Rocannon cogio a Kyo del brazo, en tanto que el bote se desviaba, inclinado, y giraba entre corrientes encontradas, ejecutando una loca danza, mientras los marineros luchaban por mantenerlo estabilizado y una ciega niebla ocultaba el agua y las bestias pugnaban por liberar sus alas, bramando aterrorizadas.
La cabeza de dragon volvia a enderezar su rumbo cuando una rafaga de viento, cargada de niebla, embistio a la debil embarcacion y la hizo escorar. La borda choco contra las olas con un golpe seco; una vela, adherida a la superficie liquida, impedia que el casco del bote se enderezara. Roja y tibia, el agua llego en silencio hasta el rostro de Rocannon, colmo su boca, cubrio sus ojos. Con desesperacion el etnologo se mantuvo asido a lo que tenia entre sus manos e intento volver a respirar. El brazo de Kyo era lo que sus manos apresaban; ambos se perdieron en el mar salvaje y tibio como la sangre, que los arrollo arrastrandolos lejos del bote escorado. Rocannon grito y su voz se fue muriendo en el silencio opaco y blanquecino de la bruma. ?Habria una playa… donde… a que distancia? Nado hacia la borrosa sombra del bote, sosteniendo siempre el brazo de Kyo.
— ?Rokanan!
El dragon de proa del otro bote emergio, imperterrito, del blancuzco caos. Mogien estaba en el agua, luchando contra la corriente, y ato una cuerda al pecho de Kyo; Rocannon distinguio, vivida, la cara, las cejas arqueadas, el cabello rubio oscurecido por el agua. Los izaron a bordo, Mogien en ultimo lugar.
Yahan y uno de los pescadores de Tolen habian subido antes. El otro marinero y dos bestias se habian ahogado, dentro de la embarcacion. Se hallaban lejos, en la bahia, donde las corrientes y los vientos de la boca del rio eran mas debiles. Sobrecargado de hombres exhaustos y silenciosos, el bote enfilo a traves del agua roja y las volutas de niebla.
— Rokanan, ?como es posible? ?No estas mojado!
Aturdido aun, Rocannon se miro las ropas empapadas y no comprendio. Kyo, con una sonrisa, tiritando, respondio por el:
— El Vagamundo lleva una segunda piel.
En ese momento recordo que la noche anterior, para protegerse del frio y la humedad, se habia puesto su traje protector, impermeable, dejando descubiertas solo cabeza y manos. Y aun lo llevaba, y aun estaba en torno a su cuello el Ojo del Mar; pero su radio, sus mapas, su pistola y todos los otros objetos que lo ligaban a su propia civilizacion habian desaparecido.
— Yahan, volveras a Hallan.
Amo y sirviente se enfrentaban sobre la playa de la tierra meridional, en medio de la niebla, con las olas lamiendoles los pies. Yahan no respondio.
Eran ahora seis jinetes y tres monturas. Kyo podia cabalgar con un normal y Rocannon con otro, pero Mogien era demasiado robusto para que una bestia soportara su peso y otro mas durante varias jornadas; para no abusar de los animales, el tercer normal debia volver con la embarcacion a Tolen. Mogien habia decidido que fuera Yahan, el mas joven.
— No te envio de regreso por nada malo que hayas hecho o dejado de hacer. Vete ya… los marineros aguardan.
El sirviente no se movio. Detras de ellos los marineros apagaban el fuego encendido una hora antes. Palidas chispas volaron entre la niebla.
— Senor Mogien Yahan, envia a Iot de regreso.
El rostro de Mogien se oscurecio y su mano ya se crispaba en la empunadura de la espada.
— ?Vete, Yahan!
— No ire, Senor.
La espada silbo al salir de su vaina y Yahan, con un grito de desesperacion, esquivo el golpe, giro y se perdio entre la niebla.
— Esperad por el un instante mas — recomendo Mogien a los marineros, y su rostro estaba impasible —. Luego proseguid vuestro camino. Nosotros hemos de buscar el nuestro, ahora Pequeno Senor, ?quieres ir sobre mi montura mientras camina?
Kyo estaba sentado, tiritando; no habia comido ni dicho una palabra desde que llegaran a la costa de Fiern. Mogien lo sento en la silla de la bestia gris y abrio la, encaminandose a traves de la playa hacia tierra firme. Rocannon lo siguio, no sin antes lanzar una mirada hacia la direccion que habia tomado Yahan, y luego fijo los ojos en Mogien: un ser extrano, amigo suyo, en un momento capaz de matar a un hombre, con fria colera, y acto seguido capaz de hablar con simplicidad. Arrogante y leal, despiadado y suave, en sus alternativas inarmonicas Mogien era senorial.
