera y angustia que le quemaban por dentro, sino lo que ellos necesitaban oir.
Lo primero que Elena y Bothari necesitaban era ser separados hasta que se enfriaran los temperamentos, o se corria el riesgo de que se desgarrasen mutuamente el corazon. En cuanto a Baz…
— Elena — dijo Miles —, ayudale a ir a la enfermeria. Hax que le revisen por si hay lesiones internas.
— Si, mi senor — contesto ella, acentuando la naturaleza oficial de la orden con el uso del titulo; presumiblemente, para irritar a Bothari.
Alzo a Baz y cargo sobre sus hombros el brazo del maquinista, echandole a su padre una incomoda y envenenada mirada. Bothari estrujo las manos, pero no dijo nada ni hizo ningun movimiento.
Miles los escolto por la pasarela. La respiracion de Baz se iba haciendo, poco a poco, mas regular, segun comprobo Miles con alivio.
— Creo que es mejor que me quede con el sargento — le murmuro a Elena —. ?Vosotros estareis bien?
— Gracias a ti — dijo Elena —. Trate de detenerle, pero tenia miedo. No pude hacerlo. — Se enjugo unas ultimas lagrimas.
— Es mejor asi. Todo el mundo esta nervioso, demasiado cansado. El tambien, lo sabes. — Estuvo a punto de pedirle una definicion de «arrullandose» pero se contuvo. Elena se llevo a Baz entre tiernos murmullos que volvieron loco a Miles.
Mastico su frustracion y volvio a la cubierta de observacion. Bothari seguia de pie, gravemente ensimismado. Miles suspiro.
— ?Todavia tienes ese whisky, sargento?
Bothari salio de su ensueno y se palpo el bolsillo. Le acerco en silencio la petaca a Miles, quien senalo los asientos con un gesto. Se sentaron. Las manos del sargento colgaban entre sus rodillas, la cabeza gacha.
Miles echo un trago y le ofrecio la petaca.
— Bebe.
Bothari sacudio la cabeza, pero luego tomo la botella y bebio. Tras un momento, dijo en un murmullo:
— Nunca antes me ha llamado hombre de armas.
— Estaba tratando de llamar su atencion. Mis disculpas.
Silencio, y otro trago.
— Es el titulo correcto.
— ?Por que tratabas de matarle? Sabes cuanto necesitamos ahora a los tecnicos.
Una larga pausa.
— El no es adecuado, no para ella. Desertor…
— No estaba intentando violarla. — Fue una afirmacion.
— No — dijo lentamente —, supongo que no. Nunca se sabe.
Miles miro la camara de cristal a su alrededor, hermosa en su brillante oscuridad. Un sitio excelente para «arrullarse», y para mas. Pero esas largas manos blancos estaban abajo en la enfermeria, probablemente aplicando compresas frias o algo asi en la frente de Baz; mientras el estaba sentado alli, emborrachandose con el hombre mas feo de todo el sistema. Que desperdicio.
La petaca fue y vino otra vez.
— Nunca se sabe — reitero Bothari —. Y ella debe tenerlo todo correcto y apropiado. Usted lo entiende, mi senor, ?no? ?Lo entiende?
— Por supuesto. Pero, por favor, no mates a mi maquinista. Le necesito. ?De acuerdo?
— Malditos tecnicos. Siempre consentidos.
Miles dejo pasar esto, como la queja reflejada de un viejo servidor. Bothari siempre le habia parecido de la generacion de su abuelo, en cierto modo; si bien, de hecho, era un par de anos mas joven que su padre. Miles se relajo un poco entonces, ante ese signo de retorno al estado mental normal — bueno, usual — de Bothari. El sargento se deslizo hasta sentarse sobre la alfombra, los hombros apoyados contra el banco.
— Mi senor — anadio despues de un rato —, si me mataran…, ?procuraria que cuidasen bien de ella? La dote. Y un oficial, un oficial conveniente. Y un autentico mediador que hiciera los arreglos…
Un antiguo sueno, penso Miles en medio de una bruma.
— Soy su senor, por derecho de tu servicio — senalo gentilmente —. Seria mi deber. — Si tan solo pudiera convertir mi deber en mis propios suenos.
— Algunos ya no prestan mucha mas atencion a sus deberes — murmuro Bothari —, pero un Vorkosigan… Los Vorkosigan jamas faltan a su palabra.
— Maldita sea, que es cierto — balbuceo Miles.
— Mm — dijo Bothari, y se deslizo un poco mas.
Tras un largo silencio, el sargento hablo otra vez:
— Mi senor, si me mataran, no me dejaria ahi fuera, ?no?
— ?Eh? — Miles abandono su intento de inventar nuevas constelaciones. Acababa de conectar los puntos de una figura a la que nombro, mentalmente, Caballero.
— A veces dejan cuerpos en el espacio. Frio como el demonio… Dios no puede encontrarlos ahi fuera… Nadie podria.
Miles pestaneo. Nunca habia sabido que el sargento ocultara una vena teologica.
— Mira, ?que es todo esto ahora de que te maten? Tu no vas a…
— Su padre el conde me prometio — Bothari alzo ligeramente su voz por encima de la de Miles — que seria enterrado a los pies de su madre, mi senora, en Vorkosigan Surleau. Lo prometio. ?No se lo dijo?
— Eh… jamas surgio el tema.
— Su palabra de Vorkosigan. Su palabra.
— Eh, bueno, entonces. — Miles miro a traves de los cristales. Algunos veian las estrellas, al parecer, y