El pescador habia dicho que existia un caserio al este de la ensenada, de modo que marcharon hacia el este, entre la palida niebla que los rodeaba como una suave cupula de ceguera. Con las bestias aladas podrian haberse remontado por encima del manto neblinoso, pero rendidas y ariscas despues de dos dias de permanecer encadenadas en el bote, no querian volar. Mogien, Iot y Raho las conducian y Rocannon caminaba detras, mirando de cuando en cuando con la esperanza de ver a Yahan, a quien apreciaba. Aun no se habia quitado el traje protector, aunque no llevaba el casco, que lo aislaba por completo del mundo. Pero se sentia incomodo en la niebla enceguecedora, marchando por una playa desconocida, y comenzo a buscar alguna vara o rama que le sirviese de apoyo. Entre los surcos que dejaban las alas de las bestias y una faja de algas y espuma salada ya seca, advirtio una larga estaca de madera blanca; la limpio de arena y se sintio mas seguro armado. Al detenerse, sin embargo, habia quedado muy atras; se apresuro a seguir las huellas de sus companeros a traves de la niebla. Una figura surgio a su derecha. En seguida supo que no se trataba de ninguno de sus companeros y blandio la vara como si fuera una lanza, pero alguien lo aprisiono por la espalda y lo tendio en el suelo. Sintio que algo similar a piel mojada se apretaba contra su boca; lucho por liberarse y su recompensa fue un golpe en la cabeza que le hizo perder el sentido.
Al volver en si, poco a poco y lleno de dolor, estaba echado sobre la arena, de espaldas. Erguidas, dos robustas figuras discutian con encono. Comprendia solo algunas palabras del dialecto Olgyior que hablaban. «Dejemosle aqui», decia uno, y el otro respondio algo asi como «matemosle, es una cosa sin valor». Al oir esas palabras, Rocannon se volvio a un lado y cubrio su cabeza y su cara con la mascara protectora. Uno de los gigantes se inclino para observarlo y entonces comprobo que era un fornido hombre normal, envuelto en pieles.
— Llevaselo a Zgama, tal vez Zgama lo quiera — dijo el otro. Luego de una larga discusion, Rocannon sintio que lo alzaban por los brazos y que lo arrastraban en una carrera despiadada. Intento resistirse, pero el vertigo le llenaba de bruma el cerebro. Tuvo conciencia de que la niebla se tomaba mas espesa, de voces, de un muro de palos y greda, de redes entrelazadas, de una antorcha alumbrando desde una pared. Luego un techo, mas voces, la oscuridad. Por fin yacia de cara sobre la piedra, y al recobrar el sentido alzo la cabeza.
A su lado ardia una gran lumbre en un hogar del tamano de una choza. Piernas desnudas y bordes de prendas raidas formaban una valla entre el y el fuego. Alzo la cabeza aun mas y vio el rostro de un hombre: un normal, piel blanca, cabello oscuro, tupida barba, cubierto con una piel a listas verdes y negras y con un sombrero de piel.
— ?Quien eres? — pregunto el normal, con ronca voz de bajo, mientras lo observaba.
— Yo… demando la hospitalidad de esta casa — dijo Rocannon luego de alzarse sobre sus rodillas. En ese momento no podia incorporarse por completo.
— Ya has recibido algo de ella — repuso el barbudo, en tanto que el etnologo se tanteaba un bulto en el occipucio —. ?Te apetece mas?
Las piernas sucias y las ropas andrajosas rebulleron, los ojos oscuros mostraron su expectativa, los rostros blancos sonrieron.
Rocannon se apoyo sobre sus pies y se irguio. Aguardo silencioso e inmovil hasta recuperar el equilibrio y hasta que se debilitara el martilleo de dolor en su nuca. Con un movimiento arrogante de la cabeza, clavo la mirada en los ojos negros y brillantes de su captor.
— Tu eres Zgama — le dijo.
El barbudo se hizo atras, asustado. Rocannon, que se habia visto en circunstancias semejantes en diversos mundos, saco el mayor provecho que pudo de la situacion.
— Yo soy Olhor el Vagamundo. He venido del norte y del mar, de la tierra que esta detras del sol. He venido en paz y he de irme en paz. A traves de la Casa de Zgama me dirijo hacia el mar, ?que ningun hombre me detenga!
— ?Aaaah! — clamaron aquellos hombres de blancos rostros, sin dejar de mirarle. Tampoco el aparto sus